Como un crujido
Emilio Muñoz 2/12/2015
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Fue como un crujido. Ocurrió en una jugada que algunos, ignorantes de la trascendencia que a la presión se otorga en el Atleti, calificarían de intrascendente. La memoria histórica del fútbol está llena de jugadas nimias que han alcanzado el nivel de leyendas en nuestras mentes. Al cierre de estas líneas todavía no se ha podido constatar si el crujido se oyó o no, pero todos lo sentimos. Crujió la tibia de Tiago aunque no crujiera más que en sentido figurado. Tal vez fue un chasquido, tal vez solo una explosión de dolor, pero pareció un crujido al que siguió un estruendoso silencio. La afición, consciente de la importancia del portugués en el equipo, notó muy dentro un crujido helador, cerca de donde debe estar el alma. Crujió el ánimo de la grada y crujieron los cimientos del Calderón de una manera que hizo pensar si aquella aluminosis de la que se curó nuestro estadio no se habría reproducido. Se han recogido testimonios de conductores que transitaban por la M30, justo en su discurrir al lado del estadio, que aseguraron notar un crujido sordo que les obligó a sujetar el volante más fuertemente para no perder el control de sus vehículos. Más tarde el Instituto Geográfico Nacional, tras consultar las mediciones sismológicas de la zona, corroboró las versiones de los testigos localizando el crujido en la parcela central del campo, puntualizando que, más que epicentro, en este caso debería hablarse de mediocentro del seísmo.
Evacuaron a Tiago en camilla entre los aplausos del público asistente y, desde ese punto, anduvo el equipo con la cabeza en otro sitio. Intentándose convencer de que habría vida tras el crujido. No es fácil asumir la pérdida del timón, de uno de los líderes. Tiago se rompía, crujido mediante, justo cuando estaba haciendo la mejor temporada de las muchas buenas que hizo junto a nosotros. Llegó el Atleti destemplado al descanso y en la grada se podían escuchar los crujidos del pan de los bocadillos mordisqueados desganadamente. El silencio y la preocupación seguían siendo dueños de la tarde desde el crujido. Ya en la segunda parte el partido se dejó ir, respetuoso con las circunstancias. Tampoco puso en mayores aprietos el Español, por si alguien pudiera afearle la poca solidaridad con los afectados por el crujido. Demandaba el aficionado partes médicos esperanzadores, no crónicas de lo que pasaba en el césped.
Terminado el encuentro, el diagnóstico del alcance de la lesión hizo revivir el crujido. Crujieron entonces las esperanzas. Muchos notaron crujir todas las ilusiones depositadas en la temporada. Hubo quien notó crujir a un tiempo Liga, Copa y Champions. Se dice que crujió el cuero dolorido de los balones que fueron, son y serán, sabiendo que pasará tiempo hasta que alguien en el Calderón los vuelva a tratar con el respeto que lo hacía el luso. Todavía en shock por el crujido, es necesario remontar y no dejarse llevar por la desesperación. La capital baja de Tiago deberá ser suplida como tantas otras veces solventó este Atleti las adversidades: desde lo colectivo. Thomas, Saúl, Koke, la llegada de Kranevitter, Gabi, siempre Gabi, deberán sobreponerse al crujido inmediatamente y sumar las condiciones de cada uno para poder sustituir al mediocentro con mayor dominio posicional que uno recuerda. Ése que fue el sábado con todo para presionar al jugador rival intentando evitar un contraataque del equipo contrario. Un segundo después, solo había crujido.
Fue como un crujido. Ocurrió en una jugada que algunos, ignorantes de la trascendencia que a la presión se otorga en el Atleti, calificarían de intrascendente. La memoria histórica del fútbol está llena de jugadas nimias que han alcanzado el nivel de leyendas en nuestras mentes. Al cierre de estas...
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