El silencio pactado de los sanchistas
Los partidarios de Sánchez acordaron, en una reunión secreta, no posicionarse en el primer encuentro del grupo parlamentario tras la dimisión. La mayoría de los intervinientes se mostraron en contra de ir a unas terceras elecciones.
Cristina S. Barbarroja 5/10/2016
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"No había ganas de pelea; el partido ha entendido que tiene que recomponerse”, resumía uno de los presentes el primer encuentro del grupo parlamentario socialista tras la dimisión de Pedro Sánchez. No tenían ganas sus fieles, los que perdieron la batalla, que acordaron callar. Los que la ganaron hablaron, pero por no hacer sangre, tal vez por la mala fama que tiene entre el electorado socialista la palabra abstención, lo hicieron para pronunciarse sobre lo perjudicial de unas terceras elecciones. “Y a buen entendedor...”, lo dejaba en puntos suspensivos y con elocuente gesto de cabreo la asturiana y sanchista Adriana Lastra.
Hubo quien se saltó a la torera el pacto. Como el madrileño Rafael Simancas
Los de Susana argumentaron la calma chicha en “el respeto” que el partido tiene por su nuevo gestor, Javier Fernández, “un hombre de consenso y de partido”, decían. Pero la realidad es que, antes del encuentro, los que salieron trasquilados el pasado sábado mantuvieron otra reunión secreta en la que acordaron guardar silencio. “El grupo parlamentario no es el foro para debatir qué postura debe tener el PSOE en una eventual nueva sesión de investidura. El foro era el Comité Federal del pasado sábado. Y será el Comité el que tenga que pronunciarse”, explicaba uno de los diputados conjurados.
Aunque hubo quien se saltó a la torera el pacto. Como el madrileño Rafael Simancas, que insistió en el “no es no”, o la número dos en la lista del PSOE por Madrid, Margarita Robles, “la más cañera del encuentro”, según una compañera de filas. “Yo no soy del partido y no tengo otro sitio donde hablar”, dicen que comenzó su intervención. “No voy a valorar las decisiones que tome el partido, pero les pido coherencia”. Y a partir de ahí cuentan que le cantó las cuarenta a Fernández y compañía, a los que pidió, al estilo Borrell: “Si no quieren terceras elecciones, digan qué quieren hacer”.
Pero sólo contestó uno de los 26 que tomaron la palabra, el diputado turolense Ignacio Urquizu, que se pronunció a favor de permitir un gobierno de Mariano Rajoy. El resto, como el valenciano Cipriá Ciscar o el asturiano José Antonio Trevín, se enredaron en los manidos “hay que hacer lo mejor para España”, “lo importante es la unidad del partido”, y en felicitaciones a la gestora y a Javier. Y, en bando aparte, el tradicional verso suelto del grupo parlamentario, el donostiarra Odón Elorza, planteó explorar la posibilidad de un gobierno alternativo y, de no conseguirse, “abstención técnica”, dijo.
El juego de las sillas
No tuvo que escuchar nada de eso Pedro Sánchez. Ni fue a la reunión del grupo. Ni ocupó su nuevo escaño en el pleno de la tarde, dos filas más arriba del que ocupaba como jefe de la oposición, gracias a la generosidad de su enemigo íntimo Eduardo Madina. “Lo lancean y después hurgan en la herida”, describía el gesto un diputado. Porque el grupo asignó a Sánchez asiento en la cuarta fila, el que ocupaba su rival en las primarias. Pero Madina, que por cierto llegó dos horas tarde a la reunión, sacrificó su avance a la tercera en beneficio del ex secretario general.
No tuvo que escuchar nada Pedro Sánchez. Ni fue a la reunión del grupo. Ni ocupó su nuevo escaño
Su silla, la de Sánchez, es ahora la silla de Antonio Hernando, hijo político de Pepe Blanco, miembro de las ejecutivas de José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Sobrevive el portavoz del grupo socialista en el Congreso, defensor leonino de Sánchez y del “no” a Rajoy. Al menos hasta el pasado sábado, cuando se le vio fundirse en un abrazo con la andaluza Susana Díaz. No parece que vayan a correr la misma suerte su homólogo en el Senado, Oscar López, y la portavoz del grupo europeo, Iratxe García. El resto de la Ejecutiva de Sánchez con escaño ya tiene castigo: la mayoría ha sido relegada a lo que llaman ‘tendidos’. En el más alejado de la moqueta del Congreso, ‘el tendido 6’, la mano derecha de Pedro, Cesar Luena, y ‘Agustina de Aragón’, la única aragonesa rebelde en el ahora oficialismo, Susana Sumelzo.
“La función de la gestora y la mía es intentar apaciguar la organización, se necesita diálogo y a eso he venido hoy al Congreso de los Diputados: a transmitirles serenidad y a pedirles responsabilidad”, anunciaba el presidente de la gestora, Javier Fernández, en su estreno ante el grupo parlamentario. Pero la serenidad fue ayer fruto de un acuerdo estratégico de los perdedores; la responsabilidad está por ver cómo se materializa en un próximo Comité Federal en el que el PSOE tendrá que decidir qué hacer con el PP; lo del diálogo ¿entre quiénes?. Ayer advertía Luena, escudero leal de un Sánchez retirado pero no muerto: “El futuro del Partido Socialista siempre lo van a decidir los militantes”.
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Cristina S. Barbarroja
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