Andrés Conde / Director general de Save the Children en España
"En Idomeni hay 350 niños solos”
Gorka Castillo 6/04/2016
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¿Hasta dónde puede llegar la crisis humanitaria? Tras permanecer una semana en el campo de refugiados de Idomeni y en otros que han sido improvisados dentro de Grecia, Andrés Conde, director general de Save The Children, no lo sabe aún pero constata que el desastre es descomunal y las condiciones de vida son espantosas. Desde la firma del acuerdo entre la UE y Turquía cada nuevo día parece peor que el anterior hasta llegar a la conclusión de que ya no cabe mayor sufrimiento para los refugiados ni mayor vergüenza para los europeos. Por eso, las ONG han decidido mantener sus infraestructuras intactas con el fin bienintencionado de evitar que hombres, mujeres y, sobre todo, niños caigan definitivamente en el desamparo al que parecen haber sido condenados. Pero, como dice Conde, no basta con la ayuda que prestan, “nunca es bastante”. Los refugiados les llenan de preguntas porque las duras respuestas que reciben les resultan incomprensibles.
¿Puede describir la situación que se han encontrado?
Hemos encontrado a un número de personas enorme, más de 50.000, en una situación de vida extrema porque el acuerdo entre la UE y Turquía no dice nada de esta gente que ya estaba en Grecia. Nos hemos encontrado hacinamiento, estados de ánimo de enorme incertidumbre, angustia y desesperación. Hemos vivido episodios muy dramáticos, como el de un joven que se prendió fuego a lo bonzo… Hay mucha desesperación.
Tras comprobar este desamparo, ¿dónde han quedado los principios de asilo y refugio que Europa siempre defendió?
La sensación es de vergüenza absoluta de ser europeo porque las historias de violencia que han vivido y viven estas personas son terribles. Es tan duro que me resulta imposible imaginar a cualquier mandatario europeo ordenando su deportación tras escuchar los testimonios que nosotros hemos recibido. Imposible.
Al principio, Europa criticó la posición de países como Hungría, que decidió cerrar sus fronteras, pero poco a poco la UE se ha aproximado a esa posición. ¿Cómo se puede explicar esta evolución?
La UE ha decidido preservar su situación de bienestar antes que atender un deber humanitario de asilo con personas que huyen de la guerra, de la violencia extrema. Europa ha olvidado que tras la II Guerra Mundial muchos de sus ciudadanos tuvieron que emigrar de forma forzosa para sobrevivir. Ayer hablaba con una mujer afgana que me mostraba dos orificios de bala en su cuerpo, uno en el pecho y otro en el costado. Había sufrido un ataque de los talibanes en el que su marido murió. Sin embargo, Europa le ha cerrado sus puertas aunque tenga derecho a ser asilada. Se suele decir que estamos ante el mayor reto humanitario desde la II Guerra Mundial. Yo añadiría que somos testigos del mayor retroceso moral de Europa desde la II Guerra Mundial.
¿Cómo calificaría el acuerdo que ha firmado la UE?
Es un acuerdo de carácter publicitario. El objetivo era cortar el flujo de personas que estaba en camino hacia Europa enviando un mensaje de que las fronteras se habían cerrado y, por lo tanto, que no vengan más.
Pero no lo han logrado porque según las últimas informaciones siguen llegando refugiados
Sí, siguen llegando. Sin embargo, la información oficial que llega a los campos es muy escasa. Y nadie se la proporciona a los refugiados. Ellos se mueven en función de los rumores y en estos rumores tienen mucho que ver las mafias, es decir, las organizaciones que están haciendo negocio con este movimiento de personas. Luego está el drama que tienen en origen, que es tan terrible que nada les detendrá. Ellos van a seguir arriesgando sus vidas, emprendiendo viajes imposibles e, incluso, consumiendo sus recursos para llegar a Europa.
Entonces, ¿no tiene duda de que este acuerdo con Turquía no aliviará la crisis humanitaria para el que fue redactado?
En absoluto. En primer lugar porque no hay nada dispuesto para solucionar la situación de las más de 50.000 personas que ahora están en los campos que hay en Grecia, ni para el millón de ciudadanos que ha llegado en el último año. No, su enfoque no es humanitario sino que es de restricción del flujo y de control de la frontera. Nada más.
A esto que usted indica se unen las protestas, cada vez más numerosas, de los refugiados por la situación que rodea los campos donde se encuentran. ¿Es esto cierto?
El término que utilizamos todos es el de centros de detención, más que campos de refugiados, porque en realidad son lugares donde los hombres, mujeres y niños que han llegado en balsas son recluidos y ya no se pueden mover hasta que se evalúe su situación. Por lo tanto, no es extraño que muchos refugiados digan que se sienten encarcelados. Lo que antes eran centros de acogida hoy son centros de detención.
¿Quién vigila esos campos de reclusión?
El ejército y la policía griega.
¿Cuál es su actitud?
