Crónica Cataluña
Los Kardashian
El juicio a Mas como indicio de futuribles
Guillem Martínez 15/02/2017
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Ahora, en serio. ¿Qué ha pasado en el juicio a Mas? Fundamentalmente, comunicación. Dos gobiernos se han comunicado entre sí y, a su vez, dos gobiernos se han comunicado con la sociedad. ¿Qué se han dicho?
Ambos gobiernos querían transmitir dos discursos oficiales. El Gobierno estaba para transmitir que dura lex sed lex. Que es un gobierno fuerte, y que no piensa permitir dobleces. El Govern, a su vez, planteaba un conflicto entre una democracia --ellos-- y algo menos que una democracia --el Estado--. ¿Han conseguido transmitir lo que deseaban? En sus medios públicos y concertados lo han conseguido. Lo que no es nada interesante ni desestabilizador, pues cada gobierno tiene su público y su sector ultrasur, dispuesto a confiar en su respectivo gobierno, incluso sin medios que medien entre gobierno y sociedad. Si atendemos a la prensa extranjera, la única fiable en caso de conflicto entre gobiernos locales, o entre gobiernos y sociedad --es decir, siempre--, cabe señalar que no ha triunfado ninguno de los marcos planteados por los dos gobiernos. No ha primado la férrea defensa española, ni el épico combate democrático catalán sino, más bien, cierto estupor por el hecho de que un problema político se reconduzca por la vía penal. Algo que, sin duda, erosiona al gobierno español. Matizadamente. Un gobierno europeo, desde la crisis, desde lo de Polonia y Hungría, y desde lo de Crimea, tiene un amplio margen de erosión democrática. Que no se le acaba. Por lo demás, ambos gobiernos han quedado percibidos en los medios como se están percibiendo en el orden internacional. Como dos gobiernos del Sur al uso. Dos fuentes informativas precarias, dos conceptos de honestidad parecidos, y una idea de democracia común, que no es para tirar cohetes. Lo que, en cierta manera, erosiona al Govern, que es el nuevo, el que se presenta como diferente y con un legado democrático chachi y, si me fuerzan, piruli.
El bando Govern sufrió, tal vez, una erosión extra. Su defensa, planteada como defensa de que en ningún momento se desobedeció la legalidad, chocaba con la propaganda emitida durante meses
El bando Govern sufrió, tal vez, una erosión extra. Su defensa. Planteada como defensa de que en ningún momento se desobedeció la legalidad, chocaba con la propaganda emitida durante meses --emitida, incluso, durante el juicio--, según la cual Mas, Ortega y Rigau, en el trance de obedecer un mandato democrático de la sociedad, y las leyes del Estado, habían optado por lo primero. Vamos, que el Govern hizo algo difícil. Comunicó a la sociedad que había desobedecido, y que la desobediencia definitiva llegaría en breve, con el referéndum prometido para antes de verano, mientras, y a la vez, comunicaba al Gobierno que no había desobedecido, por lo que tampoco desobedecerá en el futuro. Ambos destinatarios, se supone, tomaron nota. La pregunta es, ¿cómo se puede amar / dos opciones de realidad a la vez / y no estar loco? Gracias a los medios públicos y concertados catalanes, que no describieron lo que pasaba en el juicio, sino lo que desearían que pasara. En esta ocasión, con algo menos de funcionalidad. Un all-star del complejo armamentístico-tertuliano-procesista se rajó, y vino a plantear la defensa de Mas como una deslealtad al Procés. Entre el resto de miembros del colectivo, sin llegar a ese extremo, sí que se mostró cierta perplejidad, que se solucionaba al final del artículo con un acto de fe en la clase política procesista.
