Ignacio Urquizu / Diputado del PSOE
“Gobernar en contra de la mayoría sería conservador”
Francisco Pastor 9/07/2016
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Ignacio Urquizu, durante la entrevista, en una cafetería del madrileño barrio de las Cortes.
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No es que los socialistas y los populares fueran, de ninguna manera, iguales; pero quizá coincidieron en la torpeza con la que desoyeron a quienes, un domingo de mayo, decidieron acampar en la Puerta del Sol. Esa es una de las premisas de La crisis de representación en España, el libro que el politólogo y doctor en Sociología Ignacio Urquizu (Alcañiz, Teruel, 1978) firmó en pleno hiato entre las elecciones del pasado diciembre y las celebradas en junio. Tanto en unos comicios como en otros, este profesor universitario concurrió a las elecciones como cabeza de lista del PSOE por Teruel. En las dos ocasiones logró uno de los tres escaños asignados a la provincia; los otros dos quedaron en manos del Partido Popular.
La editorial Los Libros de la Catarata publica este ensayo en el que Urquizu, socialista con carné desde los 21 años, no escatima críticas hacia su propio grupo político. El trabajo es, con todo, una reflexión sobre el nuevo sistema de partidos y sobre la naturaleza de la desafección que llevó a la aparición de Ciudadanos y Podemos. Es un estudio apoyado en resultados electorales y, sobre todo, en diferentes encuestas; el ensayo vio la luz, al fin y al cabo, antes de aquel domingo de junio en el que ningún sondeo auguraba el castigo al que los electores someterían al partido de Pablo Iglesias. “No deberíamos pedir a las encuestas que adivinen el futuro, sino que nos expliquen el pasado. Pero quienes interpretan las encuestas son chamanes”, reflexiona, desde una cafetería del madrileño barrio de las Cortes quien, además de con diferentes medios de comunicación, colabora con la empresa de sondeos Metroscopia.
Y al hablar de chamanes se refiere, según este libro, a quienes realizan grandes explicaciones del mundo y jalean al pueblo sin profundizar en el relato. Él, seguidor desde la universidad de figuras como Alfredo Pérez Rubalcaba o José María Maravall, quien dirigió su tesis, prefiere a los exploradores, que sí investigan soluciones concretas a los problemas; esta es una dicotomía que toma prestada del también politólogo Víctor Lapuente. Han pasado doce días desde las elecciones en las que el PSOE acumuló 85 escaños —su suelo electoral hasta la fecha, y la mitad de los 169 diputados que Zapatero obutvo en 2008— y apenas dos jornadas desde que Infolibre sugierese que Urquizu podría presentarse a secretario general en el próximo congreso del Partido Socialista: un extremo que él prefiere esquivar y al que, en todo caso, concede un no.
Habla de la falta de reacción de los partidos ante el 15M y pone al mismo nivel, muchas veces, al PP y al PSOE.
Claro. Al menos ante aquel fenómeno, conservaron comportamientos parecidos. A los populares les cuesta admitir los cambios, y allí se vio. Los dirigentes socialistas miraron hacia otro lado, con una suerte de condescendencia: había unos chicos nuevos que acababan de descubrir la política, y a los que se les pasaría la pataleta cuando amainara la crisis económica. No se dieron cuenta de que este cambio no era coyuntural, sino que partía de una gente nueva que pedía otros códigos. El problema de los jóvenes no era el malestar económico: este les afecta también en las etapas de crecimiento. La sociedad ha cambiado, y hay quienes reclaman que el Parlamento funcione mejor, que los partidos cambien. Aunque pase la crisis, la población seguirá esperando eso.
Cunde la idea de que el pulmón de los dos grandes partidos está en los mayores. Y en el campo.
Sí, es la realidad del voto, y no la he descubierto yo. Hay dos Españas, la analógica y la digital, ya lo decía Belén Barreiro [antigua presidenta del CIS]. En la analógica, se encuentra la España interior y la tercera edad: gente que apenas consulta Internet y se informa gracias a los medios de comunicación tradicionales. No lo veo con desdén. Más bien, creo que el PP y el PSOE están muy cómodos en esa España, cuando deberían tratar de llegar a la otra, a esa nueva sociedad que se cuece entre los jóvenes y en las ciudades.
