La agonía del mediapunta
Hay partidos
Hay partidos que merecerían una mucha mejor crónica, llena de adjetivos grandilocuentes, de palabras esdrújulas con las que llenar la boca. Hay partidos que no merecen más
Emilio Muñoz 5/10/2015
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Hay partidos que nacen con rictus de moribundo. Partidos de los que se espera una barbaridad, como de ciertas relaciones, aun sabiendo que la mayoría de ellas no merecerían trascender más allá del primer beso. Hay batallas que prometen un nuevo desembarco de Normandía y acaban en una escaramuza saldada con un herido por esguince de tobillo al pisar una piel de plátano. Hay encuentros a los que les sobran ochenta minutos. Choques llenos de respetos o, lo que es peor, de pizarras, que quedarían perfectamente resumidos con unos minutos de descuento. Hay días del calendario marcados en rojo que traicionan todas las expectativas formadas. Hay partidos, como el de ayer, a los que les ocurren todas estas cosas que les cuento juntas.
Hay partidos que se dejan atrapar por la vulgaridad más absoluta sin proponérselo. Partidos llenos de burocracia en los que el balón es tratado por uno de los contendientes como un formulario ante la mirada prevenida del rival, que queda apoyado en el quicio de la ventanilla rezando para que no falte un sello, una firma, para que la fotocopia aportada esté compulsada debidamente. Hay encuentros que se asemejan a un mal poema, estrofas que ni ese verso suelto que siempre es Correa es capaz de resucitar. Hay contiendas que hacen imposible destacar a alguien. Rácanas en héroes, plagadas de villanos. Hay ocasiones en las uno maldice que el destino, que a veces toma forma de fax tardío, haya puesto en nuestro camino a un portero que para los suyos fue como un embarazo no deseado, por mucho que ahora digan.
Hay partidos llenos de ausencias: la intensidad, la tensión, alguna trifulca que acelere los pulsos. Hay encuentros en los se echa y se echará de menos al navarro de la nariz curvada. Se equivocaba Arbeloa, el mejor del Atleti ayer, cuando en la previa hablaba de que los de rojo y blanco esperan todo el año este partido. Lo que realmente esperaban todos era su presencia. Carrasco, Jackson, Filipe, todos querían transitar por la autopista de la ineptitud que construye el susodicho cada vez que comparece. Hay historias en las que un jugador de buen gusto técnico pasa a la posteridad rematando con la canilla un balón que casi se le escapa fuera. Hay choques que dejan sabor a incompletos pese a haberse antojado insufriblemente tediosos durante todo su discurrir. Hay obras en las que el planteamiento y el nudo no sirven de mucho, pero cuyo desenlace le deja a uno sensación de orfandad. Hay partidos que merecerían una mucha mejor crónica que esta, crónicas llenas de adjetivos grandilocuentes, de palabras esdrújulas con las que llenar la boca. Este partido solo lleva como equipaje estas pobres líneas. Hay partidos que no merecen más.
Hay partidos que nacen con rictus de moribundo. Partidos de los que se espera una barbaridad, como de ciertas relaciones, aun sabiendo que la mayoría de ellas no merecerían trascender más allá del primer beso. Hay batallas que prometen un nuevo desembarco de Normandía y acaban en una escaramuza saldada con un...
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Emilio Muñoz
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