Retinoblastoma
Parte de vida 12, y último. ¡Darío está curado!
CTXT publica hoy el duodécimo 'parte de vida' de Alain-Paul Mallard. El escritor cede a este medio las cartas sobre el cáncer de su hijo
Alain-Paul Mallard 2/09/2016
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Barcelona, 19 de agosto del 2016
Queridas, queridos,
¡Darío está curado! Sus retinas —aunque conserven blancas cicatrices que aparecerán en las fotos hechas con flash— ¡están libres de cáncer! La revisión con Ret-Cam en quirófano, el día 12, lo confirmó. ¡Casi agarro a besos al Dr. Català! El impulso efusivo se vio interrumpido por la llegada, al box de recuperación, de una camilla: un enfermero nos traía a nuestro niño, arrancado artificialmente de sus limbos químicos. Venía furioso. Corrimos a abrazarlo y ya sereno, acunado, volvió a quedarse dormido. Con un sueño genuino, natural. Acurrucado en brazos de su madre me pareció tan fuerte... Un coloso en pijama de barquitos.
Nos vuelve el alma al cuerpo: ¡Darío ya no tiene cáncer!
La recuperación fue larga de varias horas, pero la espera sabe una vez más ser dulce, ligera. No es la negra espera de la desesperanza.
Al despertar, nos vio distintos. Sintió que en torno a él algo se había relajado
Fuimos luego al «Hospital de día», a que lo despincharan y a que la Dra. Genoveva nos comunicara el resultado de la analítica. Todo en orden: la médula comienza, poco a poco, a reponerse. Correctos, los niveles de plaquetas, de eritrocitos, de neutrófilos. Los leucocitos, bueno... Para eso toma Darío tres veces por semana su antibiótico preventivo. Éste lo protege. En una quimio como la que recibió, la médula tarda seis meses en restablecerse plenamente.
«Fantástico —nos dijo Geno, siempre entusiasta, siempre sonriente—; pueden hacer vida normal.»
«¿Cómo? ¿Podemos salir a un restaurante?, ¿con Darío?».
«¡Claro! ¡Váyanse a celebrar! ¡Váyanse de shopping ! ¡Mañana mismo se largan a la playa!».
Con gesto preciso —un, dos, tres, butifarra de pagès— , las manos mágicas de Yoli, una de las enfermeras favoritas de Darío, lo despincharon. Apenas protestó (su día había sido muy, muy largo). Y nos fuimos, dichosos —¡henchidos de dicha, vaya!— a celebrar.
Mi hermano, llegado de París días antes, había acudido al hospital con nosotros. Para darnos apoyo. Il faut dire que l'enjeu était de taille. Si los resultados de la revisión eran los esperados, las noticias serían espléndidas. Si no, serían muy malas, pues supondrían intentarlo con nuevos fármacos y una estrategia mucho más agresiva. La moneda estaba aún en el aire.
Ahí está y estará la más alta Ciencia, presta a volver a salvarlo
Nuestra querida amiga Miriam, que durante seis meses aguantó a nuestro lado cada golpe (no nada más era lo duro, también lo tupido), se nos unió, fresca y jubilosa. Y henchidos de dicha nos fuimos a un restaurante mexicano de la villa de Gracia. En una mesa en terraza comimos tacos de guisado y bebimos margaritas. Alrededor bullía la vida. Darío dormía en la sombra, acostado en su carrito. Al despertar, nos vio distintos. Sintió que en torno a él algo se había relajado: la jaula estaba abierta. Se enderezó y pidió pararse. Su jornada había comenzado muy, muy temprano y casi no había jugado nada. Saltó a jugar y ya no se detuvo.
Corre desaforado por la plaza de la Virreina, conmigo a la zaga. Matiana —que está por cierto radiante, hermosa— viene a mí, trenza sus dedos en los míos y me sugiere: «Déjalo.»
El invierno pasado, cuando el torbellino de la clínica oncológica nos engulló, no lográbamos imaginar cuándo ni en qué estado nos escupiría. Uno de mis terrores era que la violencia del proceso nos devolviera a nuestro bebito como un cervatillo asustado. El torbellino nos suelta al fin en el esplendor del verano. Y lo que veo es un cervatillo que se emancipa. Se ensaya a correr por la plaza descubriendo mil nuevas libertades. Descubriendo la vida normal.
Esa tarde de plaza, Gracia nombró un estado: luz, ligereza; ebriedad de entusiasmo por la vida
La mutación del gen RB1 presente en cada célula de su cuerpo confiere a Darío un riesgo mayor de padecer cánceres futuros. De huesos, de órganos blandos, en la adolescencia. Los porcentajes de probabilidad provienen de estadísticas añejas, difícilmente fiables. ¡Quiera el cielo que los demonios —hoy vencidos— del cáncer se mantengan lejos, muy, muy lejos de Darío! Si por desventura no fuera así, ahí está y estará la más alta Ciencia, presta a volver a salvarlo.
Viendo a Darío ir tras la pelota ajena, negociar un triciclo, acercarse lleno de inocencia a niños de todas edades, quitarse el chupete para hablarle en «perro» a un perro que pasa, alejarse de nosotros y explorar la fuente, me digo que, si jamás el cáncer retornara a hacer de las suyas, podríamos con ello.
Él. Mi mujer y yo.
Creo que podríamos, sí.
«Gracia» era para mí poco más que un toponímico neutro, heladerías y restaurantes llenos de gente indiferente a nuestro pesar. Esa tarde de plaza, «Gracia» nombró un estado: luz, ligereza; ebriedad de entusiasmo por la vida, al fin reflorecida.
Somos distintos pero somos los mismos. Estamos de vuelta en el mundo.
Alain-Paul, Matiana, Darío.
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Alain-Paul Mallard
Escritor, coleccionista, fotógrafo, viajero, cineasta, dibujante, Alain-Paul Mallard (México, 1970) es autor de 'Evocación de Matthias Stimmberg', 'Nahui versus Atl', 'Altiplano: tumbos y tropiezos'. Vive en Barcelona.
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