Reportaje
De mitin con Marine (Le Pen)
Los asistentes al acto electoral del FN en Lille desean poner límites, levantar diques para no tener la sensación de ser avasallados. Muchos de ellos proceden de la izquierda
Guillermo Fernández Vázquez Lille , 11/04/2017
Simpatizantes del FN, en el mitin de Marine Le Pen en Lille.
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“Durante mucho tiempo hemos recibido el desprecio y la condescendencia de la casta. Pero hoy esa casta nos tiene miedo”, exclama tajante Marine Le Pen ante el júbilo del auditorio reunido en Lille. Estamos a sólo 20 kilómetros de la frontera con Bélgica, en la región que hasta enero de 2016 recibía el nombre de Nord-Pas-de-Calais. Esta parte de Francia, de pasado industrial y minero, es hoy pobre: su tasa de desempleo en algunos núcleos urbanos roza el 30%, frente a un 10% de media en toda Francia. Aquí tienen eco las llamadas de Le Pen a los olvidados, resuena el abandono por todas las esquinas, se guarda la memoria del carbón y se canta Les Corons en los estadios. Aquí, como dice la canción, el paisaje es plano y el cielo se percibe como único horizonte. Roubaix, Hénin-Beaumont, Lens, Arras, ciudades desasistidas; verdadero desierto económico y demográfico. Las personas que hoy han venido a ver a Marine Le Pen no son precisamente los vencedores de la globalización.
“Yo antes votaba a la izquierda. Hace 20 años, votaba a la izquierda. Voté a Mitterrand, voté a François Hollande, pero ya se ha acabado. ¡Stop!”, afirma contundente Patrick, de 62 años, que ha venido al mitin con su hijo. En la misma línea abunda Julien. “Yo en 1981 voté a Mitterrand y en 2007 a Ségolène Royal. A mí el viejo Jean-Marie [Le Pen] nunca me atrajo, era demasiado facha. Aunque tuve más dudas, todavía en 2012 voté por Hollande. Pero ahora soy de Marine”, cuenta este conductor de autobús, quien al cabo de un rato comenta que es homosexual.
Victoria, peluquera en Hénin-Beaumont, interrumpe de golpe la conversación: “Fíjate que yo, que tengo orígenes polacos, voy a votar por Marine porque es la única que defiende al de abajo. ¿Has visto la cantidad de cosas buenas para el pueblo que están haciendo aquí los alcaldes del Front National? Eso antes lo hacía la izquierda, pero ya no”. A sus 51 años ya lleva “muchas luchas a sus espaldas”. Una trayectoria compartida por muchos de los asistentes al mitin, que se definen en relación a un pasado de izquierdas: unos se presentan como viejos comunistas, otros como votantes socialistas “de toda la vida”.
Le Pen apunta a la traición de las élites, omite la crítica a las figuras históricas de la izquierda, reivindica el papel social del Estado y se nombra heredera del colbertismo
Marine Le Pen lo sabe bien y por eso su discurso aquí es más sincrético que en otras partes: apunta a la traición de las élites, omite la crítica a las figuras históricas de la izquierda, reivindica el papel social del Estado y se nombra heredera del colbertismo, doctrina económica del siglo XVII proclive al proteccionismo y a la promoción de la producción local. Más tarde, hace una acalorada defensa del humanismo frente al “totalitarismo neoliberal” que, según ella, convierte a “todos y todo en mercancía”. E incluso se atreve a acentuar las palabras liberación y emancipación, conectando con la memoria sentimental de buena parte del auditorio.
“Esta es una región traumatizada por la globalización”, continúa Le Pen desde la tribuna, y los dos tipos que tengo a mi lado asienten y me dicen: “¿Ves?”. Después, una vez fuera, Sylvain, uno de ellos, añade que el FN es la izquierda de antes. “Yo lo siento así”, insiste este joven, desempleado desde hace año y medio. Y me doy cuenta de que ese es precisamente el mensaje que el Front National quiere que se escuche aquí; algo así como “somos la izquierda de tus abuelos; honrarlos a ellos es votarnos a nosotros”.
Dentro del auditorio, la escenografía está dispuesta para mayor gloria de la candidata. Música de fondo, entrada triunfal, aires de rockstar. Marine Le Pen sube al escenario, sonríe, y abre los brazos en señal de abrazo. Es el momento de aclamación del líder, el punto álgido de la transferencia sentimental, el instante de mayor comunión en la sala. Se percibe electricidad durante estos segundos. La candidata al Elíseo está sola en el escenario: nadie a su altura, ni el vicepresidente del partido, ni senadores, ni diputados, ni consejeros, tampoco los alcaldes del FN en la región. Sólo Marine sobre un gran fondo azul con el eslogan “En el nombre del pueblo”, flanqueada por cuatro banderas de Francia, dos a cada lado, a tiro de cámara, y, en el borde del escenario, un par de rosas azules, última tentativa del partido por afianzar el eclecticismo simbólico.
