Julio Alberto / Exfutbolista de Atlético de Madrid y del FC Barcelona
“Tengo clarísimo que la Champions la gana el Atlético”
Toni Cruz 27/04/2016
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Julio Alberto Moreno (Candás, Asturias, 1958) ha aprendido a esculpirse una sonrisa a base de golpes. Se los dio Quini con cariño, se los dio Luis con respeto, se los pudieron dar también Cruyff, Maradona o Laudrup. Fue uno de los mejores laterales izquierdos de los ochenta y formó parte de una gran generación de jugadores españoles que quedaron finalistas de una Eurocopa y cuartofinalistas de un Mundial que pudieron ganar. Su trayectoria vital es tan extrema e imposible que se asemeja a su gol más importante, aquel pelotazo que se coló entre una maraña de piernas en unos cuartos de Copa de Europa a la Juventus. En su memoria, tantos recuerdos que ha plasmado en un libro cuyo título, Nunca recordaré haber muerto, evoca sus coqueteos extremos con la parca. Algunos los quiere recordar, otros prefiere enterrarlos.
No sé si pudo ver la entrevista de Jordi Évole a Juan Mata del pasado domingo...
(Sin dejar terminar la pregunta) Jordi Évole me envió un mensaje diciéndome que era admirador mío. Me ha llegado por un amigo mío.
Pues Juan Mata le dijo a Évole que los jugadores de élite viven en una burbuja...
Pues sí. Viven en una burbuja, sí.
¿En sus tiempos de futbolista también vivían así?
Exactamente igual, sí.
A usted nunca le faltó el dinero cuando era jugador, incluso se casó con una rica heredera pero... ¿qué significa el dinero para usted?
El dinero no es lo importante. Acompaña, pero hay cosas mucho más importantes
A Julio Alberto el fútbol le ha dado...
Todo. El fútbol es lo más bonito que hay.
Sí, pero... ¿Le ha quitado algo? El tema de sus adicciones, por ejemplo... ¿culpa de ello al fútbol?
Me lo dio todo y no me quitó nada. No culpo en absoluto al fútbol de esos problemas que tuve. Y no me gusta hablar de eso.
Mi infancia no fue sencilla. Desde pequeño tengo que dormir con una luz siempre encendida y un libro debajo de la almohada porque tengo miedo
La última publicación en su blog personal dice: “Desearía saber qué se siente al ser libre / Desearía poder romper todas las cadenas que me sujetan / Desearía saber cómo decir todas las cosas que debo decir / Y decirlo bien alto y claro para que todo el mundo pueda escucharme”.
Es muy bonita. ¿Te gusta?
A mí sí, pero me gustaría saber qué significa.
Es una reflexión que está sacada de una canción que encontré en inglés y recompuse. Cuando escribo que desearía saber qué se siente al ser libre me refiero a que estamos tan presos de tantas cosas… de las hipotecas, de las empresas... nos convertimos en prisioneros encadenados a una manera de vivir que vamos eligiendo constantemente. Tomamos decisiones equivocadas. Yo cada día me he ido desatando de esas cadenas. No tengo ninguna propiedad. Tengo una casa de alquiler y no estoy sujeto a nada, pero tampoco tengo deudas. No hablo de estar esclavo a sustancias, sino de otras cosas. Un día me fui a Croacia, me puse allí a trabajar y a vivir con mi perro y con ochocientos euros era feliz.
Ya que habla de un país de la antigua Yugoslavia, ¿qué le pasó en Kosovo?
Estaba trabajando con Unicef y la Fundación del Barcelona en Kosovo al final de la guerra. En Mitrovica, cruzando un puente un francotirador me apuntó a la cabeza con un rifle y me dijo que me quitara el chaleco antibalas. Cuando te dicen eso sabes que es porque te van a matar. Julian, el intérprete que llevaba, se escondió en el coche blindado. Yo fui el único al que dejaron pasar los serbios. Ese mismo día habían quemado siete iglesias allí.
¿Por qué no le mataron?
Porque me conocían y sabían que había sido jugador del Barça y que iba a trabajar con los niños. Me dejaron cruzar el puente e ir al campo de fútbol para estar con los niños a mí solo.
Luis me enseñó que llegar más rápido no es mejor, que es mejor pararse y pensar… y que todo el mundo se equivoca
¿Se ha preguntado alguna vez por qué sigue vivo?
No. Se lo pregunto al Director. Yo a Dios le llamo Director porque no soy de ninguna historia, ni de nada... yo le llamo Director.
Ha vivido muchos dramas. ¿Es usted feliz?
No quiero recordar cosas del pasado. Me cuestan mucho. Soy bastante feliz ahora.
