Jazz
Ben Webster, un maestro del saxo tenor
Ayax Merino 30/03/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Ben Webster, casi nadie, palabras mayores son éstas, me destoco con reverencia, saxo tenor inmenso, de los más grandes, tela, canela fina, me quito el sombrero ante este gigante. Casi, casi, a la altura de Coleman Hawkins, lo que ya es decir mucho. Bueno, ya se sabe, la santísima trinidad de los tenores del jazz clásico: Hawkins, Young y Webster. Pero yo confieso sin rubor que siento una auténtica devoción por Ben, sin ambages lo confieso, vamos, que no me duelen prendas reconocerlo.
Ben Webster vio la luz por vez primera el 27 de marzo de 1909 en la ciudad de Kansas City, hace ahora la friolera de 107 años, se dice pronto, que son cabalmente los que tendría hoy si siguiera entre los vivos, que no sigue, pues falleció en 1973.
De niño aprendió a tocar el violín y el piano. Y años más tarde, cuando era ya todo un mozo, el pianista de blues, boogie-woogie a torrentes, Pete Johnson le dio lecciones de piano. Y no cayeron en saco roto las tales lecciones, pues gracias a ellas se ganó la vida una buena temporada allá por los años veinte, los llamados felices años veinte que acabaron como acabaron, ni más ni menos que tocando el piano como acompañante de las películas de cine mudo, que eran las que había entonces.
Al saxo llegó bastante tarde, pero nunca es tarde si la dicha es buena y por mi fe que lo fue, buena. El saxofonista Budd Johnson le inició en el instrumento enseñándole los más básicos rudimentos. El resto fue cosa del propio Webster, quien perfeccionó su manera de tocar él solito y sin ayuda de nadie, a base de trabajo y talento, que talento tenía para dar y tomar. Primero con el saxo alto y, luego ya, el tenor.
Y desde entonces hasta su muerte venga a tocarlo, el tenor digo. En todos sitios y con todo quisque. En 1931 entró a formar parte de la orquesta de Bennie Moten. Y después estuvo con Andy Kirk, Fletcher Henderson, Benny Carter, Cab Calloway, Teddy Wilson, en fin, la releche, todos nombres de relumbrón.
Pero su espaldarazo le llegó de la mano de Duke Ellington, en cuya banda se enroló en 1940 y con quien anduvo cosa así de tres años. Con el Duque, además de labrarse una sólida reputación, forjó un estilo más propio y personal. Sí, pues hay que reconocer que hasta entonces se le podía tildar de mero discípulo de Hawkins, un discípulo aventajado, sí, pero eso, uno más de los saxofonistas que imitaban al gran Hawks.
Cuando abandonó a Ellington, Webster formó sus propios grupos. Pero la llegada del bop eclipsó un tanto su carrera. Y en 1948 volvió a incorporarse a la orquesta del Duque, brevemente, hasta el año siguiente, cuando volvió a ir por libre. Luego, ya en los cincuenta, tocó a menudo en la Jazz at the Philharmonic (JATP) de Norman Granz, para quien grabó además algunos discos memorables.
Parece que el trabajo empezó a escasear o quizás fuese que las cosas no le marchaban del todo bien, el caso es que decidió aceptar una oferta para actuar en un local londinense y cruzó el charco dispuesto a todo. Nunca más volvió a los EE.UU., se ve que se encontraba a gusto en el Viejo Continente. Razones no le faltaban, eso también es verdad. Conciertos a tutiplén, giras, festivales, discos. Con músicos europeos y con americanos de visita por Europa como Clark Terry o Don Byas, además de compañeros de fatigas asentados por las tierras de este lado del Atlántico, como Kenny Drew o Dester Gordon, quien vivió una temporada en Copenhague. Como Webster.
Hombre afable, amable, encantador. Cuando estaba sobrio. Que es fama que tenía mal vino. Que cuando bebía, a menudo por desgracia, se transformaba y se tornaba en otro ser, un tipo completamente distinto, agrio, irascible, agresivo. En fin, esa fue su cruz. Y que tire la primera piedra el que esté libre de pecado, de cualquier pecado.
Se redimía siempre de sus males y sinsabores soplando su saxo tenor, lo que hizo siempre con maestría suma, con un sonido absolutamente delicioso y arrollador. Todavía hoy es recordado por sus baladas.
Tocó hasta el fin. Con el cuerpo quebrantado y maltrecho siguió tocando, aunque tuviese que hacerlo sentado cuando ya no aguantaba más. Murió en Amsterdam el 20 de septiembre de 1973, al poco de dar un concierto, su último concierto. A eso se le llama morir con las botas puestas, creo yo.
Ben Webster, casi nadie, palabras mayores son éstas, me destoco con reverencia, saxo tenor inmenso, de los más grandes, tela, canela fina, me quito el sombrero ante este gigante. Casi, casi, a la altura de Coleman Hawkins, lo que ya es decir mucho. Bueno, ya se sabe, la santísima trinidad de los...
Autor >
Ayax Merino
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí