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Dopaje y patrocinio

Cuando el dinero no abandona al tramposo

Las grandes marcas de patrocinio no abandonan siempre a un deportista sancionado por dopaje. Las autoridades antidoping reclaman una actitud más severa para luchar por un deporte limpio

Gabriel Méndez-Nicolas 15/06/2016

<p>Cartel que informa sobre un control antidopaje</p>

Cartel que informa sobre un control antidopaje

Flickr

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El pasado 9 de junio, el Comité Internacional de Tenis impuso a María Sharapova dos años de sanción sin poder competir en ningún torneo. La exnúmero uno del mundo había dado positivo por meldonium, una sustancia cuyo uso quedó prohibido el 1 de enero del 2016. Sharapova siguió tomándolo hasta que el 26 de enero, día en el que no pasó un control antidopaje durante el Abierto de Australia que disputaba en Melbourne.

La sanción, a priori, supondría un duro revés para su economía. En 2015 los ingresos de la rusa se aproximaban a  30 millones de dólares según la revista Forbes --la tenista mejor pagada del planeta--. Sin embargo, el dinero que obtuvo por sus resultados tenísticos no alcanza los 7 millones. No llega a ser ni el 30% de sus ingresos anuales, cuyo grueso se sustenta en contratos con patrocinadores. Nike, Head, Evian, Porsche, Tag Heuer y Avon son los más importantes de una lista de sponsors que permitieron que la tenista rusa fuera de las deportistas mejor remuneradas del mundo en 2015. Los 3 últimos de la lista han roto con la deportista: Porsche ha decidido “posponer sus actividades” con ella, Tag Heuer también considera “suspendidas las negociaciones” para la renovación de contrato, y por su parte Avon, que tenía a Sharapova como la cara de uno de sus perfumes, ya “no tiene planeado extender la relación”.

Por otro lado, tanto Head como Evian han decidido seguir con su colaboración, exculpando a la tenista “por ganarse el beneficio de la duda” o “por su no intencionalidad en la contravención”. Nike, que firmó en 2010 con la tenista un contrato de 70 millones de dólares hasta 2018 --casi 9 millones de dólares anuales aproximadamente--, se desvinculó en un principio, pero ha vuelto a su lado con la misma excusa que los dos anteriores: “no tenía intencionalidad de romper las reglas”, según alegó la firma estadounidense. Dejando aparte el argumento del desconocimiento o la no intencionalidad  de Sharapova --algo dudoso, pues la Agencia Mundial Antidopaje, WADA en sus siglas en inglés, publica la lista completa cada vez que una nueva sustancia se añade a ella--, Nike decidió finalmente no romper lazos con Sharapova.

No es la primera vez que el gigante estadounidense --que cerró el año fiscal de 2015 con casi 3.300 millones de dólares de beneficio-- se ve enfrentado a un caso de dopaje de uno de sus deportistas. El episodio más destacado lo protagonizó en 2012 el ciclista Lance Armstrong, con su escándalo de dopaje cuando se encontraba ya en el retiro deportivo. El rey del ciclismo dejó al mundo en shock por sus trampas a lo largo de su exitosa carrera y Nike decidió romper su contrato con él. Sintiéndose aparentemente engañada, la multinacional decidió terminar su relación contractual con el deportista, pero no con su fundación Livestrong “por sus iniciativas” contra el cáncer (en 2013 terminaron con esa colaboración también). Del mismo modo, el otro gigante del sector, la multinacional alemana Adidas, tuvo también que tomar una decisión dura contra el dopaje y la corrupción conlleva. La multinacional era hasta principios de 2016 el patrocinador más importante de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, para International Association of Athletics Federations), que se ha visto salpicada por un caso de corrupción por encubrir el dopaje a gran escala. La IAAF se vio implicada en unas acusaciones muy graves por unas filtraciones de resultados de pruebas anti-dopaje que ponían en duda su lucha para acabar con los engaños deportivos. Muchas medallas que se consiguieron en los campeonatos mundiales y en las olimpiadas fueron conseguidas por atletas con unos resultados en las pruebas dudosos o “anormales”, según los mayores expertos en anti-doping mundial. A tenor de esta noticia, Adidas decidió acabar toda relación con la asociación, que perdió así su fuente de ingresos más importante.

A estos ejemplos de contundencia contra el dopaje podemos contraponer otros casos en los que las multinacionales no tuvieron tanta mano dura contra las trampas deportivas. En 2014, Nike devolvió su confianza a Justin Gatlin, un corredor estadounidense que fue suspendido en 2001 por dopaje durante 4 años por uso de anfetaminas, y de nuevo castigado por reincidir en 2006, esta vez con testosterona. La multinacional, que colaboraba con él hasta su segunda exclusión de 2006, decidió romper los lazos con el atleta, que evitó la suspensión de por vida al colaborar con las autoridades antidopaje. A su vuelta firmó con Xtep, una empresa China. Sin embargo, en 2014, Gatlin consiguió unos resultados impresionantes, los mejores de toda su carrera, llegando a correr los 100 metros lisos en 9,77 segundos. Buscando hacer frente a Puma --que monopolizaba los puestos nobles en esta disciplina--, Nike volvió a ofrecer un contrato al atleta ‘arrepentido’. Un año antes, otro corredor americano, Tyson Gay era suspendido durante un año por utilizar un anabolizante prohibido.. El sponsor que colaboraba con Gay antes del escándalo era otro gran gigante del sector, Adidas, que decidió abandonar toda relación con el corredor tramposo. Nike proporcionó al año siguiente a Tyson Gay la posibilidad de vestirse con la marca, pero sin ofrecerle un contrato, lo que muchos calificaron de patrocinio clandestino.

