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Todas las empresas electorales se fraguan o dinamitan al calor de una lista electoral. Lógico. Las listas de candidatos reparten escaños potenciales, reflejando la capacidad política de cada cual. O séase: quien las hace y las ordena, corta el balacao.
Sin embargo, lo que antes la maquinaria partidista arreglaba en un periquete, ahora requiere de un farragoso trámite. En la nueva política las listas deben legitimarse mediante elecciones primarias. Por eso, no sorprende la disputa en torno a las de Podemos. Lo que está en juego no es un mero mecanismo de votación interna; lo que está en juego es la distribución del poder entre los abanderados del cambio político. Resumamos lo acontecido.
Este mes de junio, en Podemos, saltaron las alarmas. Un gentío andaba pidiendo confluencia al estilo de las candidaturas ciudadanas municipales. El contraataque comunicativo se basó en reiterar que los frentes de izquierdas son para fracasados y que el que quiera cambio que se venga a Podemos. Seguidamente se puso en marcha una operación que resolvería completamente el problema: la celebración de primarias con carácter inmediato. El procedimiento planteado es el mismo que tan buenos resultados le da ha dado al grupo promotor en la elección de los órganos internos. Los militantes inscritos disponen de tantos votos como puestos a elegir. Ganan los candidatos que obtienen una mayoría relativa de los votos. La papeleta es abierta, pero la organización permite e incentiva el voto en bloque a listas prediseñadas (las llamadas “listas plancha”). Al final, la lista que obtiene la mayoría relativa de los votos se lleva todos los puestos (o todos los importantes).
Pocas horas después se hacían públicos los nombres de los 65 candidatos con los que la dirección, presumiblemente, copará cualquier escaño potencial, a expensas de las negociaciones pendientes en algunas autonomías. Toda una exhibición de poder y capacidad política. De hecho, la candidatura se denomina “La lista de Pablo Iglesias”. Queda clara la autoría.
El procedimiento planteado es el mismo que tan buenos resultados le da ha dado al grupo promotor en la elección de los órganos internos
Muchas críticas se han vertido sobre el modelo de primarias de la formación. Aquí queremos subrayar las que nos parecen más sustantivas. En primer lugar, es un sistema que refuerza la dicotomía ganadores/perdedores. Solo de manera ocasional y fortuita (cuasi-empate entre listas) genera un resultado plural. Para el militante promedio, la opción razonable es votar al bloque oficialista. Si no lo hace, pone en peligro el proyecto en su integridad, ya que una derrota de la ejecutiva de Iglesias sería una derrota completa y sin paliativos que desnortaría la organización. Así que no hay término medio. Al final, tampoco hay verdadera competición. El voto es, fundamentalmente, una movilización en respaldo del líder y no un instrumento para componer y ordenar candidaturas.
También son evidentes los defectos de diseño. Por ejemplo, su ineficacia para ordenar listas de ganadores. Pongamos que los 65 candidatos de Pablo Iglesias ganan la mayoría relativa de los votos. ¿Quién de los 65 va el primero? (en realidad, según el reglamento ¿quién tiene derecho a elegir primero qué circunscripción encabeza?). Algunos de estos 65 serán muy populares y habrán recibido apoyos personalizados. Otros puede que causen rechazo y algunos electores tal vez decidan borrarlos de sus papeletas prediseñadas. Al final, el orden, tan importante en una candidatura al Congreso, lo determinarán estas minorías de electores (en ocasiones apenas unas decenas de amigos y familiares). El grueso de votantes no participará en la ordenación y apenas contribuirá a otra cosa que no sea la ratificación de la lista del líder.
Otro defecto evidente es su inconsistencia en la cuestión territorial. En primer lugar, se reserva un potencial desconocimiento de los resultados en aquellas regiones donde la confluencia con fuerzas nacionalistas lo requiera y la dirección así lo decida. Por otro lado, se nos dice que la organización de candidaturas por provincias es fuente de disensiones y que, por tanto, se prefiere aplicar un distrito único estatal. Lo cierto es que las alianzas necesarias para maximizar la movilización tienen que tener cierta base en los distritos, por muy mediatizadas y nacionalizadas que estén las elecciones generales. Ignorar este hecho y postular un sistema de cuasi-cuneros nos transporta a un pintoresco cuadro de Azorín, en el que se postula por tal provincia a un señor de otra simplemente porque no quedan más huecos y así se ha dispuesto en Madrid.
Los críticos con el modelo podemista, en su mayoría, prefieren el sistema empleado en Ahora Madrid o en las mareas gallegas. Sobre esto ya contamos bastante en un artículo anterior, por lo que no nos vamos a repetir. Solo recordaremos que este sistema alternativo se basa en el empleo de un voto preferencial ponderado: cada candidato recibe un grado de apoyo decreciente en función del orden en que lo ha dispuesto el elector en la papeleta. El resultado final se resume en que cada corriente o agrupación de candidatos obtiene los puestos que le corresponden en función de su número de votos.
Otro defecto evidente es su inconsistencia en la cuestión territorial. En primer lugar, se reserva un potencial desconocimiento de los resultados en aquellas regiones donde la confluencia con fuerzas nacionalistas lo requiera y la dirección así lo decida
Sobre el último punto, el de la ponderación, se da una circunstancia, cuando menos, extraña. El reglamento de Podemos repite hasta tres veces la siguiente afirmación (ojo a la frase): “Los votos de todas las personas que participen en este proceso tendrán el mismo peso. El sistema electoral no establecerá, en ningún caso, mecanismos de ponderación de ningún tipo.”. Resulta impactante que un reglamento de primarias dedique tanto esfuerzo a aclarar en qué no consiste. Enigmático es que se hable de regular el sistema electoral en un tiempo futuro, en el mismo documento que se supone lo está regulando. Pero lo que más nos llama la atención es que se rechace la ponderación con una defensa de la igualdad del voto; aunque tal vez produzca menos extrañeza si tenemos en cuenta que, en varias ocasiones, se ha oído a cargos de Podemos afirmar que la ponderación vulnera el principio de “un hombre, una mujer, un voto”.
El principio de igualdad del voto establece que usted y yo tenemos el mismo número de votos, no permitiendo que, como por ejemplo antaño en Reino Unido, los propietarios y universitarios voten en más de un colegio electoral. Por supuesto, es un tema complejo, pero lo que es seguro es que no tiene absolutamente nada que ver con la decisión de ponderar el voto. El voto, ponderado o no, mantiene el principio de igualdad siempre que todos los electores voten igual y el mismo número de veces. Para los no iniciados, confundir estos términos puede resultar comprensible. Pero tratándose de la cúpula podemista, tan nutrida de politólogos, resulta inexplicable que se abunde en un argumento tan falaz.
Estas primarias relámpago también precipitan reacciones de signo opuesto. Los huérfanos de la unidad popular-versión ‘lista de Pablo’ ya no tienen nada que perder. Así que se han constituido en plataforma. Ahora en Común, de momento, no ha ido más allá de una declaración de intenciones. Sus promotores (IU, Equo, activistas de Ganemos y algunos críticos del podemismo) afirman no concebir una candidatura que excluya a Podemos. Su objetivo es que la dirección de la tolda morada recapacite. Pero este amor no es correspondido y, si quieren que les tomen en serio, deberían plantearse concurrir en cualquier caso; posibilidad, por cierto, que encaja perfectamente con la reconstrucción de la izquierda que tiene en mente Alberto Garzón.
La reacción de rechazo ante la nueva plataforma no se ha hecho esperar. Los dirigentes de Podemos hablan de Ahora en Común como si no fueran parte de la misma familia. De hecho, si examinamos las posiciones, los modelos organizativos, de primarias y las formas de entender el cambiante momento demoscópico, apreciamos un panorama cismático con dos formas de ver el mundo cada vez más divergentes: la del Podemos oficial y la del resto de postulantes. Así que, si nadie lo evita, la nueva izquierda tendrá dos papeletas en las próximas generales. Dos papeletas redundantes y una misma gran desilusión.
Todas las empresas electorales se fraguan o dinamitan al calor de una lista electoral. Lógico. Las listas de candidatos reparten escaños potenciales, reflejando la capacidad política de cada cual. O séase: quien las hace y las ordena, corta el balacao.
Sin embargo, lo que antes la...
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Fray Poll
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