1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

La libertad de cátedra en la era Trump

La victoria del magnate pilla a la universidad norteamericana debilitada y sumida en conflictos internos. Se percibe una pérdida de independencia y libertad profesoral y la deuda estudiantil acumulada supera el billón de dólares

Sebastiaan Faber 30/11/2016

<p>Universidad de Yale / Pixabay</p>

Universidad de Yale / Pixabay

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

___________

CTXT necesita la ayuda de sus lectores para seguir siendo un medio radicalmente libre e independiente. ¿Nos echas un cable?


 

___________

Dos semanas después de la victoria electoral de Donald Trump se lanzó Profesores Bajo Vigilancia (Professor Watch List, professorwatchlist.org), una web diseñada para “exponer y documentar a profesores de universidad que discriminen contra estudiantes conservadores y avancen propaganda izquierdista en sus clases”. No es la primera vez que las universidades de este país son acusadas de subversión. En 1938, cuando se fundó la primera Comisión de Actividades Antiamericanas de la Casa de Representantes (HUAC), sus miembros ya tenían el mundo académico en el punto de mira. También el senador Joseph McCarthy, que en los años 1950 se obsesionaba con la amenaza roja, veía las universidades con especial sospecha. Fueron muchos los profesores víctimas de la caza de brujas anticomunista.

Con Trump en la Casa Blanca, ¿nos espera una vuelta a la paranoia patriota y la cultura de la delación de la Guerra Fría? Su tendencia maniquea —el mundo, para él, parece consistir en gente buena y gente mala— y su falta de respeto y comprensión por los derechos constitucionales no augura nada bueno. Durante su campaña, Trump habló de un sistema de registro para musulmanes en Estados Unidos. En junio, Newt Gingrich, uno de sus aliados más prominentes, sugirió que se debía volver a crear una Comisión de Actividades Antiamericanas.

¿Qué efecto tendrá Trump sobre la vida universitaria de su país? Desde ya, el inesperado resultado electoral ha causado especial consternación entre grupos determinados de estudiantes y profesores: los musulmanes, las mujeres, los inmigrantes y la comunidad gay, lesbiana, bi y trans. Y todos, en efecto, se han visto afectados desde el 8-N por una serie de agresiones puntuales. ¿Hasta qué punto un gobierno encabezado por Trump —antiintelectual por antonomasia— constituye una amenaza más alevosa y estructural para el sistema de educación superior en Estados Unidos?

Profesores peligrosos

“De momento las administraciones de las universidades han respondido a la victoria de Trump mandando avisos generales de que ningún lenguaje discriminatorio contra grupos o personas será tolerado”, afirma Alberto Moreiras, catedrático en la Universidad de Texas A&M. “Pero está por ver, más allá de eso, hasta qué punto un nuevo ambiente político coartará la libertad de expresión universitaria de formas más sutiles que la de los insultos y los desprecios explícitos. El peligro de que eso suceda es patente, pero de momento se trata solo de eso, un peligro”.

El entorno alt-right de Trump alberga un odio especial hacia la cultura universitaria

Las cosas pintan negras. El entorno alt-right de Trump alberga un odio especial hacia la cultura universitaria. Entre los seguidores más fieles del magnate naranja se encuentra David Horowitz, activista conservador (y exmarxista) que en 2006 publicó Los 101 profesores más peligrosos de América: un libro de perfiles académicos que pretendía, según la contraportada, “desenmascarar a académicos que dicen que quieren matar a personas blancas, promueven los puntos de vista de los mulás iraníes, apoyan a Osama bin Laden, lamentan el ocaso de la Unión Soviética, defienden la pedofilia y abogan por el asesinato de estadounidenses de a pie”. Un mes antes de que saliera su libro, Horowitz testificó ante miembros del Congreso de Pensilvania, que había creado una comisión para investigar si los estudiantes de ideario conservador sufrían discriminación por parte de un profesorado predominantemente progresista.