La defensa, a su vez, no fue brillante, y ayudó a visualizar que el Procesismo, esta mañana a primera hora, no está centralizado, no posee una gran inteligencia, ni es una máquina de comunicar. Ejemplos: el equipo de abogados de los chicos CDC coincidirá en parte, el mes que viene, como equipo defensor de CDC en el caso Palau. Es decir, conformará la visualización de un caso de corrupción llamativo, creando nexos poéticos que, se supone, no son deseados. Uno de los abogados --el novio de una acusada-- ni siquiera era penalista, sino civil. El resultado de todo ello tal vez fueron interrogatorios poco planificados o ensayados, en los que no surgió electricidad alguna --crear electricidad, épica, era el interés buscado--, y con errores graves en un juicio penal. Me dice un penalista que el peor de todos fue la defensa comparativa. Defensa comparativa consiste en comparar tu caso con otros que no llegaron a juicio --se citó, en ese sentido, a Ibarretxe--. Cuando se hace eso en un juicio penal, el acusado se puede dar por perdido. Por lo penal, en fin, no se juzga a todo el mundo, sino a quien pillan. Entre quinquis --profesionales de lo penal y con cierta idea deontológica del decoro--, jamás se utiliza defensa comparativa, sino que, como decimos los abogados de Princeton y los choris, se comen el marrón. Mas y sus acompañantes, en fin, no se comieron el marrón, que es lo mínimo que se puede exigir a un butronero o a, distinto y distante, un acusado político. Jamás, o muy pocas veces, escucharemos a un acusado de atraco a mano armada decir: "Es que, señoría, en el palo del banco también estaba El Crújeras y El Pelanas, que se han ido de rositas". La frase, además, equivaldría a una confesión. Curiosamente, este tipo de frases --"hice lo que todo el mundo", "lo hacíamos todos", "éramos la tira"-- no es un sello de la defensa política --sustentada en derechos no reconocidos-- sino que es un sello de las defensas en casos de estafa, saqueo y malversación de cuello blanco --se ha escuchado mucho en el caso Gürtel; se escuchará mucho en el caso Palau--, por lo que, otra vez, ocasionan nexos poéticos no deseados. Quizás, esta defensa poco vistosa --dentro de la defensa en absoluto vistosa, que suponía no reivindicar ni oficializar ninguna desobediencia-- contribuyó a bajar el tono épico de la cosa, de manera que no se repitió ninguna megaconcentración ciudadana frente a la Audiència. Se dice que se planteó una para el viernes, último día de juicio. Por lo que sea, ni se intentó a fondo.
Ninguno de los acusados del pack Mas planteó, en ese punto, una defensa política, un momento la-historia-me-absolverá
El momento mágico de intensificación de la comunicación entre gobiernos fue al final del juicio, en los alegatos. Ninguno de los acusados del pack Mas planteó, en ese punto, una defensa política, un momento la-historia-me-absolverá, ese momento de gloria que todo perseguido político encuentra en el juicio para politizar su caso y ganarlo, aunque la sentencia sea en contra. Fiscalía --importante: el fiscal del caso llevará también la cosa Caso Palau--, a su vez, también estuvo fina/florentina. Vino a justificar su función. Explicó por qué algo que, en su momento, no fue percibido por la Fiscalía catalana como delito, luego, y a sugerencia del Ejecutivo, fue percibido como tal. Y condensó lo que, tal vez, es la poética oficial sobre el objeto referéndum. Fiscalía no persigue la convocatoria de un referéndum ilegal --un delito, sí, tipificado por Aznar, ese Tipificador Spanish, pero que cayó del Código Penal en 2005--, sino la desobediencia al TC. Ojo a esto que, por lo que me dicen, es por donde irán los tiros en el futuro por parte del Estado.
