1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Tribuna

La normalidad se desborda. Trump y nuestro antídoto

Muchos de los discursos que se lamentan de la llegada del magnate republicano a la Casa Blanca no sirvieron para evitarlo. Poco sentido tiene ahora utilizar como medicina paliativa lo que antes falló

Juan Andrade 15/11/2016

<p>Uno de los momentos del segundo debate entre Trump y Clinton el pasado 9 de octubre.</p>

Uno de los momentos del segundo debate entre Trump y Clinton el pasado 9 de octubre.

NBC News

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

---------------------------------
CTXT ha acreditado a cuatro periodistas --Raquel Agüeros, Esteban Ordóñez, Willy Veleta y Rubén Juste-- en los juicios Gürtel y Black. ¿Nos ayudas a financiar este despliegue?

---------------------------------

El triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses del  martes 8 de noviembre ha desatado una oleada mundial de estupor, miedo y repulsión. Sin duda hay razones para ello. La unanimidad en las reacciones a la barbarie es siempre reconfortante, pues proporciona en momentos de conmoción la calidez y seguridad de formar parte de un amplio sentido común.  El problema es que para sostener esa unanimidad hace falta presentar al amenazante como alguien ajeno a la comunidad, como un extraño, como un intruso. Si en esa irrupción han mediado unas elecciones, entonces no queda otra que culpar en exclusiva a quienes se supone que le han votado, una tarea más fácil cuando parece tratarse de gente precaria, en paro y sin estudios, pues, en el fondo, siempre fueron “los otros”. Una vez acotado “el nosotros”, las voces de la intelectualidad sensata conforman el mantra que acompaña al duelo por la normalidad perdida, como si esta hubiera sido un dechado de virtudes o no contuviera las causas de su propia disrupción. 

El problema es que muchos de los discursos que se lamentan de la llegada de Trump a la Casa Blanca no sirvieron para evitarlo. Poco sentido tiene ahora utilizar como medicina paliativa lo que antes falló como antídoto. De hecho el triunfo de Trump es precisamente el fracaso de esos discursos del establishment político y mediático, pero no porque el de Trump representara una alternativa con respecto a ellos, sino porque cubría sus vacíos, denunciaba su hipocresía y se alimentaba además de su misma lógica, aunque llevándola, eso sí, al extremo. Es cierto que la llegada de Trump representa un cambio importante en la política norteamericana, pero este cambio es sobre todo un cambio de intensidad. Trump es una subida de alto voltaje en la red eléctrica del sistema político norteamericano que amenaza con fundir sus plomos.

 Poco sentido tiene ahora utilizar como medicina paliativa lo que antes falló como antídoto

Trump ha roto las mediaciones entre economía y política, que tan útiles resultaban para disimular y garantizar la supeditación de esta a aquella. Ha derrotado a quien servía de puente entre Wall Street y la Casa Blanca y ha entrado directamente --como un empresario triunfante, como un elefante en una cacharrería-- al despacho oval desde de su casino de Las Vegas. Después de las décadas que llevamos escuchando hablar, desde templados púlpitos y doctos cenáculos, de la necesidad de trasladar al ámbito de la política la más eficaz y desideologizada gestión económica, no deberíamos extrañarnos tanto de que un magnate haya alcanzado la presidencia de los EEUU. Trump es, en ese sentido, una exageración descontrolada de aquello por lo que algunos moderados venían apostando. Es cierto que también representa novedades o intentos de vuelta al pasado. Su discurso ha logrado conectar con la añoranza por un viejo capitalismo nacional proteccionista y productivo que nunca existió del todo y del que él no fue precisamente un ejemplo. Pero la nostalgia ha funcionado por contraste con un capitalismo globalizado muy real que se lleva la producción de las ciudades obreras al extranjero y genera todavía mayor desprotección. Por falso que sea, Trump ha sabido presentarse como la cara visible de la gran empresa familiar que crea puestos de trabajo en el país y protege a su gente, frente al egoísmo real de multinacionales regidas por los grandes y discretos accionistas con los que tan bien se llevaba Hillary Clinton. La dinámica bipartidista y el sistema electoral férreamente mayoritario de EEUU, que aquí algunos vienen elogiando, conducen a estos peligrosos juegos de espejos deformantes y ha abocado a mucha gente a tener que elegir entre una mentira reconfortante o una verdad ya insufrible. Si todo se rige por una lógica binaria o se encierra en falsas y pobres disyuntivas se corre el riesgo de que el hartazgo hacia las formas arteras de una candidata lleve a no ver tan repugnantes las maneras soeces del otro.    

