Houria Bouteldja / Portavoz del Partido de los Indígenas de la República
“El Frente Nacional hará una campaña de izquierda”
Amanda Andrades Madrid , 21/12/2016
Houria Bouteldja.
Cedida por la entrevistadaEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
---------------------------------
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos ayuda para convertir un local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Donación libre:
---------------------------------
A los cincos años, una compañera de escuela le soltó un “tú eres africana” y a Houria Bouteldja, nacida en Constantina, Argelia, en 1973, pero llegada a Francia muy pequeña, aquello le dolió. Le hizo sentirse ofendida. “En mi cabeza, a los cinco años, ya sabía que africano era negativo”, recuerda durante esta mañana de domingo gris y lluviosa, cuando se le pregunta por la forma en que se interioriza el colonialismo. “Si a los cinco años ya sabemos exactamente en qué posición estamos, se acabó”, explica.
Bouteldja comenzó a militar políticamente en 2003, en “un contexto particular”: después del 11 de Septiembre, Francia aprobó la ley sobre los signos religiosos en la escuela, una norma que considera “racista e islamófoba”. Tras la aprobación de la ley, esta licenciada en Inglés y Árabe participó en el lanzamiento del Llamamiento de los Indígenas de la República, un manifiesto que acusaba al Estado francés de haber sido y ser un Estado colonial en el que “el principio de igualdad ante la ley no solo no se respeta, sino que la propia ley no es siempre igual para todos”.
“Tuvo mucho éxito. Los disturbios en los suburbios dieron fuerza política a aquello que decíamos en el llamamiento”, recuerda. “Esto nos fortaleció y algunos meses más tarde creamos el Movimiento de los Indígenas de la República”.
Para ser europeo, hay que ser cristiano y blanco de piel. Yo soy blanca, pero no europea de origen, y por lo tanto no soy blanca
Cinco años después, llegó la creación del Partido de los Indígenas de la República, una formación que todavía no ha entrado en el juego de las elecciones. Por ahora, son demasiado pequeños: “Nos llamamos partido para que la gente comprenda que hacemos política. Cuando dices movimiento, la gente piensa que eres una asociación”, aclara en uno de esos pocos bares de parroquianos que aún quedan en Lavapiés. La conversación durará el tiempo de un café, media hora. A las 9:30 ha quedado con un grupo de indígenas, de España (moras, gitanos y sudacas), que quieren conocer la experiencia del PIR.
¿Qué es ser un indígena de la República?
...Ehhhh (duda un segundo). Es ser un sujeto poscolonial, un ciudadano de segunda clase, con una particularidad: la cuestión racial. Para ser un verdadero francés, hay que ser blanco. Para ser europeo, hay que ser cristiano y blanco de piel. La blanquitud son esos tres factores: europeo, blanco y cristiano, como cultura, no importa si se es creyente o no. Cuando uno no es eso, no es francés. Por ejemplo, los turcos son blancos de piel, pero son musulmanes; los antillanos son franceses de nacimiento, pero son negros. Yo soy blanca, pero no europea de origen, y por lo tanto no soy blanca. Para ser blanco hay que tener estas tres cualidades.
En su trabajo habla de la necesidad de deconstruir la blanquitud; ¿qué significa esto?
No digo deconstruir, hablo de llevar a cabo una lucha política para liberar a los blancos y a los indígenas de su estatuto racial. Para nosotros, ambos están racializados. Los blancos, positivamente. Los indígenas, negativamente. Y por tanto, es una lucha política contra el racismo estructural que lleva a la liberación.
Usted afirma no creer en luchas universales, pero ¿es posible construir estrategias en común?
En 2012 Bouteldja fue juzgada --por primera vez en la historia de Francia--, y absuelta, por racismo contra los blancos a raíz de unas declaraciones televisivas de 2007
Sí, por supuesto que es posible. A lo largo de la historia siempre hemos visto convergencias. No es fácil, porque hay muchas contradicciones entre nosotros. Muchas. Por ejemplo, si cogemos a los homosexuales y los indígenas, en Francia, constatamos un fenómeno llamado homonacionalismo que hace que cada vez más homosexuales blancos sean islamófobos. En estas condiciones, no sabemos cómo sería posible una alianza. Esperamos que haya cada vez más homosexuales que comprendan la necesidad de no confundir su lucha con el nacionalismo francés. Si es así, podremos converger sobre bases políticas.
