La caja crítica
Crítica farmacológica (I)
“Prospectos” detallados de las novelas ‘La nueva Gurb Street’, ‘Lou Reed era español’ y ‘El mar, el mar’
El Ministerio 3/02/2017
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Hace unos días nos proponíamos desde El Ministerio ensayar “nuevas estrategias mediante las que dilatar los cauces más bien rutinarios del periodismo cultural”, nada menos. La caja crítica será una de las secciones donde recogeremos nuestro propio guante. Aspira a ser una caja de sorpresas, de herramientas y, quizás, en momentos inspirados, también de música. Se trata en ella de ensayar, con ánimo más lúdico que preceptivo, más irónico que solemne, nuevas fórmulas y nuevas retóricas con que enfrentar el reseñismo. La propuesta de estreno es una muestra experimental de lo que, por razones evidentes, hemos dado en llamar “crítica farmacológica”. Consiste en ofrecer un “prospecto” detallado del libro elegido. Al abordar éste desde diversos planos (composición, posología, contraindicaciones, efectos secundarios…), esperamos aflojar las servidumbres que el discurso le debe a la coherencia y que suelen violentar una “experiencia de lectura” que suele ser más oscilante; también disolver a fuerza de matizaciones la preeminencia del juicio, o al menos integrarlo en un esquema más funcional: para quién es el libro, en qué momento debería leerse, qué perjuicio puede provocarnos... Existen medicamentos inanes por culpa de un mal diagnóstico, y existen también los placebos; pero sería insólito desarrollar un fármaco cuyo prospecto reconociera abiertamente que no sirve para nadie, bajo ninguna circunstancia.
Lo que se ofrece a continuación es, insistimos, sólo una primera muestra de esta “crítica farmacológica”, susceptible de ser aplicada, como se verá, tanto a libros clásicos o antiguos –incluso anticuados– como de “rabiosa actualidad”. Naturalmente, se recomienda, en cualquier caso, que el lector consulte a su crítico de cabecera antes de consumir el libro en cuestión. Entretanto, trataremos de ir mejorando la fórmula. Se admiten sugerencias.
George Gissing
Traducción Miguel Temprano
Madrid, Alba, 2007
COMPOSICIÓN. Literatos de diverso plumaje (columnistas, estilistas sin público, correctores, editores de revistas, pioneros de la escritura creativa, escritores-empresa, eruditos...). Se mueven por un Londres desaprensivo tratando de compaginar la lucha por la vida (dinero, casas, sustento familiar, comida) con la creación literaria. El material narrativo se presenta en una secuencia de capítulos que oscilan entre las cinco y las veinte páginas. Tal sucesión está sujeta a las servidumbres, más o menos limadas, de las entregas folletinescas: una emoción por capítulo.
INDICACIONES. La nueva Gurb Street es un libro indicado para quienes lleguen de nuevo al “mundillo” literario y quieran familiarizarse con la fauna que lo habita; también para quien está en fase avanzada de amargura y se le antoje reafirmar sus observaciones más negras sobre tal ecosistema. Conveniente para cualquiera que quiera estudiar cómo progresa o se atora la llamada “vida del espíritu” bajo la presión de las condiciones materiales (tantas veces elidida en relatos más idealizados) y la competencia de los intereses creados.
POSOLOGÍA. La nueva Gurb Street admite (por el predominio y la felicidad de los diálogos) ser administrado en dosis prolongadas. Los espíritus más sensibles deberían hacer descansos para no dejarse desfondar por la crudeza de algunas reflexiones sobre el alcance del propio talento, las perspectivas del amor cuando el dinero se esfuma y la extensión plausible de los perímetros del afecto y la solidaridad.
CONTRAINDICACIONES. La nueva Gurb Street debe ser cuidadosamente evitado por almas bellas interesadas en convencerse de que la esfera literaria constituye un ámbito cerrado sobre sí mismo, ajeno a tensiones monetarias (el dinero es un ingrediente muy activo en la fórmula que presiona de manera casi obscena sobre el resto) y a las ventajas y las desventajas de la posición social.