Trump ha roto las mediaciones entre economía y política, que tan útiles resultaban para disimular y garantizar la supeditación de esta a aquella

Trump es un desborde de la normalidad y por eso ha funcionado tan bien en el mundo hiperbólico de la televisión y el espectáculo, donde, no ahora, sino desde hace décadas, vienen confinándose y recreándose los conflictos políticos. En el plató televisivo Trump ha pulverizado, por su experiencia y también por exceso, el concepto clásico de representación. Mucha gente ha presenciado el show como un duelo entre el auténtico Trump y la impostora Hillary. El problema es que esa gente no ha dejado de creer en los actores profesionales para descubrir siempre a la persona peligrosa que hay detrás, sino para creerse directamente a uno de los personajes. El exceso de teatralización en la política ha vuelto más verosímil al histrión recién llegado que a la actriz profesional a la que al cabo de tantos años se le veían los trucos.  ¿Qué personaje es ese que además de crédito ha suscitado identificación? El mismo que acopia buena parte de los estereotipos sublimados en el discurso político del establishment o exaltados más zafiamente en la cultura basura que, también aquí, se emite en prime time. Quien mire a Donald Trump se encontrará con un personaje-referente muy familiar: el hombre hecho a sí mismo, el triunfador rápido de casino, el born again, el que consigue a la chica guapa como si fuera un trofeo de caza, el gracioso cargante, desinhibido y zafio o el policía colérico dispuesto a limpiar las calles de “la chusma” saltándose las trabas burocráticas que le imponen desde arriba quienes no la sufren. Sorprende que apenas se haya penalizado electoralmente el machismo asqueroso y semidelictivo de Trump, pero también deberían sorprendernos los modelos de mujer que se ensalzan todos los días en los anuncios de las calles de Nueva York o de cualquier ciudad del mundo, esos que están más cerca de las Misses de las que se rodeaba el magnate que de cualquier mujer empoderada. En definitiva, habría que mirar hacia dentro de la comunidad y ver de qué normalidad se ha estado alimentando la bestia todos estos años.

Sorprende que apenas se haya penalizado el machismo asqueroso y semidelictivo de Trump, pero también deberían sorprendernos los modelos de mujer que se ensalzan todos los días

Trump se ha hecho eco del grito de dolor de una parte de la clase obrera blanca del interior y del miedo de las clases medias que con la crisis han perdido o ven amenazado su estatus. Su habilidad ha consistido en canalizar esa rabia y frustración en distintas direcciones, pero aprovechando algunos cauces que ya existían. Buena parte de la ira la ha proyectado hacia abajo, hacia el inmigrante recién llegado o sin papeles. Para ello ha cogido el relevo de las leyes migratorias de Bush, ha reavivado la asociación entre islam y terrorismo post 11S y ha hecho uso de un repertorio muy socorrido en la larga tradición de la derecha reaccionaria y xenófoba también europea: la construcción del chivo expiatorio, la supuesta amenaza a una identidad nacional idealizada, el miedo a perder lo poco que se tiene si se incorpora más gente al reparto de escasez o el alivio sádico que a algunos proporciona desquitarse de la humillación que te inflige el de arriba reproduciéndola sobre el de abajo. Otra parte de la rabia la ha proyectado muy parcialmente hacia arriba, hacia un sector de las finanzas.  Obviamente no lo ha hecho desde una perspectiva social y redistributiva, sino explotando el victimismo del falso emprendedor que quiere montar su negocio para dar trabajo y no recibe el crédito de unos pocos codiciosos, que nunca tienen nombre y, según él, tampoco clase social. 

Su habilidad ha consistido en canalizar esa rabia y frustración en distintas direcciones, pero aprovechando algunos cauces que ya existían