Bouteldja despierta pasiones encontradas. Hay quienes la idolatran y la consideran un referente y quienes le reprochan, como el director de Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, en una crítica a su libro Les Blancs, les Juifs et nous: Vers une politique de l'amour révolutionnaire (La Fabrique éditions, 2016), que conmine a la izquierda a “subordinarlo todo, la dominación social, la supremacía masculina, la persecución de las minorías sexuales, a la lucha contra la hegemonía blanca”.
En la entrada sobre Bouteldja de la Wikipedia francesa se la define como alguien que, presentándose como una activista antirracista, comprometida contra la islamofobia y el neocolonialismo, es objeto de mucha controversia, ya que se le acusa de ser antisemita, homófoba, sexista, racista y comunitarista.
En 2012 fue juzgada --por primera vez en la historia de Francia--, y absuelta, por racismo contra los blancos a raíz de unas declaraciones televisivas de 2007 en las que llamaba a estos los souchiens, una expresión nacida, según ella, de un juego de palabras con la expresión français de souche. “Mi objetivo era burlarme de la noción de franceses de pura cepa, opuesta a aquellos que no lo son”, explicó en el juicio de apelación a la primera absolución.
La revista Marianne prendió la mecha de la polémica al defender que no se trataba de un neologismo, sino que detrás de la expresión se ocultaba un insulto, “sous-chiens” (menos que los perros), camuflado bajo la homofonía. Un año más tarde, el entonces ministro de Inmigración e Identidad Nacional de Sarkozy, Brice Hortefeux, reavivó el fuego con unas declaraciones en las que advertía de que no dejaría que se pronunciarán unas palabras así sin reaccionar. Poco después vino la acusación ante la justicia presentada por la Alianza general contra el racismo y por el respeto de la identidad francesa y cristiana.
Ese mismo año sufrió una agresión en París. Un hombre le vertió encima un cubo de pintura. La Liga de Defensa Judía, un movimiento neosionista considerado como grupo terrorista por el FBI, se atribuyó la autoría y colgó el vídeo del ataque en Internet.
Se le ha acusado de homofobia y de presentar la homosexualidad como una práctica impuesta por los poderosos en los suburbios y el tercer mundo. ¿Ha sido mal interpretada?
Evidentemente, es deshonesto. Yo jamás he dicho que la homosexualidad sea una práctica importada. He dicho que las identidades LGBT son identidades exportadas. Hay países en los que no se nombra la homosexualidad. Se practica, pero no se nombra, porque no es reconocida socialmente. La identidad sexual LGTB es inexistente en el resto del mundo. Nació en Europa, por razones ligadas a su historia, a la modernidad, y comenzó a ser exportada. A mucha gente no le gustan este tipo de importaciones, de normas que no son las suyas. Por tanto, hay resistencias que crean homofobia.
Pero también ha habido una exportación de ideologías como el marxismo, y esto no ha levantado resistencias tan fuertes...
La cuestión feminista-LGTB crea muchos problemas en el mundo. No sé hasta qué punto el comunismo ha sido aceptado. Si cogemos el ejemplo del Magreb, en las luchas por la independencia fue sobre todo el nacionalismo argelino, más que el marxismo o el comunismo, el que permitió la liberación. Los pueblos del sur han desarrollado sus propias ideologías y pensamientos políticos. Ahora, es verdad que el comunismo ha sido más aceptado que el feminismo y lo LGBT, pero, en una jerarquía, también el feminismo más que el movimiento LGBT. Estamos en un periodo de regresión política general en el mundo. Y por tanto, en los pueblos del sur que tienen experiencias extremadamente negativas de todo lo que vino del norte cada vez más hay rechazo a lo que viene de ahí. Se debe también a que la relación con el norte se ha transformado, ya no creemos en él. De alguna manera hubo una creencia en el comunismo que ya no existe. Hoy tenemos a los islamistas o, todavía, una suerte de nacionalismo; las izquierdas árabes son extremadamente débiles. Incluso el nacionalismo árabe ha retrocedido mucho con respecto al islamismo. Y el feminismo es, sobre todo, una élite. El movimiento LGTB en el Magreb es casi inexistente.
¿Hay un cierto enfoque paternalista en el feminismo con respecto a las mujeres que no son blancas?