El PP y el PSOE están muy cómodos en la España rural y de los mayores. Deberían tratar de llegar a la de los jóvenes y las ciudades
¿Ha buscado alguna vez el PSOE los votos del 15M?
No lo sé, aunque yo, como candidato, sí he tratado de llegar a ellos. Hay un hilo de relato que une a Podemos con aquellas acampadas, pero creo que mucha gente que estaba en esas plazas habría votado alguna vez Partido Socialista y, en algún momento, lo volverá a hacer. Querría recuperar el voto de los indignados, pero no solo porque puedan desencantarse con Pablo Iglesias: quiero que mi partido llegue a esa nueva generación, más informada y más exigente. Estas mismas elecciones se ha visto un camino de votos que se ha marchado desde Podemos hasta Ciudadanos. En los 80, que ocurriera algo así entre el PSOE y el PP era impensable. Esa España más promiscua en lo político ha venido para quedarse.
Incluso, reconoce en la candidatura de Ada Colau “a una sociedad organizada que reivindica sus derechos”.
Sí, qué duda cabe. Nadie debe olvidar que Colau era una referencia de los movimientos sociales, y que de ahí dio el paso a la política y consiguió la alcaldía. Su liderazgo es indiscutible, aunque habrá quien se quiera tapar los ojos. Creo que lo más inteligente que puede hacer el Partido Socialista es atraer a sus filas a personas como ella.
Cuenta que hay que llenar las instituciones de ingenio. Pero los partidos, sobre todo los tradicionales, parecen expertos en filtrarlo y dejarlo abajo.
Sí, habría que intentar que los grupos políticos cambiaran su organización y fueran más horizontales. Que se abrieran a otros liderazgos, pero también a las nuevas ideas. Cuando Podemos habló de la renta básica, hubo una reacción conservadora, de mofa, de sorpresa, ¡cuando este debate lleva 30 años en la academia! Yo estoy a favor de estudiarla, de hacer una comisión en el Congreso sobre ello [algo que Zapatero incluyó en su primer programa electoral]. Ahora, no me gustaría cambiar nuestro Estado de bienestar, que concede unos servicios públicos, por un modelo en el que la población recibe un dinero, pero busca la educación y la sanidad por su cuenta.
Habla de los chamanes y los exploradores. ¿Es una crítica al perfil de Pablo Iglesias?
Bueno, es un ejemplo de por qué baja el debate en nuestro país. No solo por Pablo Iglesias y Podemos; los chamanes están en todos los partidos. También en el PSOE. Y en las tertulias, en las que muchos opinadores hablan con facilidad de cosas que desconocen. Pero cuando uno estudia el mundo, ve que nada es nuevo. Nada de lo que está pasando en España ocurre por primera vez. No digo que la situación no sea grave, pero si hubiera menos chamanes, la crisis de representación política sería menor, porque no se magnificarían los problemas.
¿Actúa como un chamán Felipe González, cuando habla del populismo totalitario de Podemos?
No lo veo como un chamán. Tendrá sus prejuicios, eso sí.
Su ensayo reconoce que la desigualdad creció en España a partir de 2004. ¿Debería haber hecho el PSOE algo al respecto?
Sí. Trabajamos las igualdades civiles, pero dejamos de lado la discusión sobre la equidad económica; y esta tendencia no afectó solo a la izquierda española, sino que estuvo presente en toda Europa, a partir de los 90. Los Estados socialdemócratas dejaron de apostar por lo público y se volcaron en las políticas de oferta, para atraer inversiones extranjeras. Creyeron que el bienestar lo podría aportar el mercado. A mí me interesa el debate de cómo redistribuir la renta en el mundo actual. Como sucede en los países nórdicos, creo que la equidad debe empezar en la educación; la que ocurre antes de los tres años, pero también en las universidades, que hoy son un espacio de desigualdad tremendo. Hay que lograr que allí vaya más gente. La brecha económica no es solo el resultado de la crisis: el Estado de bienestar requiere una puesta a punto.
Reivindica algunas virtudes del bipartidismo, pero entonces, buena parte del desencanto con el PSOE se convertía en abstención, o en un voto a la derecha.