¿Qué supone eso? Son indicios del futuro. Para la próxima convocatoria de un referéndum --recuerden: verano--, cabe suponer que el Gobierno tendrá un posicionamiento activo. En ese sentido, me dicen, el sector PP más ultracentrista, y dado al escarmiento y a las medidas especiales con Catalunya, está ganando presencia. La respuesta dura a Catalunya tiene, en fin, su público, que siempre sabe reconocer ese perfil profesional. Pero también es poco probable que el Gobierno recurra a medidas especiales. Perseguirá la desobediencia al TC. Es decir, se supone que permitirá convocar el referéndum, pero que, una vez invalidado por el TC, en un plis & plas, tomará medidas en caso de insistencia por parte de la Gene. ¿Qué medidas? Ninguna especial. Que es lo contrario a la frase ninguna-en-especial. Es posible que no invoque el artículo 155 en su totalidad, sino que sólo intervenga en algunos tramos de autogobierno. Los necesarios para impedir un referéndum --es decir, Mossos y Ensenyament/los coles--. Podría hacer eso mismo sin el 155, invocando la Ley de Emergencia Nacional, esa, glups, joya. O, incluso, sin 155 ni Ley de Emergencia. Es decir, by the face. Dependerá, me temo, de la coyuntura del momento y de las ganas de recochineo. Cabe señalar, en ese sentido, que con todo eso, el Gobierno no piensa detener un referéndum --da por hecho que no se hará; este juicio, este diálogo realizado con ocasión del juicio, es un indicio de que no habrá un intento serio, es decir, desobediente, rupturista, de referéndum--, sino una consulta paródica, como la que se ha juzgado en Barcelona. No quieren, en fin, ni eso. La penalización de la política es así. Si se empieza, no tiene fin.
Es posible que no invoque el artículo 155 en su totalidad, sino que sólo intervenga en algunos tramos de autogobierno
En el ínterin, y hasta la fecha, el TC, que podría encausar, según su última reforma gore, seguirá sin encausar a nadie. Es decir, que le pasará la papeleta a Fiscalía, que irá empapelando a todo aquel que desobedezca al TC. Forcadell y la Mesa --se ha intensificado la cosa esta semana-- son los siguientes. Entre los investigados de la Mesa, por cierto, hay chicos de Junts pel Sí que desbarataron desde la Mesa, a toda leche y con un discurso contradictorio con el actual --lo que viene a dibujar dónde estamos; es decir, que no sabemos dónde estamos--, dos propuestas de referéndum de autodeterminación, en 2009 y 2010. Las acusaciones, cabe suponer, implicarán pena, pero no de prisión. Como ha sido la poética en el caso Mas. Quizás la idea --o ni eso; el resultado-- sea descabezar el procesismo vía inhabilitaciones. De manera que una nueva generación de políticos --otra época política-- pacte el nuevo anclaje de Catalunya. Cierto pacto fiscal, cierto reconocimiento de la cosa nación.
¿Y mientras, en Catalunya? Una parte, creyente --creyente en los medios, en el Govern, en el Procés-- va más caliente que una moto. Tras un juicio en el que el entorno Mas ha descartado la desobediencia --y que sólo ha servido para reubicar a Mas como líder procesista, sensible de liderar la próxima etapa, si la inhabilitación no le cae en la frente--, descarta que se haya descartado la desobediencia, única vía para convocar un referéndum. Sí, un lío. Pero también una espiral propagandística. Que, supongo, irá a más hasta el día D hora H, cuando un Govern convoque un referéndum, el TC lo suspenda y el Govern, sin llegar a la desobediencia, se comportará como si fuera desobediente. La agudización de la propaganda crea situaciones dadás, como cierto esencialismo rampante, que se aplica a guerras culturales, cada vez menos culturales y más próximas al nuevo canon de la derecha europea y americana. El sábado pasado, por ejemplo, un reducido grupo de, sic, patriotes, se peló una expo sita en la vía pública, en un topos considerado sagrado por parte de unos usuarios del Procés dispuestos a sacralizar lo que les digan. El idealismo --el Procés es eso, algo no confirmado en la realidad-- cría eso.
Por lo demás, prosigue en los medios locales, públicos y concertados, el reality show del Procés. Sus protagonistas dramatizan la realidad con voluptuosidad. En este caso, desobediencia voluptuosa. Como unas Kardashian procesistas.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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