Horowitz lleva años clamando por una mayor “diversidad intelectual” en las universidades de Estados Unidos. Según mantiene, se han convertido en máquinas de adoctrinamiento, nidos homogéneos de extremo izquierdismo. ¿La cruzada de Horowitz es un macartismo del siglo XXI? Sólo hasta cierto punto, señalaba en 2006 la historiadora Ellen Schrecker y autora de varios libros sobre el anticomunismo de los cincuenta. En cierto sentido la amenaza es mayor. Lo que a McCarthy le molestaba en los profesores sospechosos no era, curiosamente, lo que pudieran decir en sus clases y su investigación, o cómo pudieran tratar a sus estudiantes. Ser comunista —y negarse a delatar a otros— era, simplemente, una tara moral que les descalificaba como académicos y justificaba su despido. Los nuevos cazadores de brujas, en cambio, al denunciar una supuesta “discriminación” a estudiantes conservadores y “falta de diversidad” entre un profesorado demasiado izquierdista, se concentran, precisamente, en lo que pasa en los salones de clase, donde plantan a estudiantes espías encargados de grabar a profesores con el fin de denunciarles por lo que dicen sobre Israel, la Constitución, el gobierno o el capitalismo. De hecho, Horowitz y los suyos se han apropiado de un vocabulario liberal, forjado en la lucha norteamericana por los derechos civiles, revestido de una pátina constitucional: Horowitz se presenta como luchador por la libertad de expresión y enarbola una Carta de Derechos Académicos (Academic Bill of Rights).

Con todo, si las listas de profesores “peligrosos” de Horowitz y otros podrían ser objeto de burla hace diez años, lo son mucho menos en los tiempos políticos que corren. Desde los años 60, después del ocaso del macartismo —marcado en 1957 por la muerte por alcoholismo del propio senador—, el profesorado estadounidense se sabía seguro, protegido por una doble valla defensiva: la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, principios sólidamente asentados en la vida universitaria de Estados Unidos desde que los formuló la Asociación de Profesores Universitarios (AAUP) por primera vez en 1915.

Hoy, para muchos esa seguridad es mucho menos evidente. La verdad es que los últimos ataques pillan a las universidades norteamericanas debilitadas no sólo por años de recortes financieros y reformas neoliberales sino también por la deriva de políticas internas pensadas para emancipar que, burocratizadas y politizadas, se han convertido en camisa de fuerza y arma arrojadiza. Peor, han llevado a algunos a cuestionar las mismas bases de la misión académica: el libre intercambio de ideas, la tolerancia ante los que piensan de forma diferente o el argumento razonado.

Las grandes universidades públicas, fundadas en su mayoría en la segunda mitad del siglo XIX, reciben cada vez menos fondos de los gobiernos estatales

Desafíos económicos

El primer gran desafío de la educación superior en Estados Unidos es sin duda económico. Las grandes universidades públicas, fundadas en su mayoría en la segunda mitad del siglo XIX, reciben cada vez menos fondos de los gobiernos estatales que las crearon —lo que no ha impedido que esos gobiernos se muestren cada vez más intervencionistas, intentando abolir programas que ven como subversivos, o denunciar a profesores por su actividad política—. Las privadas, entre las que se encuentran las más prestigiosas, como Harvard, Yale o Stanford, han visto menguar el segmento de la población capaz de permitirse sus matrículas. (A pesar del crecimiento económico, los ingresos medianos en Estados Unidos llevan décadas estancados). En busca de ingresos alternativos, las universidades han entrado en alianzas con el mundo empresarial (en particular, las industrias farmacéuticas, armamentistas, agrícolas o informáticas) y son cada vez más dependientes de filántropos privados que, a cambio de grandes donaciones, pretenden moldear la enseñanza y la investigación a sus gustos y agendas.

Mientras tanto, las públicas y las privadas han venido elevando sus matrículas a cifras astronómicas. Actualmente, un año en una de las mejores 50 universidades privadas cuesta más de 60.000 dólares; las grandes públicas, como Ohio State University o la Universidad de Michigan, cobran entre 25.000 y 55.000 al año. Aunque muchas de estas universidades dan becas relativamente generosas, la gran mayoría de los estudiantes no puede acceder a una carrera sin endeudarse. Hoy en día, la deuda estudiantil acumulada en Estados Unidos supera el billón de dólares. En la práctica, la financiación de la educación superior, antes mayormente pública, se ha venido privatizando a pasos gigantes.

Esta privatización no sólo ha creado una crisis de acceso y de deuda. También ha cambiado la actitud de los estudiantes y del gobierno hacia las universidades y los servicios que proporcionan. Los estudiantes, conscientes de lo que están pagando —y criados en una sociedad ferozmente competitiva e individualista—, se ven menos como alumnos que como consumidores o pequeños empresarios de sí mismos. El gobierno, a su vez, ha empezado a exigir a las universidades que justifiquen una inversión tan costosa. La exigencia de la rendición de cuentas (la famosa accountability) —además del fetichismo de lo medible y cuantificable— ha abierto el campo a que las administraciones universitarias se expandan y burocraticen. Departamentos enteros se dedican a encajar la enseñanza y la investigación —antes campos de relativa libertad— a esquemas cada vez más estrechos y cuantificados, en busca de measurable outcomes, resultados medibles que correspondan con unos learning objectives (objetivos pedagógicos) determinados de antemano. Para colmo, esta pérdida de independencia y libertad profesoral se produce en un contexto laboral cada vez más precario —perdón, flexible— que incrementa todavía más el poder de las administraciones sobre los que enseñan. Hoy, sólo un 30% del millón y medio de profesores en las más de 4.000 universidades del país tiene un puesto fijo a tiempo completo. Los demás trabajan con un contrato parcial o temporal, con salarios significativamente más bajos, cargas lectivas mayores y la amenaza continua del despido.

Todos estos factores hacen que la comunidad académica esté más vulnerable que nunca ante los ataques a su integridad que cabe esperar de un gobierno de Trump, un presidente que parece burlarse de la división de poderes, la independencia de la prensa, los derechos humanos y, sin ir más lejos, del mismo concepto de verdad. Pero esa misma comunidad universitaria no está libre de culpa. En años recientes, la polarización política y presiones directas de profesores y estudiantes han venido erosionando la libertad de cátedra y la autonomía universitaria. Ahora, cuando más los necesita para salvaguardar sus valores y continuidad ante lo que promete ser una de las presidencias más antiintelectuales desde hace muchos años, la comunidad universitaria se encuentra con que ha saboteado sus propias líneas de defensa.

La izquierda cómplice

“A escala mundial, las mayores amenazas a la libertad de cátedra nacen del surgimiento político del nacionalismo y populismo”, afirma Hans de Wit, director del Centro de Educación Superior Internacional del Boston College. “La libertad de expresión se considera bajo un criterio cada vez más estrecho, más determinado por la opinión dominante. Se ve en Tailandia, Egipto, Turquía, pero también en Estados Unidos. Los debates se han hecho más extremos. Es cada vez más común que las opiniones discordantes se denuncien directamente como equivocadas y que, por ejemplo, se exija el despido de un catedrático cuyas conclusiones no gustan. La polarización hace que desaparezcan los matices y la comprensión del punto de vista del otro. Pero la izquierda, que ahora puede ser la víctima, ha tenido su parte en esta evolución”.

En los últimos años, las críticas más feroces al profesorado progresista no han venido de fuera ni de la derecha, sino de dentro y de la izquierda

De hecho, en los últimos años, las críticas más feroces al profesorado progresista no han venido de fuera ni de la derecha, sino de dentro y de la izquierda. Y los conflictos no han versado sobre desigualdad económica, conciencia de clase, o la diferencia entre revolución o reformismo. Los temas más controvertidos han sido cuestiones de género, sexo e identidad. En febrero de 2015, Laura Kipnis, especialista de cine en la Universidad de Northwestern, publicó un ensayo en el que criticaba lo que veía como un nuevo puritanismo: la extrema sensibilidad ante el sexo de las y los estudiantes. También censuraba los intentos de las universidades por legislar las relaciones sexuales hasta los últimos y más íntimos detalles. Y cuestionaba el uso extendido de términos cargados como trauma y supervivencia para referirse a todos los casos de interacción sexual no satisfactoria, así como la tendencia de las y los estudiantes a verse vulnerables en extremo y apelar de inmediato a las autoridades en busca de protección o reparación. Irónicamente, una vez publicado su ensayo, algunas estudiantes la denunciaron ante la administración por haber “enfriado el clima” de la institución y dificultado así que se presentaran víctimas de acoso sexual. Kipnis acabó envuelta en un proceso judicial que le ocupó durante meses, aunque acabó por exonerarla.

Pies de plomo

La estructura legal que invita a este tipo de denuncia es el apartado IX de la ley educativa federal, que pretende garantizar la igualdad de acceso a todos. En los últimos años, la aplicación cada vez más extensa de sus artículos ha servido para censurar a universidades que no hacen lo suficiente para impedir el acoso o las violaciones. También ha permitido que se abra expediente contra todo profesor que parezca discriminar a ciertos grupos de estudiantes o simplemente herir sensibilidades. “La implementación de reglas tendentes a no permitir lo que llaman un hostile work environment (ambiente laboral hostil) se salió de madre en este país hace algunos años”, dice Moreiras, catedrático en Texas, “aunque los orígenes del proceso se remontan, en mi experiencia, a fines de los años ochenta del siglo pasado. Ahora hay que andarse con pies de plomo a la hora de emitir una opinión o incluso proponer una lectura que pueda ‘ofender’ la sensibilidad de estudiantes demasiado protegidos en sus piedades emocionales y políticas, de un lado o de otro”.