Lo llamativo es que Marine Le Pen, por mucho que se ponga una chaqueta roja (como esta tarde), habla mucho del pueblo pero sin el pueblo. No porque las clases populares no asistan a sus actos (que sí lo hacen), sino porque el pueblo nunca adquiere un rol protagonista en sus encuentros. No interviene, no habla, no se le pregunta. Es sujeto pasivo. Ni siquiera cuando desde el público alguien grita “¡Marine, eres la mejor!”, ella se mueve un ápice de su discurso. Ni se inmuta. Es más, resulta palpable que le incomodan las interrupciones del público. Marine Le Pen se instala siempre varios peldaños por encima del pueblo, escuchándolo pero sin interactuar con él.
Como ocurre con el último spot electoral del Frente Nacional, titulado “Necesito a Marine”, la candidata ultraderechista escucha al pueblo sólo a través de mediaciones, desde su despacho y gracias a la pantalla de un iPad. Sin contacto directo. Por la pantalla aparecen sucesivamente un pescador, una jubilada, una mujer joven que dice tener miedo en la calle, un jugador de rugby, una madre con su hijo pequeño, un empresario, una profesora, un agricultor, un desempleado, un policía de proximidad, un médico y una estudiante. Todos enuncian sus problemas y culminan diciendo: “Necesito a Marine”. Ella escucha atenta y, a juzgar por el eslogan de su campaña, cree estar en condiciones de hablar por ellos, esto es, de hablar en su nombre.
El asunto es que los que están en el mitin la creen. Piensan que Marine Le Pen les escucha y quieren, ante todo, ser escuchados. “¿O piensas que a todos esos políticos que vienen de las grandes finanzas les importamos algo?”. E insisten: “¿O es que no has visto lo que ha pasado en Francia en los últimos años? No, no les importamos nada”.
Su discurso no se levanta sobre la nada. No es el resultado de la posverdad ni se alimenta de una sucesión de bulos transmitidos en la red. Es sólido y se apoya en debates teóricos y filosóficos profundos
El “populismo sin pueblo” que enarbola Marine Le Pen, el “populismo sin protagonismo popular” tiene al menos la ventaja de verbalizar los problemas de una buena parte de los franceses e inscribirlos dentro de un relato sólido que expresa con mucha claridad quiénes son ellos y quiénes los otros; es decir, quiénes son las víctimas (y por qué) y quiénes los verdugos (y qué han hecho para serlo). “Hace falta que nos entiendas”, repiten varios.
¿Qué hay que entender? En primer lugar, que el discurso de Marine Le Pen no se levanta sobre la nada, un engaño o un cúmulo de sinsentidos. No es el resultado de la posverdad ni se alimenta de una sucesión de bulos transmitidos en la red. Marine Le Pen no gana por arte de magia. Su discurso está bien trenzado, es sólido y se apoya en debates teóricos y filosóficos profundos. Lo primero que llama la atención en un mitin del FN es que Marine Le Pen pasa muchos minutos hablando de cuestiones generales como el humanismo, la diversidad cultural, el vínculo entre hombre y naturaleza o la relación entre individuo y sociedad. Pero no es una estrategia para hacer correr el tiempo sin decir nada; al contrario, es un modo de anclar el discurso del día a día en una visión más amplia del mundo ofreciendo un relato completo y coherente.
“Nuestro programa es el más coherente porque refleja una visión del mundo completa, no parcheada ni remendada una y mil veces”, comenta Jean, concejal del FN en una localidad cercana que no quiere desvelar. Marine Le Pen propone a los franceses una interpretación lógica de lo que les pasa y de por qué les pasa. Y ahí (en el carácter total del relato) reside parte de su atractivo.
Dominar: ese es el verbo clave. Todas las personas entrevistadas expresan el deseo de tomar el control de algo que se ha vuelto salvaje y se les ha escapado de las manos. Quieren volver a lo mensurable, a lo tangible, al comercio de barrio y a los servicios de proximidad. Insisten en que desean poner límites, barreras defensivas, levantar diques de contención para no tener la sensación de ser avasallados. Desean, en suma, sentirse protegidos. Jean lo expresa con mucha claridad: “Ahora es un desastre. Simplemente queremos cambiar las reglas. ¡Queremos tomar el control!”. De hecho, añade, “un poco de orden nunca ha matado a nadie”.
