EL HACHA
La criba
Más allá de sus errores, que los tiene, e incluso de su obstinación en algunas situaciones táctica, Simeone es un tipo decidido a morir por sus ideas
Rubén Uría 11/01/2017
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No es ninguna novedad que cuando un fichaje llega al Atlético de Madrid, le cuesta un mundo adaptarse a las exigencias de Simeone. No importa cómo se llame, en qué lugar juegue, qué calidad tenga, cuánto dinero haya costado y la trayectoria que haya tenido hasta entonces. No hay atlético o no atlético que, a estas alturas de la vida, no sepa qué exige el Cholo para formar parte de su equipo: interiorizar que el esfuerzo no se negocia, que no se tolera el conformismo, que el individuo está al servicio del colectivo, que lo prioritario es el grupo y que no importa el número de minutos que uno juegue, sino la calidad de los mismos. Ese es su credo y esa es su filosofía. Única, intransferible y efectiva.
Con Simeone, tener talento no es suficiente. Sólo se juega si hay trabajo, si existe la voluntad inquebrantable de olvidarse de todo
Más allá de sus errores, que los tiene, de sus malas decisiones, que las toma de vez en cuando, e incluso de su obstinación en algunas situaciones táctica, Simeone es un tipo decidido a morir por sus ideas. Ni traiciona su estilo, ni rehuye desafíos, ni retrocede en la dificultad, porque está convencido de todo aquello que transmite a sus jugadores. Busca energía, entusiasmo y compromiso. Y su libreto no funciona como un programa informático, sino como un proceso –casi siempre lento– de mejora del futbolista, de superación personal y de rendimiento sin concesiones. En la oscarizada Million Dollar Baby, la voz en off de Morgan Freeman nos traslada al proceso de aprendizaje de los boxeadores: “No puedes simplemente decirle que se olvide de todo lo que sabe, tienes que hacer que se olvide de sus huesos. Hazlo que se canse tanto, que sólo te escuche a ti. Que sólo escuche tu voz. Que sólo haga lo que tú dices, y nada más”. Con Simeone, tener talento no es suficiente. Sólo se juega si hay trabajo, si existe la voluntad inquebrantable de olvidarse de todo. Sus jugadores deben estar tan cansados que sólo deben escucharle a él, oír su voz y que sólo hagan lo que él pide.
Su Atlético, más allá de la genética ancestral de la defensa sólida y el contragolpe letal, es un equipo de autor. Simeone no llegó al Atlético y se inventó un estilo de juego, cimentado en unos códigos morales. No. El Cholo regresó al Atlético para instaurar todos aquellos códigos que ya había descubierto en su etapa de jugador, que llevaba instalados de serie y que necesitaba recuperar para transmitirlos adecuadamente. Con eso vigorizó al equipo, impulsó a la afición, se hizo un hueco entre la elite y acabó demostrando a los críticos que sí, que si se trabajaba y se creía, se podía pelear e incluso derrotar a Madrid y Barça, los más grandes y poderosos. Lo hizo con sus armas. Ya saben: ardor guerrero, espíritu fogoso, intensidad y solidaridad. Palabras sencillas, pero prácticas y universales. Antes que la aptitud, la actitud. No es fácil con Simeone. Nunca lo es, porque su exigencia va mucho más allá que la de otros técnicos. No quiere futbolistas que jueguen bien, quiere jugadores que desarrollen lo que él pide. Y en esa criba, mental y física, son muchos los que no han podido superar el desafío emocional y profesional que el Cholo propone.
