Escrito a ciegas
El camión de la basura
José Luis Merino 16/12/2015
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Quería entrevistarlo, pero me fue imposible dar con Samuel Beckett, durante mi estancia en Londres el verano de 1981.
A falta del deseado encuentro con el minimalista y nihilista escritor irlandés, hablaré de su desarraigo por todo y por todos. Vivía dentro de un extraño mundo de ficción. Trató de ignorar lo cercano y lo visible. Para él la absurdidad de la nada era más real que la Nada misma. Su imaginación vagó en silencio por los contenedores de basura. Escuchaba en ellos parlamentos residuales de comida inacabada, cascos de botellas alcohólicas, hilachas filiformes de verduras, muñecas sin brazos tatuados, pan mordisqueado, entre otras minucias silenciosas.
Esas inmundicias esperaban a Godot, cuando las luces de neón llevan varias horas despiertas. Sin pausa ni demora, Godot llega todos los días, conduciendo el camión de la basura, pese al pronóstico dudoso del propio Beckett.
La trilogía novelística Molloy, Malone muere y El innombrable procede en gestación de unas palabras confesionales suyas: “Todo empezó cuando tomé conciencia de mi propia estupidez”. De esa manera, el dublinés escribe de acuerdo con lo que sentía. Nada del exterior le interesaba, salvo lo que pudiera hociquear en el hondón de su inteligente estupidez. Las palabras por él emitidas son clavos herrumbrosos donde se cuelgan las ideas en silencio.
Quería entrevistarlo, pero me fue imposible dar con Samuel Beckett, durante mi estancia en Londres el verano de 1981.
A falta del deseado encuentro con el minimalista y nihilista escritor irlandés, hablaré de su desarraigo por todo y por todos. Vivía dentro de un extraño mundo de ficción. Trató de...
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José Luis Merino
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