Finalmente, buena parte de esa rabia se ha proyectado sobre la clase política en general y la demócrata en particular. A lo primero han ayudado los altos niveles de corrupción de Washington, pero también el espejismo de la completa autonomía de la política y la consideración del político como responsable de todos los males y depósito fundamental de la hostilidad; un discurso muy neoliberal y mainstream también en Europa, pensado para que esta hostilidad nunca llegue a los grandes empresarios que, como él, mandan en el día a día de la gente. En cuanto a lo segundo, Trump ha recogido el hastío creciente frente al clasismo y la prepotencia cultural de la progresía demócrata de la costa este, aquella que desde su cómoda vida de profesionales reconocidos e ilustrados defendía en abstracto los derechos (básicamente culturales) de las minorías, daba por muerta a la clase obrera y se  burlaba de la cerrazón de los rednecks del interior. La candidata Hillary Clinton era un acopio de todo aquello que venía siendo objeto de fobia y de lo que podía ser acusada por aquel que, reuniendo vicios quizá peores, no iba a ser tachado de lo mismo: la política profesional de toda la vida, la lobbista de Wall Street partidaria del libre comercio, la demócrata a favor de la guerra global y la progresista intelectualmente soberbia frente al payaso ignorante con el que se han identificado, de manera más bruta o inteligentemente cínica, quienes venían sufriendo idéntico desprecio.  Habrá que tomar nota del agotamiento, también en España, de una progresía que ha dejado de entender el mundo porque lo mira a través de sus privilegios y que tras tanto tiempo disfrutándolos es objeto de un rechazo popular creciente. También de cómo ese rechazo popular ha llevado a algunos a ver con mejores ojos a una derecha que los ostenta de manera natural.

Hillary Clinton era un acopio de todo aquello que venía siendo objeto de fobia y de lo que podía ser acusada por aquel que, reuniendo vicios quizá peores, no iba a ser tachado de lo mismo

Hillary era la representante de una normalidad que genera sufrimiento y cuya desigualdad extrema ya no puede ocultarse bajo el discurso, ahora translúcido, de una supuesta moderación. Esos discursos tan prudentes como herméticos olvidan, consciente o inconscientemente,  que ahí fuera hay mucha gente machacada, hastiada o asustada dispuesta a arriesgarse a un cambio aunque sea a peor, así como una colección de oportunistas preparados para brindarles esa oportunidad llevando al extremo los mitos de su cotidianidad, el Make america great again en el caso de Trump. Por eso no se puede  aspirar a frenar a la bestia desde una actitud defensiva y conservadora que la presenta como una amenaza para un orden que a muchos les resulta ya insufrible, sino a la ofensiva, presentándola como un subproducto (o sobreproducto) de este.  

En momentos de excepción es fundamental la pasión con que se vive el voto. No solo porque el día de las elecciones ayuda a que la gente venza la modorra o los obstáculos burocráticos, y por tanto sociales, que en muchos países como EEUU filtran la voluntad popular. También porque esa pasión ejerce un efecto movilizador y multiplicador en el entorno inmediato del votante que puede ser determinante. En Estados Unidos ha ganado quien más entusiasmo ha despertado en sus acólitos, todo el día haciendo campaña y con el voto preparado desde primera hora, pero sobre todo ha perdido quien más desgana generaba en sus potenciales votantes. Aquí también sería interesante analizar con qué pasiones o desilusiones de un tipo u otro se han afrontado y se afrontarán los procesos electorales.     

En Estados Unidos ha ganado quien más entusiasmo ha despertado en sus acólitos, pero sobre todo ha perdido quien más desgana generaba en sus potenciales votantes

No hay que culpar a la gente desesperada que vota barbaridades desde ninguna actitud de superioridad, pero tampoco exculparla desde cualquier comprensión paternalista igual de despreciativa. Hay que entender que cuando la gente está mal y quiere cambiar algo lo hace con los recursos políticos y culturales, con los valores e imaginarios que tiene más a mano, y que la mayor parte de las veces estos no son los valores e imaginarios fraternos y emancipadores de las asociaciones vecinales, movimientos sociales, fundaciones culturales, partidos o sindicatos que en la mayoría de los países occidentales han venido retrocediendo (por acoso ajeno y errores propios) en las últimas décadas. La rabia, en el caso concreto de EEUU, es que en estos años se había producido una reactivación de estos movimientos e imaginarios liberadores (Occupy Wall Street, protestas contra los tratados de libre comercio, Black lives matter) que reconectaba con la larga y fértil tradición de luchas por los derechos civiles y sociales que tan bien nos contó Howard Zinn en su La otra historia de los Estados Unidos. Buena parte de ese impulso dio energía y posibilidad de triunfo (que no garantía) a la candidatura de Bernie Sanders. Pero desde la moderación, desde el realismo, desde el cálculo erróneo hecho con los parámetros científicos de clase media acomodada, desde el miedo propio al cambio, se pensó que eso no valdría para frenar la amenaza. 