Nike no es la única firma deportiva que demuestra una ambigua y, en cierta manera, hipócrita, forma de aplicar su rechazo al dopaje y a las malas prácticas. Parece bastante contradictorio que Adidas dé por terminada su colaboración con la IAAF por corrupción y dopaje pero que no aplique esta misma dureza con los escándalos de corrupción de la FIFA, organismo del que ha sido principal patrocinador. Otro ejemplo es el de la compañía de raquetas Head, que ha optado por cuestionar antes a la Agencia Mundial Antidopaje por sus listas de sustancias prohibidas que a su propia tenista.

La intrínseca competitividad del deporte y su enorme capacidad para generar dinero hace que, desgraciadamente, los escándalos de dopaje sean algo habitual. Antes de los escándalos previamente relatados, el caso Balco --que se llevó por delante a la emblemática atleta Marion Jones-- convulsionó al atletismo mundial. En España, la Operación Puerto y la Operación Galgo han sido los casos con más repercusión. El debate de si se están llevando a cabo todas las acciones posibles para combatir las prácticas prohibidas, y la corrupción que en muchos casos la tolera, es recurrente.

En marzo de 2016, tras el escándalo del dopaje en el atletismo ruso, el presidente de la Agencia Mundial Antidopaje, Craig Reedie, instó a una mayor ayuda para su asociación, especialmente en materia económica. "Si las investigaciones avanzadas van a convertirse en norma, entonces debemos por supuesto explorar seriamente una mayor financiación”, dijo. El presupuesto de la AMA abarca 26 millones de dólares, una financiación demasiado baja para combatir el dopaje en el deporte moderno, según la asociación. Para conseguir más respaldo económico, Reedie ponía sobre la mesa la posibilidad de que los patrocinadores “ayuden a financiar un deporte limpio”.

David Millar, exciclista que reconoció haberse dopado y que colabora ahora con la AMA, propuso incluso que los patrocinadores paguen un precio si uno de sus deportistas cae en el dopaje por la “diferencia que esto conllevaría” para luchar contra las trampas en el deporte. De esta manera, los patrocinadores pasarían a ser “más proactivos” en la prevención contra el dopaje, y no serían sólo “cuerpos externos que no tienen nada que ver con ello”.

A pesar de ciertos casos de mano dura contra los deportistas tramposos, los sponsors tienen mucho más camino que recorrer si quieren prevenir los casos de dopaje y distinguirse en la lucha por un deporte limpio. Desde aportes económicos a las asociaciones y organizaciones que luchan contra ello con sus beneficios astronómicos, hasta tener una tolerancia cero hacia los deportistas que han usado sustancias ilícitas, castigándoles económicamente con la ruptura de contratos millonarios.

Los beneficios de la empresa, así como su reputación parecen ser las dos únicas preocupaciones de los sponsors. La contundencia de los patrocinadores ha sido mucho mayor condenando otras prácticas, como por ejemplo, el consumo de drogas recreativas, u otros escándalos que no infringían ningún código deportivo.

El nadador Michael Phelps, hombre-récord de la natación mundial, perdió su contrato con la multinacional agroalimentaria Kellogg’s en 2009 por consumo de marihuana (sin ni siquiera un control, únicamente una foto publicada en prensa). Tiger Woods también perdió entre 2009 y 2010, a tres de sus grandes patrocinadores --Gatorade, AT&T y Accenture-- por un escándalo de adulterio que causó mucho revuelo en Estados Unidos. Otro escándalo más reciente supusieron las declaraciones homófobas del conocidísimo boxeador filipino Manny Pacquiao. “Los homosexuales son peores que los animales”, profirió el luchador a principios de 2016. Tuvo consecuencias: Nike puso fin a su colaboración con él. Estos ejemplos nos demuestran hasta qué punto los patrocinadores pueden castigar con dureza la inmoralidad y el consumo de drogas recreativas. Sin embargo, los ejemplos anteriores de Nike o Adidas demuestran lo laxo que pueden ser los patrocinadores con el consumo de sustancias dopantes. Si se sanciona por parte de los sponsors las inmoralidades de sus deportistas, cabe esperar el mismo comportamiento e incluso algo más de rigidez con sus engaños a la compañía y al mundo del deporte. ¿Hasta qué punto los patrocinadores están involucrados en la lucha contra el dopaje? ¿Es esta una de sus prioridades?

 

El pasado 9 de junio, el Comité Internacional de Tenis impuso a María Sharapova dos años de sanción sin poder competir en ningún torneo. La exnúmero uno del mundo había dado positivo por meldonium, una sustancia cuyo uso quedó prohibido el 1 de enero del 2016. Sharapova siguió tomándolo hasta que el 26 de enero,...

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