Fue futbolista profesional a pesar de que hasta los doce años no le pegó una patada a un balón…
Así es. Mi infancia no fue sencilla. Desde pequeño tengo que dormir con una luz siempre encendida y un libro debajo de la almohada porque tengo miedo. A pesar de tener padre y madre viví desde los ocho años en orfanatos y recuerdo que jugaba sobre todo al ajedrez, llegando a ser campeón de Asturias. Por cierto, en esos tiempos me colé en un entrenamiento del Sporting y Quini, que luego sería compañero mío, me dio dos leches. Entonces mis ídolos eran Cruyff y Breitner, por ellos me empecé a interesar por el fútbol, aunque al principio lo único que hacía era correr. Un día le robé a mi padre novecientas pesetas para coger un autobús e ir a Madrid a buscar a mi madre y a mi hermano. Vivíamos en una pensión en unas condiciones no muy buenas. Empecé a buscarme la vida trabajando como botones en el Banco Vitalicio (luego acabé casándome con la hija del presidente de ese banco).
Cuando hice las pruebas del Atleti no tenía botas. Tuvimos que estar tiempo comiendo únicamente azúcar, galletas y leche. Mi primer sueldo lo invertimos en reventar el supermercado
Y en ese momento aparece el Atlético en su vida.
Así es. Me enteré de que estaban haciendo pruebas para buscar jugadores y le pregunté a mi madre: “¿y si me presento?” No tenía nada que perder. En realidad, mi único problema era que no tenía botas ni casi dinero para comprarlas. Invertimos mil ochocientas pesetas en unas Adidas Santiago que jamás olvidaré. A cambio, tuvimos que estar tiempo comiendo únicamente azúcar, galletas y leche.
Pasó esa prueba y luego Luis Aragonés fue clave en sus inicios.
Sí. Mi primer sueldo fue de 68.000 pesetas, que invertimos en reventar el supermercado. Recuerdo que me presenté al primer entrenamiento con un chándal amarillo que me habían regalado con las botas y Luis Aragonés me echó por mera superstición. Poco a poco fui ganándome su confianza y un día me convocó (concretamente, el día 29 de enero de 1978). Jugábamos contra la Real y llegué a la puerta 0 del Calderón y dije: “Vengo a jugar, me lo ha dicho Luis”. Los porteros no me creían.
¿Qué recuerda de ese estreno como profesional?
Pues que en un lance del partido, iba a sacar de banda y me encontré con que a mi madre se la estaban llevando entre dos policías porque unos aficionados vascos le habían abierto la cabeza. Se lo dije a Luis, que me pidió que me olvidara de eso y jugara. Imagina…
¿Qué más le enseñó Luis?
Que llegar más rápido no es mejor, que es mejor pararse y pensar… y que todo el mundo se equivoca. Esto último me lo enseñó después de una eliminatoria de Copa ante el Athletic en San Mamés donde le colé dos goles a Miguel Reina sin querer. Desde ese día me obligó a que hiciera las veces de segundo entrenador –y apenas tenía veinte años-- observando varios partidos desde la grada. Eso me hizo ver que en el fútbol se cometen errores forzados y no forzados y Luis me dijo: “¿Verdad que todo el mundo se equivoca?”. Desde ese día fui titular durante casi toda mi carrera.
Marcos Alonso y yo éramos conocidos como los Gremlins. A Menotti y a su equipo les adormecimos con narcóticos, se tiraron dormidos casi 24 horas. Y a Quini le metimos en su habitación una cabra negra amordazada
¿Fue a firmar por el Barcelona en pijama y babuchas?
Sí. Fue en la temporada 1981-82 antes de un partido ante el Espanyol (18 de abril del 82). Núñez me fue a buscar al hotel y así vestido acudí a firmar por el Barcelona. Decía que no podía esperar.
De blaugrana vivió los mejores momentos de su carrera profesional
Fueron unos años increíbles. Pude ver la exhibición de Maradona ante el Estrella Roja en Belgrado, marqué mi famoso gol a la Juve, conseguimos doce títulos… Tuve enormes entrenadores e incluso recibí la invitación de Platini para acudir a su partido homenaje de final de carrera. También jugué en Wembley un encuentro conmemorativo de los cien años de Liga en el que estuvieron presentes Pelé, Charlton, Best…
Y en los que cometió numerosas travesuras, cuentan…
De todo. Marcos y yo éramos conocidos como los Gremlins. Terry Venables tenía de ayudante a Allan Harris, que era muy… escrupuloso. Un día compramos un amplificador de voltios que conectamos al pomo de nuestra habitación y cuando vino a abrirnos para despertarnos, imagina. A Menotti y su equipo les adormecimos con dos frascos de narcóticos, se tiraron dormidos casi 24 horas. Y no sólo a los entrenadores. A Quini, en su habitación de un hotel de Vallvidrera, le metimos una cabra negra amordazada y, claro, cuando empezó a escucharla emitir unos extraños sonidos salió corriendo diciendo “¡me matan, me matan!”. Estaba aún sensible tras el secuestro.
Compartir vestuario con dos personas como Menotti y Maradona tuvo que ser...