Las posibilidades de que un candidato de izquierda se cuele en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales pasan por una retirada de la candidatura de Benoît Hamon
Y quieren, dicen, “compromiso” y “democracia”. Patrick afirma que lo que más le atrae de Marine Le Pen es que tiene un compromiso con el pueblo. “Ha prometido que va a organizar un referéndum para salir de la UE, pero que si no lo consigue o si lo pierde, se va. Nadie habla de ese compromiso con el pueblo. Y para mí es un punto extremadamente fuerte de Marine. Por eso estoy de acuerdo en intentarlo”, argumenta. “No he visto ese compromiso en ningún otro político profesional”, subraya. “En una Europa donde está en peligro la democracia, es imprescindible elegir representantes capaces de cumplir sus promesas e irse si no las cumplen”, añade para reforzar su discurso. Cédric está de acuerdo: “Nos gobiernan desde instituciones que no han sido elegidas democráticamente. Y eso es grave. Las élites mundiales nos quieren hacer volver a la Edad Media: con una casta arriba, una nobleza…. y eso es lo que a mí me molesta. Yo creo que ese es el mensaje: que la democracia está en peligro, que las élites quieren destruirla”, comenta este abogado residente en Lille.
La incógnita Mélenchon
A medida que la conversación prosigue con los simpatizantes del Frente Nacional reunidos en Lille aparece el nombre de Jean-Luc Mélenchon, candidato de La France Insoumise. Patrick es el primero que se lanza. “Mira, hay sólo dos personas capaces de cambiar la política tal y como está hoy en día: una es Marine Le Pen y la otra es Jean-Luc Mélenchon. Con estas dos personas el cambio está asegurado”, afirma subrayando con fuerza la última palabra. Cédric asiente. “Respeto mucho a Mélenchon porque es una persona muy culta, porque es honesto y porque también defiende a los de abajo y quiere cambiar la UE”. Y en tono algo melancólico agrega: “Ojalá fuera Jean-Luc Mélenchon el líder de la izquierda. Con él cambiarían muchas cosas”. Para Victoria, “Mélenchon es de los nuestros”. Y percibiendo quizás mi sorpresa se explica: “Es normal, ambos queremos más Estado y menos Europa” porque “a los de abajo sólo nos queda eso, el Estado”.
"Queremos más Estado y menos Europa. A los de abajo sólo nos queda eso, el Estado”.
No es casual que aparezca el líder de La France Insoumise en la conversación. En los últimos días se habla mucho de la “remontada Mélenchon”. Tras el primer debate televisivo en la cadena TF1 entre los cinco principales candidatos, varios medios de comunicación dieron al líder de la izquierda como ganador del mismo. Los últimos sondeos señalan que Jean-Luc Mélenchon pisa los talones del candidato conservador François Fillon. En menos de un mes, ha ganado 5 puntos porcentuales, pasando de una intención de voto del 11-12% hasta el 16-17%. Además, según la encuesta que realizó la cadena BFMTV, organizadora del último gran debate entre los once candidatos, Mélenchon habría ganado también este segundo debate. Ya hay quien habla de la Primavera Mélenchon.
Es interesante remarcar que en las últimas semanas el candidato de La France Insoumise ha variado en parte su discurso. Ha pasado de dirigirse a “la verdadera izquierda” a hablar a “la izquierda”, para más tarde apelar al “pueblo de izquierdas” y finalmente al “pueblo en general”. En la misma línea, su último cartel electoral presenta a Mélenchon seguido de la frase: “La fuerza del pueblo”. Quizás en este cambio ha tenido que ver el discurso de Le Pen, la influencia de la filósofa y politóloga Chantal Mouffe, muy próxima al candidato, y la reciente traducción al francés de un libro que la mujer de Laclau publicó junto a Íñigo Errejón, Construir pueblo: hegemonía y radicalización de la democracia.
Sea como fuere, las posibilidades de que un candidato de izquierda se cuele en la segunda vuelta de las presidenciales pasan por una retirada de la candidatura de Benoît Hamon, el nuevo líder del Partido Socialista, hoy en franco descalabro. No obstante, y a pesar de que algunas encuestas sitúan al candidato del PS por debajo del 10% en intención de voto, esta posibilidad parece todavía remota.
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Autor >
Guillermo Fernández Vázquez
Investigador en la facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Especialista en política francesa, derecha identitaria, relato y comunicación.
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