PRECAUCIONES. Conviene que reconsideren la lectura de La nueva Gurb Street los literatos decididos casarse, a punto de enviar un manuscrito a un editor, en vísperas a fundar una revista, en el trance de establecer alianzas…
EFECTOS SECUNDARIOS. El lector de La nueva Gurb Street se expone al desaliento que acompaña siempre a cualquier exposición cruda e inteligente (cruda por inteligente); también un conocimiento más áspero y efectivo del mundo donde los literatos se desenvuelven. Se sabe que la combinación de ambos ingredientes –crudeza y conocimiento– despierta estados de euforia en algunos lectores. Si el lector es él mismo un “literato” (en cualquier fase de desarrollo), es posible que mitigue los entusiasmos de cuanto fantasea su mente a solas; si hay suerte quizás orientará de manera más efectiva sus esfuerzos.
INTERACCIONES. La lectura de La nueva Gurb Street es incompatible con el consumo de autoficciones literarias complacientes (conferencias, anticipos, viajes, influencias trucadas…) o libros de intenso fetichismo autorial. Es compatible, en cambio, con los retratos sociales de Dickens, aunque La nueva Gurb Street se suministra despojada del chiaroscuro de la caricatura y de la tramoya del cuento de hadas. También compatible con la tradición francesa de ensombrecer la vida bohemia (Zola, Murger), aunque este estilo de vida probablemente jamás haya sido embellecido por un inglés, al menos de manera consciente. Si se ha leído previamente Las ilusiones perdidas, de Honoré Balzac, se recomienda dejar un buen lapso de tiempo antes de leer La nueva Gurb Street. Asimismo, es preferible no leer La nueva Gurb Street inmediatamente después de Las ilusiones perdidas de Balzac, si bien resulta saludable leer e incluso releer una y otra novela, transcurrido cierto número de meses o años, toda vez que el lector se sienta tentado de pensar que el medio periodístico, editorial o cultural ha sufrido transformaciones espectaculares en los últimos años. Se recomienda tener a mano el poema que Auden dedicó a la tumba de Henry James y tomarlo a sorbitos: “Todos seremos juzgados. Maestro del matiz y del escrúpulo / ruega por mí y por todos los escritores, vivos o muertos: / porque hay muchos cuyas obras / son de menor gusto que sus vidas, porque es infinita / la vanidad de nuestra vocación, intercede / por la traición de todos los escribanos”.
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Manuel Vilas
Barcelona, Malpaso, 2017
COMPOSICIÓN. Memorias de un chico de provincias en una España sórdida, en la que madura como artista y ciudadano al tiempo que escucha unas canciones de Lou Reed que parecen llegadas del espacio sideral del dinero, la fama y los bienes materiales. Presentado en forma de viñetas muy variadas –líricas, narrativas, dialogadas, poemáticas…– vinculadas todas por el empuje del tema más que por el decurso de una narración.
INDICACIONES. Lou Reed era español es un libro para quien esté interesado en comprobar de lo que es capaz una imaginación literaria desatada, asistir a la maduración de una mente artística en un clima entristecido o estudiar la extraña mixtura entre adoración, pudor y vergüenza que se establece entre la cultura dominante y su periferia. Libro indispensable para quien experimente la extrañeza de lo poco que hemos “coincidido” en ningún orden con personas que han hecho cosas importantísimas para nosotros.
POSOLOGÍA. La originalidad formal de los capítulos invita a leerlos con cierta parsimonia, en dosis breves, degustando sus aciertos. Una lectura prolongada puede provocar que afloren repeticiones de ideas y estilemas, al tiempo que dificultaría la apreciación de los variados matices anímicos que esconden los pliegues irónicos de la prosa. Se recomienda leer Lou Reed era español en verano, en día de sol y, a poder ser y si no es mucho pedir, cerca del mar.
CONTRAINDICACIONES. Deben evitar la lectura de Lou Reed era español quienes crean a pies juntillas en las bondades de la Transición y en la importancia política y artística de España en el “escaparate internacional”. La segunda creencia queda erosionada por oleadas de desengaño casi continuo; contra la primera hay colocadas, bajo la superficie emotiva y risueña, minas de alta precisión.
PRECAUCIONES. Lean Lou Reed era español con precaución quienes están convencidos de que las novelas deben, ante todo, “contar una buena historia”; afectos a personajes que progresan a base de peripecias. Los fanáticos de Lou Reed deberían leer el libro acompañados de un adulto.
EFECTOS SECUNDARIOS. La presencia de algunos personajes (España, Dios…), los diálogos de ultratumba y la crudeza burlesca de las relaciones que establece la voz de Lou Reed con amigos, colegas, público y parejas pueden provocar sobresaltos. La interacción de sol, de paellas y de coches con los inesperados ángulos de una prosa imaginativa y sensual suscitan en algunos lectores efectos eufóricos de contornos alucinantes.
