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La alocución línea-roja es lo que los científicos de la NASA denominan un marco como el carajo de una vela. Si se fijan, no sólo aparece en campaña. Apareció en la anterior legislatura, aquella que finalizó ante la imposibilidad de traspasar, precisamente, líneas rojas. ¿Qué es una línea roja? ¿Para qué sirve? ¿Quién las dibuja?
¿Qué es una línea roja? El concepto línea-roja es exitoso, si bien nuevo. Es, como su nombre dibuja, un límite. Existe como alocución desde que fue necesario poner límites a lo posible. Antes de 2011, los límites eran tan claros que no era necesario fijarlos. Estaban tan interiorizados que eran una suerte de sentido común. El sentido común es una mochila. Todo el mundo llevaba esa mochila. El 15M envió esa mochila al garete, de manera que frases emitidas por la política local, que sólo se entendían --que sólo tenían, incluso, validez-- si estabas cargando esa mochila, dejaron de tener significado. No sé. Frases como "todo es posible y discutible en democracia" son mensajes inverificables, inservibles, que únicamente adquieren significado como un masaje en el sentido común, pues no aluden a una política concreta --la democracia española, desde su momento cero, precisamente, ha consistido es una depuración inaudita de lo posible y lo discutible--. Una línea-roja, un hito político imposible de superar, consiste en constatar, por tanto, que esa mochila no existe. Consiste, vamos, en dejar claro que hay fronteras insuperables, que no todo es posible ni discutible. Es la prueba del algodón de que la democracia española no descansa en el sentido común, como se pretendió durante décadas, sino en la ideología. Es algo, por tanto, sensible de ser evaluado. Incluso éticamente.
¿Para qué sirve? Sirve para, lo dicho, fijar los límites insuperables de lo posible. Pero su valor no es ese. Su valor es fijar esos límites sin aludirlos, sin ponerles nombres, de manera que no se cree un mapa de esos límites que, probablemente, dibujarían una democracia más enclenque y menos épica de lo previsto. "Hay líneas rojas" es una frase de poder. Como antaño su prima "todo es posible y discutible en democracia". Son frases de poder porque no son transparentes, sino opacas. No dicen lo que quieren decir en realidad. No explican los límites de la democracia. Tan sólo hablan del peligro de acceder a esos límites. Una línea-roja, en fin, indica peligro. Por su seguridad, no traspase la línea roja, etc.
¿Quién las dibuja? Las dibuja, lo dicho, el poder. Es decir, sus usuarios, o partidos y personas sensibles de acceder a él. Lo que es un indicativo de que sólo el poder y su entorno pueden otorgar el título de línea-roja a un objeto. Verbigracia: desde 2010, cuando empezó el desballestamiento del Bienestar --la forma de Democracia en Europa--, ningún gobierno ha confesado traspasar ninguna línea roja. Si bien desde 2010 se han superado, de hecho, varios kilómetros de líneas rojas, no se utilizó en ningún momento la alocución línea-roja, sino otras más creativas, que necesitaban de un sentido común que ya no existía. Como "hemos gastado por encima de nuestras posibilidades". Establecer lo que es una línea roja, y establecer quién se aproxima a ella o quién las cruza es, por tanto, patrimonio de una cultura próxima al Régimen. Las líneas rojas, por eso mismo, sólo son sensibles de ser transitadas por personas o partidos alejados de ese grupo emisor. Son, en buena parte, las propuestas políticas de todo lo que fricciona con el Régimen. El hecho de que, tras las últimas elecciones, no se formara Gobierno debido a que PSOE o C's no estaban dispuestos a cruzar líneas rojas es un buen indicio de todo ello.
Los marcos sólo se cambian superándolos. No con astucia o amabilidad, sino con la voluntad vehemente de traspasarlos. Es decir, haciendo reposar en el lenguaje nuevas políticas, efectivas. Sería deseable, en ese sentido, que lo nuevo optara por cruzar líneas rojas. Es decir, que no utilizara esa alocución en sus explicaciones. Cuando Podemos, por ejemplo, explica: "Ofrecemos un diálogo sin líneas rojas para formar Gobierno", está diciendo que comprende ese nuevo sentido común, con lo que puede participar de la cultura de sus adversarios, sustentada, precisamente, en líneas rojas. Si esto, lo que estamos viviendo desde 2011, no es un conflicto político, entre partidos, sino una lucha cultural entre dos concepciones de democracia, sería deseable no participar de la cultura y del lenguaje del adversario. Cultura y lenguaje que, por cierto, están KO desde 2011.
La alocución línea-roja es lo que los científicos de la NASA denominan un marco como el carajo de una vela. Si se fijan, no sólo aparece en campaña. Apareció en la anterior legislatura, aquella que finalizó ante la imposibilidad de traspasar, precisamente, líneas rojas. ¿Qué es una línea roja? ¿Para...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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