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Es lunes [21 de marzo] por la noche y el Camp Fire, el punto de encuentro de los voluntarios en el sur de Lesbos, está repleto de gente. Son cerca de las 23.00, el mar está en calma y una gran luna creciente se refleja en sus aguas. Alrededor de una hoguera se escucha hablar en castellano. Unos doce españoles forman parte del grupo de voluntarios que hace guardia esta noche. “Nadie tiene nada claro”, comenta Beatriz, de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio de Andalucía. Ella es la segunda vez que viene a ayudar a la isla. En esta ocasión lo ha hecho con varias amigas desde Sevilla.
El domingo a las 0 horas entraba en vigor el acuerdo entre la UE y Turquía sobre refugiados. “Nosotros llegamos temprano a la playa. El ambiente era relajado y no parecía que fuesen a llegar embarcaciones”, asegura Beatriz. Pero una hora después todo cambió. “llegaron más de diez embarcaciones a lo largo de la noche”, afirma Toni, de Proem Aid. En uno de esos botes llegaron dos hombres inconscientes que murieron poco después en un hospital de Mitilini, la capital isleña.
Esa noche Acnur aún mantenía el servicio de autobuses que ha gestionado durante meses en la isla y las personas fueron trasladadas en ellos hasta el campo de registro de Moria.
Mientras recuerdan cómo fueron las primeras horas postacuerdo, pasan el rato junto al fuego. “¿Queréis un té?”, pregunta Mireia, una de las voluntarias de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio de Andalucía. “Mira, allí hay una luz que parpadea”, señala Beatriz. “Se hace más fuerte y desaparece”. Pero resulta ser una falsa alarma.
Al amanecer un helicóptero sobrevuela la costa. Una caravana de coches arranca desde el Camp Fire en dirección sur. Una embarcación se acerca. Los miembros de las organizaciones, Proem Aid, ARCI, Boat Refugee Foundation e Israid, llegan hasta el lugar, una zona rocosa de difícil acceso. Desde las piedras se puede ver una lancha hinchable con más de cincuenta personas a bordo. Los voluntarios se despliegan y se meten en el agua enfundados en trajes de neopreno para ayudarles a alcanzar tierra. Poco a poco, y de uno en uno, bajan chicos jóvenes, mujeres mayores, madres junto con sus hijos, algunos bebés, y hombres. Todos llegaron bien. Una chica se tumba en el suelo, necesita recuperarse después de jugarse la vida cruzando el mar Egeo durante horas.
Mientras tanto un grupo de iraquíes que viajaba en el bote le cuenta a un voluntario que habla árabe que los guardacostas turcos intentaron hundir su lancha en varias ocasiones. Uno de ellos, un hombre de unos 60 años y con sangre en la cara, asegura que le golpearon en uno de esos intentos, pero por suerte consiguieron mantenerse a flote.
Esta vez, es un autobús de la policía guardacostas griega el que espera en la carretera a los recién llegados, que poco a poco van subiendo mientras el conductor intenta impedir que se tomen imágenes. Una niña mira detrás de una de las cristaleras del vehículo con la mirada perdida.
Un autobús de la policía guardacostas griega espera en la carretera a los recién desembarcados, que poco a poco van subiendo mientras el conductor intenta impedir que se tomen imágenes
Siguen llegando personas en busca de refugio a las costas de las islas griegas.
Campo de Moria y Kara Tepe
Moria era un centro de registro en Lesbos. Por él han pasado cientos de miles de personas sólo durante 2015 en su camino hacia los países del norte de Europa, fundamentalmente Alemania. Durante el verano del año pasado sus instalaciones se vieron desbordadas por la cantidad de gente que llegaba a la isla desde Turquía. Poco a poco el Gobierno griego las fue ampliando, pero nunca lo suficiente como para atender de una manera eficaz las necesidades existentes. Rodeado por una alta valla coronada por alambre de cuchillas, tiene más el aspecto de una cárcel que el de un centro de registro. Y tres días después del acuerdo sobre los refugiados, todo indica que se va a convertir en un centro de internamiento.
En su interior trabajaban desde grandes ONG como Médicos del Mundo, Save the Children o Danish Refugee Council, a pequeñas organizaciones independientes. Paralelamente, en un terreno adyacente, un grupo de voluntarios creó Better Days of Moria , un campo de tránsito donde atender a las personas que quedaban fuera del campo oficial. Además, otros terrenos cercanos habían sido ocupados por cientos de refugiados para montar tiendas de campaña y esperar para registrarse.
Hoy todo ha cambiado. Las autoridades griegas, cumpliendo los acuerdos firmados por la UE con Turquía, han vaciado las instalaciones trasladando a los refugiados en ferris a los puertos del Pireo y Elefsina, dos municipios en la periferia de Atenas. “El sábado pasado, a media mañana, el Gobierno griego, con la colaboración de Acnur, llevó a todo el mundo al puerto de Mitilini en autobuses”, afirma Joaquín Urías, voluntario en la ONG sueca Lighthouse Relief. Esa misma tarde “la policía nos comunicó a varias organizaciones que teníamos que irnos. Fundamentalmente a las que hacíamos trabajo de gestión dentro del campo: Danish Refugee Council (Dinamarca), Lighthouse Relief (Suecia), I Am You (Suecia) o Samaritan´s Purse (Estados Unidos). Ahora nuestro trabajo lo hace la policía. Continúan algunas grandes ONG que dan un servicio que la policía no puede hacer, como las que se centran en la atención médica*”.
Después del desalojo, o después de vaciar el campo oficial, Better Days of Moria se quedó como un reducto para las personas procedentes de Pakistán, atrapadas en la isla al ser consideradas migrantes económicos y no permitírseles continuar su camino. En los últimos días la policía ha comunicado a los cerca de 700 paquistaníes que había allí que debían ser registrados y que lo podían hacer voluntariamente o por la fuerza. Para ello, durante tres días, varios autobuses con policías antidisturbios estuvieron aparcados en la puerta del recinto. Poco a poco todos fueron cediendo. Shamshaid Jutt, de 21 años, es uno de ellos. Hasta ayer aún permanecía en Better Days of Moria junto a casi 200 compatriotas, pero hoy ya no queda prácticamente nadie. “En Pakistán, a pesar de que no hay una guerra oficial, hay una guerra” asegura Jutt. “Hay mafias, talibanes”, prosigue. Este estudiante de diseño web vivía junto a su familia en la ciudad de Sialkot, pero hace dos meses y medio decidió emigrar para buscar un futuro para él y su familia. Mientras estaba cruzando Irán le raptaron y su familia tuvo que pagar 700 dólares para que le liberasen. Además le robaron todas sus pertenencias dejándole sólo un pantalón y una camiseta. Lleva 24 días en Lesbos y ahora su futuro es, si cabe, todavía más incierto que antes. Urías, de Lighthouse Relief, dice que “lo mas probable es que les deporten”.
Kare Tepe era, hasta hace unas semanas, el campo transitorio para familias sirias, pero actualmente “hay unas 1.600 personas, la mayoría afganas, que no pudieron embarcar en los últimos barcos que salieron hacia Atenas”, asegura Urias.
Muchos voluntarios se han marchado a Idomeni
“Hay necesidad de voluntarios en la isla, pero está cubierta” Con estas palabras, Toni, de Proem Aid, resume la situación en Lesbos. “Actualmente hay embarcaciones de Proactiva Open Arms, G Fire, ERCI, Proem Aid y de un grupo de voluntarios irlandeses. Además están los barcos de los guardacostas griegos y de Frontex, y multitud de organizaciones también en tierra”.
Durante la noche del lunes no llegó ninguna embarcación y a lo largo del martes sólo un bote consiguió alcanzar la orilla y no hay constancia de que los guardacostas hayan interceptado ninguna otra. “Parece que esta vez sí que han cortado el flujo”, comenta Urías. “Muchos voluntarios se han marchado a Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, o al puerto del Pireo, en Atenas, para poder ayudar. Allí hay gente, aquí no”, prosigue. “Si las lanchas vuelven a llegar, volveremos, pero por ahora es más importante estar en otros lugares.
La situación de los millones de desplazados en países como Turquía o Líbano no cambia después del acuerdo. La firma entre la UE y Turquía lo único que hace es mantener un poco más lejos las consecuencias de las guerras y la desigualdad. Pero, como dice Toni, “todo es una incógnita”. Hoy es así, mañana se lo contaremos.
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* Médicos sin Fronteras, que trabajaba en el campo de Moria, anunció en la tarde del martes 22 de marzo que esa misma noche cesaría todas las actividades en ese centro, incluyendo el transporte de los refugiados al mismo, las actividades de agua y saneamiento y las consultas médicas en la clínica dentro del campo. "Hemos tomado esta difícil decisión de cesar nuestras actividades en Moria, porque continuar trabajando en el centro nos haría cómplices de un sistema que consideramos injusto e inhumano", afirmaba Marie Elisabeth Ingres, coordinadora general de MSF en Grecia.
Es lunes [21 de marzo] por la noche y el Camp Fire, el punto de encuentro de los voluntarios en el sur de Lesbos, está repleto de gente. Son cerca de las 23.00, el mar está en calma y una gran luna creciente se refleja en sus aguas. Alrededor de una hoguera se escucha hablar en castellano. Unos doce españoles...
Autor >
Olmo Calvo
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