JAZZ
Memphis Slim, voz y piano
Ayax Merino 14/09/2016
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A la atención de Memphis Slim, allí donde se hallare:
Quizás le choque que le envíe la presente, dado que está usted muerto. Entiendo además que haya quien me tache de estulto redomado, no me ofende, lo entiendo, ya digo, y no me extrañaría demasiado que hubiera algún prójimo por ahí que considerase una pura necedad eso de andar enviándole letras a un difunto y yo así lo reconozco sin reparos ¿Cómo demontres va a leerla si falleció hace ya un montón de años?
Desde su Memphis natal, a Chicago. Y luego al París de la Francia, donde le agasajaron como es de ley
Bueno, ¡quién sabe! Tal vez no termine todo cuando se pone el telón. Yo no las tengo todas conmigo, es cierto, más bien suelo mostrarme bastante escéptico con estas cosas, pero por si acaso. Por probar nada se pierde. A lo mejor hay un paraíso al que van a parar los buenos músicos de blues tras abandonar este mundo y allí charlan, se regocijan y tocan y tocan hasta hartarse por toda la eternidad. Y donde, por si algo faltara, reciben con puntualidad la correspondencia.
No se me escapa que también cabe la posibilidad, dispuesto estoy a admitirlo, de que tal paraíso del blues no exista y no sea más que una quimera. Bien, en ese caso nadie podrá reprocharme que al menos no lo haya intentado.
Pero, como poco, y con eso me doy por más que pagado, servirá esta epístola para recordarle a usted, maestro. Para traerle de vuelta al reino de los vivos aunque sea fugazmente, renacido por unos breves instantes. Se lo merece, ya lo creo, con creces. Veintiocho años ya sin saber nada de usted desde aquel infausto 24 de febrero de 1988 en que dejó este valle de lágrimas camino del cielo o de la nada. Se dice pronto.
Y que me quedé sin verle, esa es una espina que tengo clavada hasta el fondo y que no consigo sacar. Lo llevo mal. Un sin Dios, eso es lo que es. Le he oído, ya lo creo, sin parar. Y sigo haciéndolo. Para mí es un placer inmenso poner un disco y dejarme arrastrar de aquí para allá por su piano y su voz. El South Side Reunion, por ejemplo, ese tesoro que grabó con Buddy Guy y del que creo haber hablado ya en alguna ocasión. O el que sacó con su admirado Roosevelt Sykes. O con Willie Dixon, ese monstruo del bajo. O con Matt Guitar Murphy. Y tantos y tantos otros que escucho sin cansarme. Pero jamás de los jamases tuve el placer de verle tocar.
Le he recordado, bueno, la verdad es que siempre le tengo presente, quiero decir que se me ha venido hoy a la cabeza porque hace unos pocos días que hubiera cumplido usted, de estar vivo, ciento y un años. Y he querido felicitarle, aunque sé bien que es harto probable que jamás lleguen a su destino mis parabienes. Me da igual. Tenía ganas de hacerlo y no me iba a privar de darme ese gusto.
Es un placer inmenso poner un disco y dejarme arrastrar de aquí para allá por su piano y su voz
Lo que me tiene un tanto dubitativo y suspenso es lo del nombre, que no sé bien qué escribir en el sobre. Ando confuso. Porque, vamos a ver, si no me equivoco a usted de rorro en la pila le llamaron John, pero luego le dio por firmar sus canciones como Peter Chatman, el nombre de su señor padre, a lo que hay que añadir que las más de las veces se le mienta por su apodo. Un lío, la verdad. Bueno, creo yo que el cartero no se despistará si pongo Memphis Slim, alias con el que a fin de cuentas se le conoce por todo el ancho mundo. Dios proveerá.
No quiero despedirme sin confesarle que siento por usted auténtica veneración. Algún malasombra saltará de inmediato acusándome de zalamero. No se me da nada. No es adulación, es la pura verdad desnuda ¿Cómo voy a acariciarle los oídos a un muerto que no puede oír? ¿Y qué sacaría yo con halagarle? Veneración, digo. No es para menos ¡Usted fue un tío enorme! Uno de los más grandes músicos de blues que han visto los tiempos, un prodigio de pianista y un cantante soberbio ¿Y esos boogies que se marcaba usted, qué? Cosa fina.
Y que no llegó lejos ni nada, qué va, desde su Memphis natal, ahí en Tennessee. Primero a Chicago, claro, que allí se cortaba el bacalao. Y luego al París de la Francia, donde le agasajaron como es de ley, como usted se merecía. No me extraña nada que se quedara allí a vivir, que hay que reconocer además que la ciudad no está mal del todo.
Bueno, no me quiero alargar más, que no conviene ponerse pesado ni dar la tabarra. Sólo añadiré que se le echa a usted en falta, maestro. Y ya está.
A la atención de Memphis Slim, allí donde se hallare:
Quizás le choque que le envíe la presente, dado que está usted muerto. Entiendo además que haya quien me tache de estulto redomado, no me ofende, lo entiendo, ya digo, y no me extrañaría demasiado que hubiera algún prójimo por ahí que considerase una...
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Ayax Merino
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