JAZZ
Los agudos inverosímiles de Dizzy Gillespie
Ayax Merino 22/10/2016
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¿Te gusta el be bop? La pregunta a bocajarro te deja un instante confuso sin saber muy bien qué contestar, pero tu indecisión sólo te dura un par de segundos, te suena, claro que te suena eso del bop, aunque no estés muy seguro de lo qué demontres es por más que algo hayas oído por ahí, campanas has oído pero no sabes dónde, mas como no quieres pasar por ignorante con arrojo te echas para adelante y sales del apuro con aplomo disimulado, por dentro un manojo de nervios, y con sonrisa de estar de vuelta de todo respondes sin titubear, sí, claro, mucho, y tu coleguilla menea la cabeza sin acabar de estar muy convencido ¿sí? pues a mí me cuesta bastante escucharlo, y tú te haces el enterado, sí, ya, a veces puede resultar un poco duro, sobre todo al principio, la cosa está en acostumbrar al oído, sigues en tu papel de comprensivo con el pobre amigo que aún no ha sido, por sus pecados, capaz de alcanzar el cielo del bop.
Compasivo también te muestras desde tu altura de iniciado, mira, voy a poner este disco que compré ayer, a ver qué te parece, y mientras tu amigo Javier pone el disco en el tocadiscos tomas la funda abandonada y la estudias con atención y tus ojos de inmediato se detienen en un nombre muy familiar, Bud Powell, a este lo conoces bien que pocos meses hace que te hiciste con un disco suyo y ya andas más seguro que pisas terreno mucho más firme.
¡Hombre, Bud Powell!, comentas a la par que la música inunda el cuarto y tu amiguete te responde, sí, y Parker, Gillespie, Mingus y Roach, Jazz at Massey Hall, el concierto de Toronto. Abrís una cerveza, dos chavales de apenas 17 primaveras con una curiosidad inmensa, afanados en descubrir el mundo entero, os sentáis en el sofá y dejáis que la música os empape hora tras hora, toda la santa tarde con el disco de marras al que le dais la vuelta una y otra vez, una y otra vez, emocionados, los ojos brillantes.
La música inunda tu cuarto calándote hasta los tuétanos y cuando Gillespie alcanza con su solo agudos inverosímiles que te llenan de regocijo asoma el hocico por el umbral de la puerta tu padre con gesto hosco, hijo, por favor, baja eso un poco que nos estás atronando los oídos a todos, y bajas un poco la música, claro, sólo un poquito, apenas una miaja. La verdad es que los tienes hartos a los tres, tus padres y tu hermana, con el bop que tumultuoso mana de los altavoces sin cesar, te has convertido en un fanático del bop, Parker por aquí, Gillespie por allá, Powell que no falte, otra vez Gillespie, que te fascina su trompeta.
Un gilipollas, eso es lo que eres. Para una vez que viene Gillespie y te quedas sin verlo
Y la música que inunda tu cuarto te moja el alma y cuando Gillespie se lanza desaforado con trepidante ritmo por donde su imaginación le lleva aparece en el quicio de la puerta el rostro ceñudo de tu madre con mirada torva, baja eso, por favor, que nos vas a dejar sordos a todos, y bajas la música, claro, una nonada tan sólo, ni siquiera un adarme ¡Esto no hay quién lo soporte! ¡Qué santa paciencia, Dios! ¡Insufrible, insufrible! ¡Yo no aguanto más! ¡Te vas a largar de casa, al tiempo! Coro de voces airadas escapadas de gargantas furibundas ¡Pues compradme unos cascos, contra! Y tuviste unos cascos, tus primeros cascos, al día siguiente mismo, gracias al bop, gracias a Gillespie y su trompeta maravillosa aliñada de repente con ritmos cubanos, qué cosas.
Yaces en la cama inmóvil sin moverte un ápice, hasta resollar te cuesta. Hoy dentro de un rato, esta tarde misma, toca Dizzy en Madrid ¡Dizzy Gillespie, aquí, en tu ciudad! Estás deseando ver a Gillespie, escucharle, gozar con su música. Pero yaces en el lecho del sufrimiento, que ni menearte puedes. Las tripas revueltas y el dolor de cabeza no te dan tregua. Pobre desventurado, estás hecho unos zorros. Pero tú quieres ir al concierto de Gillespie y con un esfuerzo sobrehumano llevas a cabo una nueva intentona, la fortuna ayuda a los valientes.
Tiemblas entero cuando al fin consigues levantarte que sudores fríos de muerte te recorren todo el cuerpo con la mocha a punto de reventarte escachada como una sandía madura atravesada por hierros candentes que te taladran los sesos y en un tris estás de echar el estómago por la boca así que te derrumbas sobre la cama y quieto quedas a ver si se calma la tormenta. Dizzy Gillespie en Madrid y tú tendido en la cama ¡Hay qué amolarse! Y blasfemas y juras. Eres un mentecato, un necio, un majagranzas, babieca, majadero, cretino, imbécil. Un gilipollas, eso es lo que eres, un auténtico gilipollas. Para una vez que viene Gillespie y te quedas sin verlo. No tienes perdón de Dios, tío.
Confieso mi pecado, mi culpa declaro. Castigo eterno merezco, lo sé bien. Perdí la ocasión, la oportunidad dejé escapar. No hay redención y el infierno me aguarda sin remisión.
Una oración por el alma de este condenado.
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Esta semblanza también puede escucharse en Jazz en el aire.
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