Hay que entender que cuando la gente está mal y quiere cambiar algo lo hace con los recursos políticos y culturales, con los valores e imaginarios que tiene más a mano

Ahora hay que replantearse cómo hacer oposición allí donde la barbarie ha cobrado una forma más brutal, y cómo evitarla y buscarla alternativa en cualquier otro lado. No creo que para eso baste un populismo de izquierdas basado en la simple premisa de que la rabia de la gente corriente, simples seres maleables, pueda redireccionarse, desde arriba y mediáticamente, en un sentido emancipador si encuentra voz y cauce en un Trump a la inversa. De hecho, no habría que ponérselo fácil a quienes ya están tratando de asociar cualquier alternativa, por tratarse de algo excepcional, al monstruo surgido de su normalidad. Hacen falta liderazgos populares atrevidos y nada remilgados que hablen claro y entusiasmen, pero la pasión, para ser emancipadora, necesita ser una pasión razonada, socialmente activa y organizada. En los últimos días en Europa hay quien se consuela presentando a Trump como un animal genuinamente americano (qué lejos queda la memoria de Jesús Gil o Silvio Berlusconi y qué poco nos estamos tomando en serio el avance de Marine Le Pen). En el caso de España nos repetimos para aliviarnos que aquí no ha habido neofascismo gracias al antídoto del 15M. Y eso es cierto, pero no se puede vivir toda la vida de las rentas. El antídoto del 15M va perdiendo propiedades a medida que se han ido desarticulando los espacios de aprendizaje, confraternización y resistencia de la gente y habrá que ver, cuando llegue más pobreza, desigualdad, miedo y frustración, qué va a tener a mano, además de la televisión, para enfrentarlo.  No nos fiemos sin más de la gente, de nosotros, ni dejemos de confiar en ella. “Soy basura/ pero aún sigo levantando este pequeño ramo de flores salvajes / la democracia está llegando ya a EEUU”, cantaba Leonard Cohen. 

-------------------------

Juan Andrade. Profesor en la Universidad de Extremadura.

---------------------------------
CTXT ha acreditado a cuatro periodistas --Raquel Agüeros, Esteban Ordóñez, Willy Veleta y Rubén Juste-- en los juicios Gürtel y Black. ¿Nos ayudas a financiar este despliegue?

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Juan Andrade

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

4 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Raúl

    El triunfo de Trump se debe a un despertar y hartazgo masivo de la población. A la información alternativa en internet, lejos de las mentiras de los mass media vendidos a los de siempre. Y ahora seguirá triunfando puesto que es MUY SOSPECHOSO el bombardeo constante anti Trump empezando por PRISA Y CIA, acabando por los extranjeros cuyo amo es el mismo. Nunca ha habido un bombardeo tan coordinado y masivo en difamaciones, desprestigio, mentiras o medias verdades, a los 5 minutos de su elección, en contra de un presidente democráticamente electo. Una pregunta que se hará la población mundial es la siguiente ¿ Alguien muy importante, una parte de la élite o del stablishment, tiene tanto miedo de Trump ?. ¿ Y porque ?. ¿ Acaso se rompe alguna agenda, como por ejemplo el TTIP y otros tratados lesivos ?. Está clarísimo: parte de este stablishment antiTrump, tiene mucho que perder con Trump.

    Hace 7 años 5 meses

  2. DS

    Muy buen artículo. La traición de las élites política y económicas al pueblo y la deprededación al medio ambiente, trae como alternativa bárbaros como éste. aquí en españa tanto el ibex como elppsoe, que solo trabajn para ellos están dando lugar a un futuro golpe de los bárbaros ultra fachas, aunque se dispone del 15 M y los movimientos sociales y UP QUE LO CONTRARESTAN Y ESPERO QUE LES GANEMOS. En el resto de la U E están acojonados con la Lepen, el brxit, el polaco, el húngaro, etc,.

    Hace 7 años 5 meses

  3. Mentalmente

    "El triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses del martes 8 de noviembre ha desatado una oleada mundial de estupor, miedo y repulsión" No he podido leer entero su artícuIo porque me ha chocado muy fuerte el principio. No estoy para nada de acuerdo con lo que usted dice ahí. Ahí es nada. Diga usted de dónde se saca que Donald Trump no gusta a las masas.

    Hace 7 años 5 meses

  4. manuel

    Fantastica la referencia cruzada con la peli documental de Adam Curtis "Hypernormalisation", https://es.wikipedia.org/wiki/HyperNormalisation, o de como el exceso de normalidad es un sintoma de la aparicion de los subproductos politicos y culturales previos a la decadencia de los sistemas.

    Hace 7 años 5 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí