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Hace horas que Vicente del Bosque, por el que profeso profunda admiración, ha hecho pública su preselección para la Eurocopa. Sus consecuencias, un clásico: zurrar al seleccionador, deporte olímpico. Es así desde tiempo inmemorial. Con Clemente, con Camacho, con Luis y ahora con Vicente. También será así cuando Villar salga del sarcófago y diga eso de “que pase el siguiente”. A unos les faltan nombres, a otros les sobran. Arremeter contra el seleccionador y su lista es tentador para aficionados y periodistas que, a golpe de bayoneta calada, defienden candidaturas no electas y cuestionan méritos de los seleccionados. En el ojo del huracán, ausencias como Javi Martínez, Costa, Alcácer, Torres, Sergi Roberto, De Mata, Vitolo o Jesús Navas; y en el otro extremo, presencias como Cesc, Pedro o Bartra. El seleccionador decide. El resto de españoles, no. El debate existe: justo o injusto, merecido o no, fulano o mengano. Siempre será así. Sin embargo, conviene hacer parada y fonda en un nombre propio del que, con total seguridad, no hablarán los medios de comunicación. Dicen que una cualidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones, porque hacerla esperar es una injusticia. Gabriel Fernández Arenas lleva cuatro años esperando que se le haga Justicia, con mayúsculas. La que merece y nunca llega. Esa que no forma parte de un arrebato forofo, ni de un capricho atlético, ni consiste en matar al seleccionador, sino que se encuentra, limpia y clara, año tras año, entre rendimiento, números y títulos.
La pregunta del millón es ¿qué criterio y requisitos se necesitan para ir a la selección? Si el criterio responde a los méritos acumulados, resulta sorprendente que el capitán de un equipo que ha ganado cinco títulos en dos años, llegado a dos finales de Champions en tres y sido pieza clave de su equipo durante cuatro años, no haya recibido ni una sola llamada, ni para un amistoso, ni para un encuentro oficial. Si lo que se premia es el estado de forma puntual para acudir a las convocatorias, resulta complicado encontrar un tipo mejor preparado, física y mentalmente, que un señor que lleva tres años siendo el jugador que más kilómetros ha recorrido en la Champions y en la Liga, y que no ha sido convocado nunca con la absoluta, ni siquiera para un bolo. Si lo que se premia es el rendimiento, pero con la atenuante de la edad, resulta inexplicable aferrarse a ese pretexto para justificar su no inclusión, cuando el seleccionador mantiene en el grupo a un meta que ha cumplido los 33 y a un delantero de 35. Si para enfundarse la casaca roja se mira el DNI, convendría mirar el de todos. Si lo que se premia para vestir la camiseta de España es la calidad, resulta incomprensible que el seleccionador decline probar con un futbolista que está en el Top-5 de jugadores que más pases da y que más balones recupera de la Liga. Y si uno de los requisitos para acudir a los torneos es reclutar jugadores de personalidad extrema, uno sigue sin entender cómo no se cuenta con un capitán veterano, que aconseja a los más jóvenes, reparte confianza en el vestuario y está preparado para dejarse la vida en cualquier escenario, sea torneo de verano o final de Champions. Si acudir a la selección es cuestión de méritos, a Gabi le sobran.
Desde la más absoluta admiración hacia Vicente del Bosque, se puede y se debe denunciar que después de cuatro años maravillosos, de rendimiento y compromiso, la ausencia prolongada de Gabriel Fernández Arenas, el capitán del Atlético, resulta un misterio insondable. Uno inexplicable. Gabi acaba todos los años entre los diez que más balones pasan y más recuperan de la Liga. Todos los años acaba entre los diez medios que más pelotas administran con puntería y más robos protagonizan en la Champions. Lleva cinco títulos en cuatro años, dos finales de Champions en tres y ha estado varias veces presente en el once ideal, tanto de la Champions League como de la UEFA. Y no hay prejuicio o manía persecutoria del seleccionador hacia el Atlético, no hay caso, porque al equipo nacional han acudido todos sus compañeros españoles de equipo, de manera puntual o continua: Mario Suárez, Juanfran, Domínguez, Adrián, Saúl, Koke, Diego Costa, Fernando Torres o Raúl García. Todos tuvieron su pequeño tributo, su oportunidad, en forma de premio o de reconocimiento. Todos, menos Gabi. No hay contubernio antiatlético, pero sí injusticia gigantesca. Una que debería ser reparada cuanto antes, porque estos hilillos ya son una mancha de chapapote.
No importa que uno sea hincha del Madrid, Barça, Athletic, Betis, Sevilla o Calahorra. A estas alturas de la vida, todos coincidirán en que, después de cuatro años a un rendimiento superior al de muchos compañeros de profesión, de equipo y selección, resulta muy triste que un jugador del calibre y peso específico de Gabi no haya jugado ni un solo partido con España, amistoso o oficial, de clasificación o de fase final. Ni una lista provisional. Ni una definitiva. Cero al cociente y baja la cifra al siguiente. Desde que llegó, Del Bosque ha hecho debutar con España, entre amistosos y oficiales, a 61 jugadores. Más allá de los clásicos Iniesta, Busquets, Ramos, Alba, Casillas y compañía, aparecen nombres propios como Nacho, Gaspar, Etxeita, Vitolo, Camacho, Juanmi, Callejón, Morata, Rodrigo, Bernat, Munir, San José, Iturraspe, Moreno, Iñigo Martínez, Muniain, Michu, Manu del Moral, Diego Capel, Diego López o Monreal. Todos tuvieron la oportunidad de poder defender a su país gracias a su estado de forma y sus méritos deportivos. Gabi no. Ninguno de ellos formó parte del once ideal de la Champions, ni de la UEFA, ni estuvo estas temporadas entre los diez jugadores de la Liga que más pasan y más roban. Y por supuesto, ninguno de los citados tuvo la suerte de jugar en un equipo capaz de colarse en dos finales de Champions en tres años. Todos tuvieron recompensa, menos Gabi. Hace cuatro años que el capitán del Atleti no tiene la justicia que merece. Y eso no dice nada malo de él, sino de quien la administra. Es peor cometer una injusticia que padecerla, porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no. Es más que posible que Gabriel Fernández Arenas jamás llegue a vestir la camiseta de la selección, pero esa injusticia manifiesta forma parte del tanque de gasolina de quien va por la vida de frente, sin revanchas, porque como Rocky Balboa le dijo a Apollo, no las necesita. España se lo pierde. El Atleti lo disfruta.
Cuentan que, justo después de que la bota sagrada de Paolo Rossi abatiera al Brasil mágico de 1982, cuando los sudamericanos abandonaban el césped entre lágrimas, los periodistas preguntaron al Doctor Sócrates por su decepción. Su respuesta fue lapidaria: “¿Perdimos? Mala suerte y peor para el fútbol”. ¿Qué se puede decir cuando Gabi no ha vestido la camiseta de la selección española, ni siquiera una vez, después de cuatro años de nivel espectacular? Muy fácil. Mala suerte y peor para España.
Hace horas que Vicente del Bosque, por el que profeso profunda admiración, ha hecho pública su preselección para la Eurocopa. Sus consecuencias, un clásico: zurrar al seleccionador, deporte olímpico. Es así desde tiempo inmemorial. Con Clemente, con Camacho, con Luis y ahora con Vicente. También será así cuando...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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