Los ciudadanos de izquierdas quieren vivir en un mundo con políticas de izquierdas: menos desigualdad, que todos podamos vivir dignamente y tengamos más oportunidades. Que haya uno o 25 partidos que enarbolen esa bandera no tiene nada que ver con la felicidad. El multipartidismo hace una fotografía más real de la sociedad, es cierto, pero dificulta que los ciudadanos manden a la oposición a los gobiernos impopulares: y eso ha provocado, también, una gran insatisfacción. El destino de los dirigentes está hoy más cerca de su destreza con los acuerdos de gobierno y más lejos de las manos de los ciudadanos. Y ahora hay dos grandes partidos de izquierdas, con programas muy parecidos, que han devenido en un Gobierno de la derecha.
El principal discurso del PSOE debe ser la lucha contra la desigualdad económica
¿Da por hecho que gobernará Rajoy?
Es lo que nos han pedido los españoles. El PP ha obtenido 12 puntos y 52 escaños de ventaja sobre la segunda formación, y hoy la mayoría conservadora en el Congreso es más fuerte que hace seis meses. El 26 de junio, la gente prefirió un Gobierno popular en minoría y, si hay unas terceras elecciones, el PP sacará, sin duda, aún más escaños. Nos están hablando cada vez más claro, y no creo que la gente entendiera que Pedro Sánchez tratara de ser presidente. Dentro de cuatro años, nuestro resultado sería aún peor que ahora. Gobernar en contra de la mayoría sería conservador.
PSOE, Podemos y Ciudadanos suman una mayoría absoluta. Como en diciembre.
Sí, pero con menos escaños. Los partidos castigados en términos de votos y escaños han sido, justamente, esos tres.
¿Cómo se enteró del pacto entre Sánchez y Rivera?
Al igual que todo el mundo: aunque estaba en el Congreso de los Diputados, lo conocí por los medios de comunicación.
¿Y lo entendió?
Entendí que buscáramos lazos con otras formaciones, y la única manera de traer un cambio era con un acuerdo a tres. Eso es una cosa y casarse, otra muy diferente. Quizá habríamos debido atar mejor el acuerdo con Podemos, y darles prioridad: sus acciones solo les importan en la medida en que les afectan electoralmente, lo que les convertía en negociadores muy difíciles. Hacen un discurso de país, pero no reaccionan al verse contra la pared, cuando se les explica que esta era la única alternativa. Son otro tipo de partido.
Y ahora que los humos de los nuevos partidos están más bajos, ¿no estará más cerca ese gobierno progresista?
Habrá que verlo.
¿Puede el PSOE captar el voto de la indignación, cuando tiene un flanco izquierdo que hoy pisa fuerte, como Podemos?
El principal discurso del PSOE debe ser la lucha contra la desigualdad económica. Luego, hay problemas añadidos, como la desafección hacia la representación política: a la segunda vuelta de las elecciones en Austria, llegaron los verdes contra la extrema derecha. Y esta última también crece en Francia. En Gran Bretaña, los populistas ganan una votación y sacan el país de Europa. Todo, porque nuestros parlamentos son menos democráticos que hace 30 años. La gente hoy, cuando vota, no es tan capaz de elegir su destino como lo era hace tres décadas. Por la globalización, por el euro. Votamos a uno, votamos a otro y vemos que las políticas, en su corazón, se parecen bastante. Los partidos socialistas europeos deberían hacer esa reflexión.
La gente, hoy, cuando vota, no es tan capaz de elegir su destino como lo era hace tres décadas
Según Infolibre, hay quienes quieren lanzarle a la dirección del PSOE, en principio, como un tercer candidato en la pugna entre Sánchez y Susana Díaz. Huele a tantear el terreno, a calentar en la banda.
No hay nada y no tengo nada que ver con eso. Desde luego, quien haya comentado algo así no busca encumbrarme, sino lo contrario. Me llamaron, me preguntaron por esto y quise que no sacaran nada. ¿Qué debía desmentir, exactamente? ¿Que hay gente que dice, que piensa, que yo podría? Si me lo propusieran, diría que no, porque para dirigir este partido hay que estar un poco loco, y yo me encuentro muy bien como estoy ahora. Mi voluntad es estar ocho años en el Parlamento, enriquecer la izquierda en lo que pueda y volver a la universidad. Que nadie me pida más.
No es que los socialistas y los populares fueran, de ninguna manera, iguales; pero quizá coincidieron en la torpeza con la que desoyeron a quienes, un domingo de mayo, decidieron acampar en la Puerta del Sol. Esa es una de las premisas de
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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