Crónica parlamentaria
Esa apartada orilla del PP
En el teatro del parlamento español los jóvenes emigran “para abrir horizontes”, los muertos del franquismo se desentierran y se suprimen en cinco minutos los cortes de suministro energético
Miguel Ángel Ortega Lucas 22/12/2016
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No revelamos nada si decimos que el mundo es un gigantesco teatro, una mascarada, una farsa de marionetas extenuándonos por dar al público el mejor perfil, por que no se nos vean los costurones del disfraz (o sea, del alma en carne viva: “Todo el año es carnaval”, dejó dicho Larra). Es un fenómeno innato en nuestra estirpe, pero en política alcanza cotas mitológicas, como de fábula ejemplarizante para niños. Los del común solemos ir por ahí sin darnos demasiada cuenta de nuestro propio número ambulante, pero es digno de ver cómo, por ejemplo en el Congreso de los Diputados, los actores pasan sin pudor alguno de ser unos cuando están sentados a ser otros con atril o cámaras delante.
Es lo que sucede a gran número de señorías a poco que uno se fije en su postura en los escaños: antes de hablar son como actores relajados entre bastidores, un ojo en el público y los suyos, otro en el guión; al entrar en escena (en tribuna pública), son abducidos por el personaje de una manera que ya quisieran los del método Stanislavski. Claro que los mejores, los que acaban siendo más efectivos, son los que siempre llevan al personaje encima, porque ya venían así de su casa [es seguro que Rafael Hernando, o el Frank Underwood del PP, es como es y no hay trampa ni cartón-piedra].
Así que están los aspirantes y los que tienen tablas, y luego los que ven el Congreso como un tablao, cual los flamencos de raza te pueden montar una juerga a las doce de la mañana en una calle de Oslo. Las formas de la archi-vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, son mucho más nobiliarias, pero su manera de encarar las preguntas de la oposición a las nueve en punto de la mañana y en ausencia del prócer Rajoy (cada vez más ocupado en ser él mismo y resultar invisible), pueden variar entre el aria de una diva vienesa y un zapateao de Lola Flores: qué manera de marcar el compás, de improvisar y no perderse, de subir el tono y aparentar siempre (que de eso va la vaina, decíamos) no dar un solo gallo.
Soraya convierte algo de cajón, como lo es debatir en la Cámara, en una suerte de gracia que el Gobierno concede en su infinita y democrática misericordia
Verbigracia: comienza preguntándole Carolina Bescansa, de Podemos, si el Gobierno del PP piensa convertir en norma el veto a cualquier medida aprobada por la oposición y en contra de sus intereses, porque van “a tres vetos por semana” o así. Soraya responde con su donaire habitual que eso ya se lo ha contestado hasta dos veces a su grupo –a Iglesias y Errejón–. “Les hace falta unidad de criterio [también le sale de órdago, con Podemos, el papel de maestra de EGB]. Creo que lo que debemos hacer es respetar la separación de poderes” [que es la respuesta que viene dando el Gobierno de manera invariable para decir que hará lo que buenamente quiera mientras su poder se lo permita].
“Que el Gobierno no secuestra nada”, remachó Santamaría, “se ve en que aquí se ha debatido todo”. Grandes aplausos de su compañía teatral en el hemiciclo; porque la frase, improvisada, es realmente magnífica: convierte algo de cajón, como lo es debatir en la Cámara lo que los grupos proponen, en una suerte de gracia que el Gobierno concede en su infinita y democrática misericordia.
Otrosí: cuando Bustinduy, también de Podemos, dice al nuevo ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, que el Gobierno ni ampara ni tiene idea siquiera del número de españoles (jóvenes, se entiende) emigrados en estos años a causa de la falta de trabajo y “las políticas de austeridad”, con embajadas “colapsadas” para echarles un cable, el ministro le responde que eso es pintar un cuadro que “no se corresponde con la realidad”; una mirada “apocalíptica y demagógica”: “Usted está intentando dar una visión como de los años 50” [Rafael Underwood hacía gestitos mientras tanto hacia la bancada de Podemos, sonriendo y moviendo las manos como diciéndoles Si es que no se os puede sacar a ningún sitio, criaturas, con la algarabía podemita correspondiente].
“Irse fuera a vivir y trabajar enriquece y abre horizontes”, zanjó Dastis
“Irse fuera a vivir y trabajar enriquece y abre horizontes”, zanjó el ministro. “Quizás es un problema de deformación profesional mío, pero irse fuera no implica rehuir responsabilidades para adaptarse a un mundo mejor”. (Pensaría Dastis, con razón, que qué poco carácter el de todos esos muchachos, nada parecidos ya a Alfredo Landa, que tienen que dejar el trabajo que no tienen para irse a abrir una sociedad opaca en la City.) A Dastis se le vio balbuciente, nervioso; cosa comprensible por no encontrarse aún del todo en su papel. Algo similar le sucede a Podemos: muchos de ellos no se acostumbran al ajetreo de tener que cambiarse cada dos por tres para salir a una u otra escena de la comedia, y terminan entonces por equivocar los papeles, el tono y el disfraz.
Uno de los momentos cumbre de la obra, sin embargo, suele suceder cuando alguien del PP pregunta a otro alguien del PP. Un simpático intervalo de distensión que el público agradece mucho. Ayer sucedió en dos ocasiones, con preguntas de varias diputadas populares. Belén Hoyo, por ejemplo, preguntó al propio Dastis si el Gobierno “considera a Iberoamérica como un objetivo prioritario de sus políticas”, y entonces pueden escucharse, como un eco fantasmal en el hemiciclo, aquellos versos célebres del Tenorio: “¿No es cierto, ángel de amor, / que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla / y se respira mejor?”. Y el ministro le responde desde su escaño, diciendo cómo no, mi señora, cómo no, y toma todo un hermoso aire de zarzuela muy acorde con el lugar.
Meritxel Batet, del PSOE, recuerda al ministro de Interior, Zoido, que España debería estar recibiendo teóricamente la cifra de 17.307 refugiados, y éste le responde con el ademán del entrañable gendarme de Casablanca encarnado por Claude Rains (¡Qué escándalo, qué escándalo; en este local se juega!) diciendo que “lo último que hay que hacer”, faltaría más, es “dar pábulo a los que quieren confundir terrorismo con refugiados”.
Catalá, respondió que, salvo anécdotas, la Ley de Memoria Histórica se aplica
Tanto Isabel Rodríguez, del PSOE también, como Aitor Esteban, del PNV, inquirieron al Gobierno por la aplicación de la Ley de Memoria Histórica y la reparación de los crímenes del franquismo, a lo que el ministro de Justicia, Rafael Catalá, respondió que “salvo anécdotas, las leyes se aplican”. “Dejar su presupuesto a cero no es cumplirla”, dijo Rodríguez. Esteban incluyó en su alegato que hay al menos 140.000 cuerpos sin recuperar en las cunetas, y que para abrirlas hay que recurrir generalmente a jueces argentinos. “Hombre, si hay funcionarios aquí que dedican su jornada a esto... [algo harán]”, razonó Catalá.
A última hora de la mañana se conocía el acuerdo entre PSOE y PP para impulsar un Real Decreto que pretendería impedir los cortes de luz en hogares vulnerables y atajar así la pobreza energética, con las protestas de Unidos-Podemos y Ciudadanos, alegando que las propuestas que llevan presentando en esta materia han sido ignoradas sistemáticamente por el ministro de Energía, Álvaro Nadal. En sus respectivas comparecencias, Nadal y Antonio Hernando parecían estar solucionándoles el invierno a miles de familias españolas; luego se aclaró que los contadores seguirán igual hasta la primavera.
Melissa Rodríguez, de Ciudadanos, compareció ante la prensa poco después para acusar al ministro de haber “mentido” al decir que no había habido “respuesta” por parte de su grupo (ni de Podemos) al documento firmado finalmente entre el Gobierno y el PSOE. Pero un diputado acusando a otro de mentir (¿no es cierto, ángel de amor?) sería como un actor acusando a otro de actuar.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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