¿Cómo se ha podido llegar hasta este punto? Es fácil culpar a toda una generación de estudiantes “mimada”, poco dispuesta a arriesgarse, adicta a redes sociales que confirman lo que ya piensan en lugar de desafiar sus ideas, y obsesionada con la “comodidad”. Este es el análisis que propusieron Greg Lukianoff y Jon Haidt en un celebrado artículo para The Atlantic Monthly, como explicó Héctor Fouce en estas páginas. Otros mantienen que la realidad es más compleja. Los estudiantes, en verdad, no hacen más que cumplir con el papel que les toca: cuestionan principios, señalan injusticias y defienden lo que conciben son sus derechos en un mundo donde se ven obligados a incurrir en una deuda inmensa para una educación superior que, sin embargo, no es garantía de empleo digno.

El problema de fondo es más estructural. Por un lado, están las estructuras legales como el Título Noveno que, traducidas a la práctica cotidiana, limitan la libertad de cátedra y la autonomía universitaria. Por otro, están las administraciones universitarias profesionalizadas, sumamente reacias a toda publicidad que pueda dañar la “marca” institucional o asustar a los donantes. Prefieren ceder ante los estudiantes antes que defender principios que, en todo caso, ven como obstáculos a la gestión eficaz de su empresa. “Criticar públicamente la institución en la que trabajas está muy mal visto y puede sin duda hacerse causa de acción legal”, afirma Moreiras. “No estamos todavía, quiero pensar, en una situación en la que le interese a la administración ejercitar demasiado abiertamente ese derecho o supuesto derecho de proteger el buen nombre de la institución. Pero sería fácil que llegáramos a ella. Porque ahí sí que las administraciones estatales en manos de las derechas radicales pueden querer intervenir de forma explícita.  Domar y silenciar a la universidad es parte de su agenda, aunque no la inventaron ellos. Es una herencia neoliberal que estarán encantados de ahondar y sistematizar, bajo el imperativo de lealtad, sumisión, orden y obediencia a los jefes”.

Para Moreiras, el profesorado es cómplice: se ha dejado seducir por el conformismo y el miedo. “A ocho años de la presidencia de Obama, estamos viviendo un periodo reactivo, conformista y poco interesante en la vida intelectual de este país, o de la universidad de este país. Para muchos hoy la libertad real de expresión, entendida como la libertad real de expresar un pensamiento, ya no es un valor real. Sin duda el miedo es un factor determinante en esto, pero es un miedo cuyas raíces se hunden en la administración neoliberal de los últimos treinta años. No es un miedo causado por el alza de la derecha”. De hecho, dice, puede que el surgimiento de Trump despierte a una comunidad universitaria adormecida: “Cabría soñar con que el alza de la derecha motive quizá un movimiento contrario en la universidad, no necesariamente hacia la izquierda a la que estamos acostumbrados, sino hacia un nuevo compromiso con la libertad del pensamiento. Pero eso es solo un sueño de momento. El problema real es que hoy el riesgo no ofrece recompensa visible para tantos. Y así nadie quiere correr riesgos intelectuales”.

¿Hasta cuándo y dónde sobrevivirá la libertad de cátedra? “Hay que recordar que, de las 4.000 universidades en Estados Unidos, sólo 200 son de investigación y unas 50 de primer rango mundial. Yale y Harvard seguirán protegiendo la libertad de cátedra”, vaticina De Wit. “Pero en muchas otras universidades no queda nada claro. Sabemos que países como Rusia y China están haciendo grandes inversiones en educación superior. Están creando universidades modeladas sobre las grandes universidades anglosajonas, pero en un ambiente mucho más controlado, sin las mismas garantías de autonomía y libertad. Nosotros siempre hemos dicho que éstas son la base de la calidad universitaria. ¿Lo son? Es posible que tengamos que admitir que otros modelos son posibles. Y esa misma discusión —¿es posible una educación superior de calidad con menos libertad y autonomía?— también se dará en Estados Unidos. La presión sobre la gran mayoría de las universidades es cada vez mayor”.

___________

CTXT necesita la ayuda de sus lectores para seguir siendo un medio radicalmente libre e independiente. ¿Nos echas un cable?

...
Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Sebastiaan Faber

Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí