JAZZ
Ahmad Jamal, el hombre que sigue al piano
Ayax Merino 29/06/2016
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Frederick Russell Jones, vamos, ese pianista sin par que tomó el nombre de Ahmad Jamal, nació el 2 de julio de 1930 en Pittsburgh, Pensilvania ¡Enhorabuena, don Ahmad! ¡Mis más sinceros y efusivos parabienes, señor Jamal! 86 años ya cumple el caballero, ahí es nada, afortunado que es, no son muchos los que puedan decir lo mismo, con los dedos de una mano se cuentan. Que cumpla muchos más y que todos nosotros lo veamos.
Hijo de un obrero del acero que curraba, no sé, en una fundición o algo así, unos altos hornos, a los tres añitos el churumbel que era entonces don Ahmad se puso a tocar el piano bajo la tutela de un tío que hizo de primer maestro. Y luego a los siete empezó a estudiar música a fondo, pero en serio. Tanto, que a los diez el chiquillo era capaz ya de componer y orquestar sin mayores problemas. Y de tocar a Liszt con soltura, ahí es nada, con diez añitos, qué tío. Pero lo suyo era el jazz, que se ve que era lo que le tiraba y no la música del romanticismo. Así que el muchacho se dedicó en cuerpo y alma a empollarse el repertorio jazzístico entero y destripar sin piedad el arte de los pianistas que más le atraían, Garner o Tatum, por ejemplo, que no son malos modelos precisamente.
A los diecisiete años, con tal bagaje, pudo empezar a ganarse la vida con el piano, se ve que el chaval estaba ya en sazón. Fue por entonces cuando entró en la orquesta de George Hudson, en la que militaba también por aquellas fechas el estupendo trompetista Clark Terry. Y durante algún tiempo anduvo con la tal orquesta recorriendo el país entero de cabo a rabo, sin parar de tocar, buen aprendizaje ese para un joven pianista, el mejor.
El joven pianista, ya maduro para más altas empresas, dio el salto en 1951 y montó su propio trío, al que bautizó como “Las tres cuerdas”. Piano, bajo y guitarra, de ahí el nombre, pues los tres instrumentos tienen cuerdas, de cajón. Conoció entonces al productor Hammond y eso le permitió grabar algún disco que otro, buena forma de inaugurar el trío, sí señor, ya lo creo. Por ese tiempo el bueno de Frederick se hizo musulmán y se convirtió en el señor Jamal, don Ahmad, Ahmad Jamal.
Algo después, allá por 1955, se unió a Jamal el excelente bajista Israel Crosby. Y al año siguiente el hombre tuvo la inspiración, santa y buena inspiración, de cambiar la guitarra por una batería. O sea, el típico trío de piano, bajo y batería. Y en 1958 entró en el trío el batería Vernell Fournier. Vamos, para aclararnos, Ahmad Jamal al piano, Israel Crosby al bajo y Vernell Fournier a la batería. Tal vez, quizás, es probable que haya sido este el mejor trío de Jamal, un trío especial, con un algo, un no sé qué.
Ese mismo año sacó un disco grabado en directo en el Pershing Lounge de Chicago, At the Pershing: But not for me. Y se lió, pero gorda. El disco se vendió a mansalva, una barbaridad, de traca, aquello. Sobre todo una de las piezas, Poinciana, desató la locura entre el personal, sin exagerar, que cuentan que estuvo en las listas de éxitos cosa así de 108 semanas. ¡108 semanas, la repera! Vamos, que si no me salen mal las cuentas, eso son más de dos años, tiene tela el asunto.
Las cosas le iban bien al bueno de Jamal, ya lo creo, no le podían ir mejor. Así que con el dinero que ganó, que lo ganó a espuertas y a paletadas, decidió complicarse la vida y abrir un local donde la peña pudiera cenar y escuchar un buen concierto. Sí, allí en Chicago, donde don Ahmad se había instalado. El Alhambra, club en el que el trío tocaba con asiduidad, o sea, cada dos por tres, que para algo era suyo el garito.
Las cosas siguieron así unos pocos años. Hasta que se torcieron, que es la manía que tienen las cosas en esta vida, la de torcerse. Allá por 1962, sobre poco más o menos, a don Ahmad se le amontonaron los contratiempos, así, a mogollón. Harto, cansado, hasta el gorro, tuvo que cerrar el Alhambra, que por lo visto no dejaba de darle quebraderos de cabeza sin cuento. Y encima, se quedó sin trío, el trío al traste, que Crosby y Vernell decidieron largarse con la música a otra parte. Dicen también que con su mujer las cosas iban de mal en peor, que parece que aquello terminó en divorcio. Vamos, un poema, jorobado y bien jorobado, sin local, sin trío y sin mujer. Pues estamos apañados.
Siguió adelante, no obstante, sin desfallecer. Y rehízo su vida lo mejor que pudo, como todo hijo de vecino, que a la fuerza ahorcan. Otro trío y a tocar, a vivir.
Y así desde entonces, que este señor no ha dejado un instante de darle a las teclas de su piano. Y eso que durante mucho tiempo pasó por la vida así algo desapercibido, casi olvidado. El hombre publicaba sus discos y daba sus conciertos, sí, pero la peña ni caso, como si no existiese. No hay quien lo entienda. ¿Cómo es posible que un músico de su categoría quedase de repente arrumbado en el desván polvoriento de los recuerdos? A mí que me lo expliquen. Misterios. Por fortuna, don Ahmad vuelve a estar en lo más alto, donde debe estar.
Pianista singular, original, de un gusto exquisito, dueño y señor del trío con piano, el hoy tan común trío de piano, bajo y batería cuyas bases sentó Jamal como nadie antes, su peso en el jazz moderno ha sido enorme. Miles Davis, por ejemplo, sentía una admiración sin límites por don Ahmad aunque, paradojas de la vida, jamás tocaran juntos.
Y sigue don Ahmad tocando su piano. No ha mucho, en diciembre del año pasado publicó su último disco hasta la fecha. Vamos, señor Ahmad, que no se haga esperar mucho el siguiente, no nos tenga en vilo.
Ahmad Jamal acaba de cumplir 86 años. Muchas felicidades, don Ahmad. Que los hados sean propicios y siga usted aquí abajo en este mundo largos años.
Frederick Russell Jones, vamos, ese pianista sin par que tomó el nombre de Ahmad Jamal, nació el 2 de julio de 1930 en Pittsburgh, Pensilvania ¡Enhorabuena, don Ahmad! ¡Mis más sinceros y efusivos parabienes, señor Jamal! 86 años ya cumple el caballero, ahí es nada,...
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