La verdad es que fue fantástico. Maradona era un grandísimo jugador y compañero. Menotti venía de ganar un Mundial, coño, y era… Dios. Además, un entrenador como la copa de un pino.
Aún hoy no entiendo cómo no ganamos esa final contra el Steaua. Sigo sin comprender cómo aquellos matados nos ganaron
¿Por qué no ganaron la final de la Copa de Europa ante el Steaua en Sevilla?
Aún hoy no lo entiendo. Sigo sin comprenderlo. Ese partido lo he visto tres veces y mira que tuvieron ocasiones Carrasco, Schuster... No comprendo que aquellos matados nos ganaran.
Dijo en su momento que querría seguir en el Barcelona hasta 2000, pero se marchó en 1991 ¿Cómo salió del club?
Bien. Yo quería retirarme. Tenía una oferta para trabajar en un banco y seguir vinculado de alguna manera también al club, así que... bien.
Habla maravillas de Cruyff, pero con él empieza a ser suplente...
Me llevaba maravillosamente bien con él. De hecho, tenía una oferta de renovación del club por dos o tres años más.
¿Se le ha dado el suficiente mérito a la selección de sus tiempos?
Teníamos grandísimos jugadores. Era muy potente. La selección de ahora es potente, pero acuérdate de los Camacho, Arconada, Maceda... nosotros si no hubiéramos empatado con Bélgica y la mala suerte de lo del gol de Arconada en la final de París hubiéramos ganado un Mundial y una Eurocopa. Tuvimos muy mala suerte. En la final de la Eurocopa del 84 jugamos un partidazo –es verdad que en los partidos anteriores contra Rumanía y Dinamarca lo pasamos mal--. Guardo un grato recuerdo tanto de Miguel Muñoz como de Vicente Miera.
Usted vio desde el campo el 5-1 ante Dinamarca con aquella exhibición de Butragueño...
¿El Buitre? Al Buitre le hice rezar el Padre Nuestro. Fue por primera vez a la selección en el 84 en la Eurocopa. Era compañero mío de habitación y le gasté un par de bromas. Una de ellas fue obligarle a rezar. Con Emilio me llevo fantásticamente bien.
La selección de ahora es potente, pero acuérdate de los Camacho, Arconada, Maceda... Si no hubiéramos empatado con Bélgica y la mala suerte en la final de París hubiéramos ganado un Mundial y una Eurocopa
En ese Mundial se suele decir que Maradona se alegró de la eliminación de España porque os temía...
Sí, sí. El único equipo al que no quería enfrentarse Maradona era España. Había hablado con él dos días antes y así me lo dijo. Se alegró mucho porque sabía que era el equipo que le podía hacer daño a Argentina.
Cuando llegó su retirada del fútbol empezó esa época de la que ya no quiere casi hablar…
Todo empezó en el 93 y terminó en el 95. Mi historial con la droga es corto e intenso. De él he aprendido que sin voluntad no hay nada. De todo eso se han contado muchos episodios, unos ciertos y otros no. Me sentí sucio, pero ya me perdoné. Estuve en Maldivas, en la India, Sri Lanka… iba huyendo hasta que en el 99 tuve una recaída. A partir de ese momento, sin saber lo que has sufrido, se te coloca un letrero a las espaldas: “Drogadicto”. Entonces pensé: “si tuve huevos de ganar al Madrid en su momento, ¿por qué no voy a superar esto?”. En ese momento no tenía nada y un día Laporta me cita en una cafetería para ofrecerme un contrato de 600 euros, que me pareció una barbaridad. A mí, que había llegado a cobrar 200 millones. Aprendí a vivir de otra manera y a apreciar otras cosas.
Una mirada a la actualidad. Estamos en semifinales de Champions, ¿cómo las ve?
Que va a ganar el Atlético sí o sí. Lo tengo claro. No claro, clarísimo. El Atlético de Madrid está haciendo un trabajo con Simeone excepcional. El peor equipo que le podía tocar al Barça era el Atlético y se sabía que lo iban a pasar mal. Y nada que objetar a esa eliminación.
¿Ve a la selección capaz de repetir un éxito parecido al suyo en la Eurocopa de Francia?
Es difícil, pero creo que tenemos un pedazo de selección. ¿Sabes a quién echo a faltar yo? A Xavi. Porque es un futbolista que el Barça lo echa a faltar y España también lo echará a faltar. Un jugador como él es difícil de tener.
Después de una vida tan intensa, ¿algo que le quede por conseguir a Julio Alberto?
Me queda ser un buen padre.
Julio Alberto Moreno (Candás, Asturias, 1958) ha aprendido a esculpirse una sonrisa a base de golpes. Se los dio Quini con cariño, se los dio Luis con respeto, se los pudieron dar también Cruyff, Maradona o Laudrup. Fue uno de los mejores laterales izquierdos de los ochenta y formó parte de una gran generación de...
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Toni Cruz
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