Grecia está extremando el cuidado para evitar episodios de violencia porque se trata de un volumen enorme de personas al que se enfrenta que vive en un estado de tensión también muy grande. Cualquier chispa que salte entre militares y refugiados puede desatar un incendio cuya violencia puede alcanzar proporciones incalculables. Lo que hemos percibido es una policía colaborativa.
¿Tienen constancia de la presencia de niños solos dentro de los campos?
Sí, con nombre y apellidos. En Idomeni, en la frontera norte, donde han sido agrupadas 12.000 personas, hay 350 niños que llegaron solos y aún no se ha podido localizar a sus padres. Para nosotros es el grupo prioritario, el más vulnerable. En el resto del país, Europol habla de 10.000 menores cuya procedencia es desconocida.
Una cifra estremecedora, ¿qué ha ocurrido con ellos?
Algunos no han sido identificados por las autoridades. Otros se perdieron de sus familias durante el viaje y todavía no han sido encontrados. Luego están aquellos menores que han podido caer en manos de las redes mafiosas, según ha informado Interpol, y que de ser cierto es alarmante.
¿Cómo proceden a la identificación de los menores que llegan solos a los campos?
Hay varios procedimientos. Uno es el acercamiento natural de los niños a los miembros de la organización que trabajan sobre el terreno. Otras veces es la propia policía la que nos avisa de que han encontrado a varios de ellos y que han sido trasladados a comisaría. También realizamos monitoreos permanentes en los campos. Una vez identificados, son los mediadores culturales de la organización quienes se registran sus nombres y procedencias y les brindan protección y asistencia en los centros.
¿Qué motivos provocan la presencia de niños desamparados en los campos de refugiados?
Trabajamos con dos hipótesis. Una es que su propia familia financió su viaje para sacarle del horror que vivía en Irak, Afganistán o Siria. Se trataría de una unidad familiar con recursos para un solo individuo y optaron por el menor. La otra opción es más chocante. Podrían ser niños que fueron separados de sus padres durante el trayecto. Hablamos de dos meses de viaje por término medio en condiciones terroríficas. Recuerdo el caso de un refugiado que durante una parada técnica realizada por el autobús, se bajó un momento y cuando subió ya no volvió a ver a su familia. Hay muchas separaciones similares a lo largo de un viaje repleto de dificultades y penalidades.
¿Son las noches peligrosas en el interior de los campos?
Sí, y especialmente para los menores de edad. La vida en el interior es extremadamente dura lo que provoca mucha ansiedad a los refugiados. Todo se organiza en función de las colas y las largas esperas. Cola para coger agua, cola para ir al baño, cola para la comida. Cuatro y cinco horas así al día. El nivel de tensión cuando cae la noche es altísimo. Y la oscuridad es idónea para desatar cualquier brote de violencia. Cuando hay abusos, la noche es el contexto ideal para cometer estos actos. Por este motivo, muchos de estos niños que están desamparados en Idomeni duermen en nuestras instalaciones protegidas.
¿Hacia dónde puede desembocar esta situación? ¿Qué desenlace barajan para esta crisis?
Es difícil… Ya nos gustaría vislumbrar un posible escenario de futuro pero no lo sabemos. Las medidas europeas es cerrar su frontera y trasladar el límite externo a Turquía. Podría ser que lograsen ese objetivo pero los refugiados seguirán buscando alternativas y encontrarán otras vías, más difíciles aún, más costosas para la supervivencia porque lo que ellos tienen detrás es mucho más terrible que lo que tienen por delante. No van a parar. También es una gran incógnita qué es lo que va a pasar con los que ya están aquí porque no hay nada dispuesto para ellos. Entonces, con sinceridad, no puedo responder a la pregunta. Sólo sé que es terrible lo que les estamos haciendo a estas personas. Algún día, la Historia recordará esta indecencia.
A veces queda la sensación de que no se hace lo suficiente por cambiar la situación. Por ejemplo, ¿no podrían las grandes ONG movilizar a sus socios, comprometerlos más en la acción contra una realidad casi demencial?
Puede ser. Hay un movimiento enorme del voluntariado pero la mayoría de las grandes ONG que están aquí trabajando no tienen la incidencia política en su misión. La ciudadanía en su conjunto puede apoyar más activamente a las organizaciones que estamos trabajando para aliviar un poco el drama pero sobre todo debería exigir a nuestros líderes políticos una respuesta legal a esta crisis y que esté a la altura de las circunstancias que estas personas están viviendo. Ha quedado claro que las autoridades no lo van a hacer pero la presión social consigue cambiar las cosas. Mire lo de Islandia. Me parece fantástico que la ciudadanía se movilice de esa manera por esos motivos. Respecto a las ONG, es verdad. Nuestra denuncia también debería ser más fuerte y contundente ante una situación de injusticia que yo no había visto nunca.
¿Hasta dónde puede llegar la crisis humanitaria? Tras permanecer una semana en el campo de refugiados de Idomeni y en otros que han sido improvisados dentro de Grecia, Andrés Conde, director general de Save The Children, no lo sabe aún pero constata que el desastre es descomunal y las condiciones de vida son...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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