Sí. El feminismo blanco es muy maternalista. Quiere liberar a las mujeres indígenas, cuando estas no lo están pidiendo. Pero esto no es solo verdad para el feminismo o la cuestión sexual. Es verdad para la izquierda de manera general. La izquierda, en general, es paternalista con respecto a los suburbios en Francia.
¿En qué sentido?
Son muy de dar lecciones. Son ellos quienes orientan la luchas, los que dicen sí hay que ir. Y cada vez más en los suburbios esto no es posible, no funciona.
¿Desde cuándo?
El feminismo blanco es muy maternalista. Quiere liberar a las mujeres indígenas, cuando estas no lo están pidiendo
Ha sido progresivo desde los años ochenta. Ha habido diferentes momentos de descolgamiento. La izquierda francesa, de manera general, llegó con una lectura muy paternalista y moralizante del racismo mientras que las víctimas tenían unas preocupaciones muy concretas. Por ejemplo, los crímenes policiales. No era la idea de hay que estar todos juntos. Eran luchas muy concretas. Antes de ir todos juntos, hay que luchar primero contra los crímenes policiales. Con la izquierda, ha habido siempre un desajuste. La fecha del gran divorcio fue 2005. Cuando hubo los disturbios, se dio también un pensamiento político decolonial que comenzó a articular políticamente lo que pasaba.
¿Cuál es este enfoque decolonial?
Consiste, ya de entrada, en decir que hay un campo político blanco y que no podemos confiar más en la izquierda. Es decir que la izquierda también es colonial. No tenemos amigos políticos naturales cuando somos del tercer mundo. Debemos organizarnos primero nosotros mismos, dirigir nuestra propia política, imponer nuestra agenda, nuestra lucha. Y cuando existamos políticamente, cuando tengamos la capacidad de crear relaciones de fuerza, en ese momento buscaremos aliarnos. Nuestros aliados serán aquellos que vendrán a luchar con nosotros.
Vivimos una crisis de la socialdemocracia, ¿la negación de la cuestión poscolonial forma parte de esta crisis?
Sí, por supuesto. Porque la cuestión poscolonial, la cuestión de los barrios, la relegación social, el racismo, plantea preguntas fundamentales como la relación con el Estado-Nación. Este es un dispositivo del imperialismo. Las migraciones, desde siempre, han contestado al Estado, como se ve en los crímenes policiales. La institución policial es uno de los pilares del Estado-nación. Los indígenas desde siempre contestan a la policía.
¿De qué manera?
Mediante la lucha. Los barrios son las primeras víctimas de la policía. Además, en los barrios siempre ha habido una sensibilidad antiimperialista mucho más fuerte que en la izquierda. Todo el mundo es naturalmente antiimperialista, venimos todos del tercer mundo, mientras que los blancos tienen que reflexionar antes de ser antiimperialistas, puesto que no son víctimas directas. Todo esto significa que llevamos a cabo las luchas más fuertes contra la socialdemocracia. De hecho, si la izquierda hubiera sabido estar al lado de los indígenas en la lucha, sería mucho más resistente y fuerte contra los abusos del capitalismo hoy en día en Francia, por ejemplo. Ahora quieren luchar contra la ley El-Khomri [la reforma laboral] y se encuentran sin los barrios populares. Somos todos más débiles, y el Estado es más fuerte contra nosotros. Hay una crisis evidente de la socialdemocracia y está bien que la haya, simplemente habría llegado más rápido si hubiéramos luchado todos juntos. Y seguramente habríamos pensado más en alternativas, en Estados sociales más fuertes, en un reparto mayor de la riqueza mayor...
¿Es posible salvar esta distancia entre el centro y la periferia?
Todo es posible, pero es un desafío colosal. Para converger es necesario que haya una verdadera organización política en los barrios, algo que no existe aún. Lo que existe, el antirracismo político, la red descolonial es aún muy débil. Y haría falta también una izquierda descolonial. La izquierda es muy blanca, sigue siendo muy muy blanca. Un movimiento como el nuestro es detestado por la izquierda francesa.
¿Por toda la izquierda?
Por una gran parte, una gran parte.