Diego Ribas, al que el propio Simeone solicitó por tierra, mar y aire, fue un damnificado. El Cholo, que no se casa con nadie, fue a buscarle para intentar conseguir que fuera el centro de gravedad del equipo. Jornadas después, tras comprobar que el equipo funcionaba mejor sin Diego y que el brasileño no tenía el punto de rebeldía para demostrarle a su técnico que se equivocaba, salió del Atlético. Qué decir de Cerci, que llegó para comerse el mundo y acabó devorado por él. El Cholo quiso recuperarle, devolverle a su mejor forma, pero no hubo manera. El equipo iba a una velocidad y el italiano, fuera de forma, a otra muy diferente. Se fue por donde vino. Qué decir de Óliver Torres, pura clase de la cantera, al que Simeone reclamó, del que no quiso desprenderse y que no acabó por entrar en el equipo por algo muy simple: a pesar de sus enormes esfuerzos, el fútbol del Atlético iba a una velocidad radicalmente distinta a la de Óliver. El Atlético era heavy y Oli era pop. Recuerden a Arda. Era la viva imagen de la irregularidad, del genio imprevisible pero discontinuo, hasta que un par de partidos en el banquillo y unas charlas adecuadas consiguieron que entrase por el aro que Simeone pretendía. Más trabajo, más entrega, más solidaridad, más rendimiento. Piensen en Diego Costa. Casi nadie en el club creía que podría dar el rendimiento que dio y después de varios meses sin jugar, Simeone decidió darle un premio por el trabajo sordo y brutal que había hecho en verano. Aquel tipo estaba tan cansado que sólo escuchaba la voz de Simeone. Acabó triunfando y siendo el más titular de todos los titulares. Otro caso conocido, Antoine Griezmann. Llegó como estrella, el Atlético pagó una fortuna por él y lejos de ser titular desde el primer día, ocupó plaza en el banquillo. Fue así hasta que superó la criba de Simeone, hasta que metabolizó sus esquemas, trabajó en silencio, mejoró su puesta a punto, y después de unos meses de chapa y pintura, tuneó su actitud. Se convirtió, por méritos propios, en la estrella del equipo.
Simeone sabe lo que Nico Gaitán puede darle al Atlético. Y precisamente por eso, exige la mejor versión del argentino, no algo parecido
Hoy el nombre propio es Gaitán. El argentino es un jugador de buen pie, talento, clase e inteligencia superlativa. Por eso fue a buscarle el Cholo. Por eso hizo un esfuerzo el club, pagando una cantidad de dinero importante. Nico está atravesando las mismas dificultades que tuvieron que afrontar Diego Ribas, Cerci, Óliver, Arda, Costa o el propio Griezmann. Unos abandonaron y otros persistieron. Gaitán está en esa disyuntiva. Nadie mejor que el propio Simeone sabe lo que Nico Gaitán puede darle al Atlético. Y precisamente por eso, exige la mejor versión del argentino, no algo parecido. Hay miles de aficionados rojiblancos con carné de entrenador que se dividen entre los que alinearían a Gaitán de titular y los que no le pondrían nunca. Unos creen en su talento y otros le ven como un “pechofrío”. Resulta complicado saber si acabará triunfando en el Atlético o si, por el contrario, pasará sin pena ni gloria. Lo que es seguro es que, o juega a lo que pretende Simeone, o da todo lo que el entrenador quiere de él, o no terminará por ser el ídolo que el Calderón espera. Gaitán, que podría ser titular en la mayoría de los grandes equipos europeos, todavía no lo es en el Atlético. Y no lo será hasta que no esté tan cansado que sólo escuche la voz de Simeone. La gente sabe que Gaitán puede dar mucho más. Nico sabe que debe dar mucho más. Y Simeone necesita mucho más. Y sólo le dará su espacio cuando esté convencido de que el concurso de Gaitán es lo mejor para el equipo. Hay quien cree que es imposible demostrar todo lo que uno lleva dentro cuando se ocupa plaza en el banquillo. Y es posible. Pero de haber creído eso, Griezmann jamás habría llegado a ser el jugador que es ahora con Simeone. Para triunfar con el Cholo hace falta rebeldía, genio, carácter y ganas de demostrarle al entrenador que se equivoca. Con Simeone siempre hay una criba. Es el día a día. Es la hora de Nico. Escalar el Everest o descansar lejos de la cima. Decide él.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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