INTERACCIONES. Aunque Lou Reed era español tiene un nervio poético hipersensible y muy activo, está muy contraindicado con el consumo otras “prosas poéticas”. Se relaciona bien con las obras de novelistas de la generación de Manuel Vilas en las que el “contenido político” es más intenso, en la medida que no es abordado directamente, en las que la emoción parece cuidadosamente purgada de componentes sentimentales (Ray Loriga, Luis Magrinyà, Antonio Orejudo…).
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Iris Murdoch
Traducción de Marta Guastavino
Barcelona, Lumen, 2008
COMPOSICIÓN. Grupo de artistas senescentes preparando el epílogo de sus vidas (y masticando viejas rencillas) se amontonan en una casa retirada junto al mar, para verse desarbolados por intensos episodios de enamoramiento hasta el punto de trocar los planes de sosiego en conductas casi criminales. Envoltura aparentemente decimonónica –personajes, diálogos, ¡sorpresas!– veteada de reflexiones filosóficas (auténticas) y morales.
INDICACIONES. El mar, el mar es una novela especialmente indicada para lectores con tiempo, en busca de retiro, con el ánimo disponible e interesados en los mecanismos del enamoramiento y del desenamoramiento –con toda su panoplia de emociones intermedias y extremas– entre personas civilizadas. También para quien se sienta con fuerzas para que una voz inteligente le ayude a reflexionar sobre la vida y sus absurdos. Ideal para las vacaciones del espíritu, y para quienes están aquejados de mal de amores. Pero sobre todo para quienes aspiran a iniciarse en la rara experiencia de la risa edificante.
POSOLOGÍA. El lector que cae bajo el hechizo “murdochiano” avanza en la lectura a grandes tramos. Pero se recomienda evitar abalanzarse sobre otra novela de la autora después de terminar cualquiera de ellas. Las novelas de Iris Murdoch combinan siempre ingredientes y excipientes parecidos, y su lectura continuada puede producir indeseables efectos de hartura o de repetición, o dar lugar a comparaciones poco recomendables. Por el contrario, “regresar” a Iris Murdoch después de un prudente intermedio de “abstinencia” tiene siempre efectos altamente euforizantes.
CONTRAINDICACIONES. Eviten El mar, el mar los lectores convencidos de que la madurez va asociada a una responsabilidad constante o a la pérdida de la ilusión. También quienes consideren que la originalidad está reñida con los moldes narrativos clásicos o que la narrativa no es el cauce más adecuado para la escenificación adulta de complejos problemas morales.
PRECAUCIONES. Al leer El mar, el mar, vayan con cuidado los lectores con un sentido restrictivo de la verosimilitud; quienes no tengan oído para escuchar a diez personajes hablando al mismo tiempo; aquellos a quienes moleste que el vaudeville sea cauce de un tenso nervio moral y los que se impacientan cuando se retrasa la “resolución argumental”. El libro debe mantenerse cuidadosamente alejado de los lectores inmaduros (se sabe de alguno que se ha tomado el delicioso prólogo de Charles Arrowby, el protagonista de El mar, el mar, completamente en serio, como si la autora asintiese a todas y cada una de las palabras de su carismático personaje). Se alerta a los lectores sensibles a sus efectos que el consumo de los libros de Murdoch es adictivo, y como toda adicción tiene efectos negativos.
EFECTOS SECUNDARIOS. Alegría espontánea, asombroso incremento del saber sobre el mundo, gratitud sin objeto.
INTERACCIONES. Altamente compatible con el entorno romántico de las comedias de Shakespeare: Como gustéis, Noche de reyes, Sueño de una noche de verano... También con las exploraciones de Proust sobre los celos y las fantasmagorías del amor. Su análisis de las pasiones y sus consecuencias morales emparenta El mar, el mar con las novelas de George Eliot. Combina bien con las novelas más extensas de Martin Amis, donde parece que el narrador no quiera terminar nunca ni abandonar este mundo de ficción. También con las novelas de Saul Bellow. Si uno termina enamorado de Iris Murdoch debe alejarse de Fiesta bajo las bombas, el libro-trampa donde un irreconocible Elias Canetti segrega un asombroso concentrado de desprecio hacia la autora, de quien fue amante.
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