El PS ha puesto en marcha los dispositivos políticos y policiales que hacen que, si la extrema derecha llegará hoy al poder, estuviera en el paraíso
“La mierda”, en castellano, y envuelta en una risa cómplice, es la respuesta que sale disparada de los labios de Bouteldja cuando se le pregunta su opinión sobre el presidente socialista François Hollande. “Una catástrofe, de verdad, una catástrofe. Ha sido lamentable, ha sido peor que Sarkozy. Ha llevado a cabo una política muy liberal. La ley El Khomri ni siquiera la derecha de Sarkozy la ha hecho. La guerra en Mali, fue él. Terrible”, espeta Bouteldja, muy crítica también con las medidas de seguridad puestas en marcha después de los atentados del 13 de noviembre de 2015, como el Estado de emergencia, que acaba de ser prolongado por quinta vez, hasta el 15 de julio de 2017. “Han puesto en marcha las estructuras, los dispositivos políticos y policiales que hacen que, si la extrema derecha llegara hoy al poder, estuviera en el paraíso. Para el Estado autoritario es perfecto”, advierte.
¿Entre Fillon y Le Pen, piensa que Le Pen puede llegar al poder?
Es posible. Todo el mundo dice que no, pero yo digo que hay estar atentos porque Marine Le Pen será la que lleve a cabo una campaña de izquierda. Fillon es ultraliberal, conservador, católico, su programa es de derecha. Le Pen ya no tiene necesidad de tener un discurso muy racista, puesto que, de todas formas, todo el mundo lo sabe. Lleva haciéndolo treinta años. Por el contrario, va a desarrollar un discurso de izquierda contra Fillon. Va a acusarle de ser un ultraliberal y dirá que hace falta justicia social para todo el mundo. Va a recuperar a una parte de los proletarios, de los pobres. Y eso es mucha gente.
En el prólogo de su libro se pregunta qué se le puede ofrecer a los blancos como contrapartida a su declive y a la guerra que este anuncia.
This is the question. Cuando miras al electorado de Trump, ves que si este ha ganado es porque, de hecho, los blancos están en declive. El poder blanco se está hundiendo. Cuando los blancos se sienten seguros de ellos mismos, pueden contentarse con la socialdemocracia. Esta trabaja para ellos. No tienen necesidad de ser ostensiblemente racistas, pero cuando pierden… viene el fascismo. Todos esos hombres y mujeres que votan a Trump se sienten superados. Además, comienza a haber resistencias enormes al imperialismo occidental. Por supuesto, llevan a cabo guerras, pero no las ganan. Su poder se debilita y devienen fascistas. Cuanto más fascistas se vuelven, más se convierte en una realidad la cuestión de la guerra civil. Entonces, ¿qué vamos a hacer? Todos esos blancos son muy fascistas, y, en mi opinión, es muy difícil cambiarlos. Se agarran a la blanquitud. Por otro lado, están los abstencionistas. En las próximas elecciones entre Fillon y Marine Le Pen, muchos blancos no van a votar. Hay que crear relaciones de fuerza con los no blancos y los abstencionistas blancos. Es decir, con este cuerpo que no está satisfecho con la oferta política. Si no queremos la guerra, si no queremos que el fascismo gane, hace falta pensar una verdadera alternativa política. Hace falta justicia social, igualdad, reparto de la riqueza, el fin de la explotación del sur, entre otras cosas. Es una carrera contrarreloj. Hace falta que en los próximos 10 años haya una respuesta. En España, por ejemplo, ha surgido Podemos. Es el inicio de algo. En Grecia ha habido Syriza. En Francia es débil, pero hubo Nuit Debout y también lo que ocurre en los barrios populares. Es menos visible, pero la resistencia en los barrios también existe. Necesitaríamos que el movimiento descolonial cobre importancia en toda Europa.
¿Y si no?
Si no, será la guerra. No la guerra civil inmediatamente. Estamos en una fase de empeoramiento. La guerra en el exterior ya existe y ¿ahora va a ganar el interior? Es muy posible. Quizá en 15 o 20 años, no lo sé...
---------------------------------
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos ayuda para convertir un local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí
Autor >
Amanda Andrades
De Lebrija. Estudió periodismo, pero trabajó durante 10 años en cooperación internacional. En 2013 retomó su vocación inicial. Ha publicado el libro de relatos 'La mujer que quiso saltar una valla de seis metros' (Cear Euskadi, 2020), basado en las vidas de cinco mujeres que vencieron fronteras.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí