La felicidad, jajajaja (VIII)
La felicidad de un instante
Manuel de Lorenzo / Txema Salvans 18/08/2015
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1.Lo que queda del paisaje, por Joan Fontcuberta.
2.El logro de la felicidad, por Pepe Baeza.
3.Crisis? What crisis?, por Bárbara Celis.
4.Hay veranos que se tuercen en primavera, por Gerardo Tecé.
5.El Infierno son los padres, por Ángeles Caballero.
6.Escalera hacia la vida, por Moe de Triana.
7.Residuos amorosos, por Pedro Jesús Fernández.
8.Periodismo pospretérito, por Luis Felipe Torrente.
Debo coincidir con tres ideas en las que Susan Sontag abunda en su ensayo de 1975 Sobre la fotografía.
La primera de ellas se refiere al carácter invasivo de la fotografía como un elemento más de lo fotografiado, donde la realidad se ve alterada por la propia intervención del fotógrafo. "Todo uso de la cámara implica una agresión", reflexionaba la autora estadounidense, en un sentido muy similar al que en mecánica cuántica nos impide llevar a cabo un proceso de medida sin modificar el estado del sistema, dejando al pobre gato de Schrödinger vivo y muerto a la vez.
En segundo lugar se encuentra la visión de las fotografías como instrumentos que no solo nos permiten encapsular un instante, sino también ejercer sobre él nuestra voluntad. Constituyen así "un modo de apresar una realidad que se considera recalcitrante e inaccesible, de imponerle que se detenga, o bien amplían una realidad que se percibe reducida, vaciada, perecedera, remota", congelando para siempre aquello que no queremos que continúe o dotando de inmortalidad a lo que no queremos que finalice.
Y por último la idea de que en todo lo fotografiado hay belleza. "Nadie exclama: '¡Qué feo es eso! Tengo que fotografiarlo'. Aun si alguien en efecto lo dijera, todo su sentido sería: 'Esa cosa fea me parece... bella'. Cualquier realidad fotografiada encierra algo bello en algún punto entre su principio y su final. No existe la fotografía de lo feo, porque la belleza es proporción y la fotografía las admite todas.
Tres reflexiones que encajan perfectamente con esta fotografía, que consigue evocar la belleza de diferentes mundos, de diferentes alegorías, de diferentes ficciones y realidades que a su vez altera, detiene y eterniza. El vínculo inquebrantable entre el trabajo y el ocio, que mantiene el primero siempre presente, en todo momento conectado al segundo, al que se une como un grillete miserable. La estratificación de la felicidad, dividiéndola en varias clases que se intuyen al asomarnos a la propuesta por el fotógrafo, alejada de adornos, lujos y comodidades, pero felicidad en cualquier caso. La paradoja del contraste, lo necesario de la existencia de un extremo para garantizar la plenitud de su opuesto. La noción de la felicidad como un estado aislado de sus circunstancias, tan sólido e intenso como si éstas fuesen siempre las más apropiadas.
En una fotografía hay tantas fotografías como miradas se posen en ella, pero a su vez un único instante sustraído al paso del tiempo, conservado para siempre en formol mientras la realidad fotografiada deja de ser la que es para convertirse sucesivamente en otra. A veces, en ese breve instante se halla la felicidad. Lo difícil es capturarla.
1.Lo que queda del paisaje, por Joan Fontcuberta.
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Manuel de Lorenzo / Txema Salvans
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