Tribuna
Brexit: una agenda marcada por la derecha británica
La trampa está en la pregunta, el momento y la forma escogida, fruto de disputas internas entre los conservadores británicos
Daniel Albarracín 22/06/2016
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El referéndum británico sobre la permanencia en la UE comporta un síntoma del agotamiento del modelo de la UE, esta vez, cuestionado desde posiciones de un país económicamente poderoso, por una superpotencia financiera, con argumentos conservadores y motivos derivados de las disputas internas entre las fuerzas de la derecha británica.
El Brexit demuestra que un país --siendo de cierta entidad-- puede modificar los Tratados Europeos. En este caso, siendo capaz de doblarle el brazo a la UE para --de permanecer-- recortar los derechos sociales y laborales de los trabajadores comunitarios y, de manera indirecta, repercutiendo directamente en las condiciones laborales de los británicos.
El Reino Unido es uno de los 13 países con acuerdos particulares, que le hace de los menos solidarios con la UE. Su cheque británico le comporta un ahorro en su contribución de grandes proporciones. Su aportación apenas asciende a 14 mil millones de euros, recibiendo por otro lado 7.000 millones en forma de subsidios agrícolas y fondos para desarrollo regional.
El Reino Unido tiene moneda propia, la libra esterlina. Cuenta con una industria financiera de grandes dimensiones, cuyo centro está en la City londinense. Es, posiblemente, la figura más emblemática de este país rentista financiero, que apostó tan fuertemente por esta línea, que abandonó la mayor parte de su industria desde los años de Thatcher. Ahora se basa en su capacidad de atraer capital extranjero (recibe unos 23.000 millones de euros anuales) para contar con flujos de ingreso suficiente para poder importar bienes. Es uno de los países que más microEstados ha creado artificialmente, de cara a contar con multiplicidad de paraísos fiscales con los que operar haciendo un dumping fiscal incomparable, y que sirve a los intereses de todos los capitales internacionales, pero especialmente europeos.
Al Reino Unido se le ha denominado el “caballo de Troya” de EE.UU. en la UE. Su posición de juego a dos bandas le ha permitido tanto un trato favorable de EE.UU. como el acceso a los mercados europeos.
El Reino Unido podría tener un balance indiferente en el capítulo económico si sale de la UE, porque no es esperable que nadie quiera desprenderse de su relación con el mercado europeo. La UE tiene un saldo positivo en la balanza comercial con UK de 100.000 millones de euros. Podría haber un impacto inicial negativo, por la incertidumbre, que podría suponer una detracción de inversores, y una devaluación de la libra, pero no es esperable que en el medio plazo haya un balance negativo. Si bien a corto plazo, el sector importador podría tener un impacto negativo y podría encarecerse la vida en el país. El Reino Unido se vería instado a renovar sus acuerdos comerciales con la UE o diversificar sus proveedores, porque no parece que estén por la labor de reindustrializarse.
Hay países, como Noruega, o, de otra manera, Suiza, que mantienen relaciones normales con la UE, manteniéndose al margen de los Tratados Europeos y del euro. Pero en gran medida, han de aplicar tratados internacionales, también numerosas regulaciones europeas, y ni siquiera pueden participar en su elaboración. El Brexit empujaría la opción de aliarse con los EE.UU. Eso sí, la forma de competitividad a la que conduciría podría consistir en una devaluación interna en materia fiscal y laboral que perjudicaría al mundo del trabajo en las islas. Aunque quedase el Reino Unido al margen de la UE persistirían numerosos tratados y quizá se establecerían algunos a la medida.
Cabrían posibles consecuencias políticas internas en las islas. Podría reactivarse un referéndum por la independencia en Escocia, por ejemplo, que podría dar pie a su incorporación en la zona euro. El impacto a escala de la UE está por dirimir, pero uno de los destinos laborales habituales para muchos migrantes europeos se vería restringido, y estos pasarían a formar parte de un ejército de reserva con derechos disminuidos. La xenofobia allí se ha cebado focalizándose en polacos y rumanos. Sin embargo, aunque eso depende del futuro de los tratados comerciales internacionales, la interpenetración comercial y financiera no tiene por qué cesar en absoluto, algo que beneficia a las grandes corporaciones de uno y otro lado, si se renuevan acuerdos. Eso sí, esta experiencia generaría un precedente, que podría empujar a nuevas desmembraciones o, más factiblemente, a un modelo de integración europea a la carta, con diferentes clubes de países con diferentes acuerdos variables. Algo que ya está más o menos asentado con los acuerdos e instrumentos intergubernamentales puestos en pie, generando una Europa a múltiples velocidades.
Queremos otra Europa, y las propuestas de Corbyn, y su fuerza política, contribuirían a reforzar posiciones de reforma en la UE
No es la misma posición de permanencia la que defiende Cameron que la que plantea Corbyn. El laborista plantea permanecer para construir una Europa más solidaria, una permanencia crítica. Cameron lo hace para aprovecharse de la misma, rebajar derechos sociales y laborales a trabajadores comunitarios y, de paso, abaratar los costes laborales de los trabajadores británicos. UKIP, apostaría por una salida, en la que el Reino Unido, de la mano de EE.UU. procurase liderar otros mercados, sin dejar de estar en Europa, eso sí con mayores restricciones fronterizas y a la movilidad de personas, que normalmente acaba en que habrá trabajadores de tercera que empujarán a la baja las condiciones de trabajo del resto.
¿A qué Europa aspiramos?
Naturalmente, queremos otra Europa, y las propuestas de Corbyn, y su fuerza política, contribuirían a reforzar posiciones de reforma en la UE. Ahora, también debemos ser conscientes de que los Tratados Europeos exigen que todos los Estados miembros estén de acuerdo con un cambio. Lo que es, en la práctica, un blindaje del modelo de Europa mercadista y a favor de la libertad del movimiento de capitales y de todo el arsenal de políticas neoliberales concertadas a escala europea. Para cambiar la UE se necesita un grupo de países con fuerza económica y política suficiente.
Las formas de irrumpir con un esquema alternativo son varias: un cambio en la correlación en el Consejo, desobedecer los tratados (Pacto de Estabilidad y Crecimiento) para negociar cambios (revisión diseño del BCE, otro modelo de presupuesto y fiscal más solidario, una democracia real a escala europea, etc...), romper para construir un modelo supranacional solidario en extensión, etc... Son temas abiertamente en discusión que deben seguir profundizándose.
En suma, un referéndum plantea alternativas entre el sí, el no o la abstención. A todas esas alternativas hay que ponerles apellidos y un para qué. Al Brexit de UKIP hay que decir un no, porque es una salida hegemonista y xenófoba. A la permanencia de Cameron hay que decir no, al mismo tiempo que a los vergonzosos acuerdos con la UE para rebajar derechos en caso de continuar en la UE. A una Europa más solidaria, como la que quiere Corbyn, se puede decir sí, pero lamentablemente no cabe en la UE tal y como es. Queda pendiente definir qué estrategia de cambio, qué mecanismos, y establecer una hoja de ruta y una serie de medidas para enfrentarse a esta Europa del capital.
La trampa está en la pregunta, el momento y la forma escogida, fruto de disputas internas en la derecha británica. Francisco Louça lo describe muy bien. La izquierda radical británica adopta diferentes posturas, entre la salida y la permanencia crítica. Salga lo que salga parece que no augura nada positivo. La permanencia será con el acuerdo entre Cameron y la UE, deteriorando derechos sociales. La salida dará alas a los movimientos de refugio o hegemonismo nacional reaccionario.
El modo en que la izquierda ha de irrumpir es explicando bien los retos y las propuestas, las rutas y políticas a seguir, y no dejarse atrapar por una agenda marcada por otros. Lo que permanecerá será el discurso y el compromiso, los llamamientos e iniciativas a la construcción de un sujeto antagonista internacional que aspire y lucha por otra Europa para un mundo muy diferente al actual.
El referéndum británico sobre la permanencia en la UE comporta un síntoma del agotamiento del modelo de la UE, esta vez, cuestionado desde posiciones de un país económicamente poderoso, por una superpotencia financiera, con argumentos conservadores y motivos derivados de las disputas internas entre las fuerzas de...
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