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Crecimos así, con los malvados soviéticos espiando y asesinando a mansalva, comandados por ese general de nombre literario, Anatol Gogol, interpretado por Walter Gotell, escogido por su parecido físico con Beria, jefe de la policía secreta estalinista. Desde 1973 (El hombre de la pistola de oro) a 1985 (Panorama para matar) el agente secreto más famoso del mundo fue interpretado por Roger Moore: el inglés de la ceja levantada murió la semana pasada después de haber servido a Su Majestad en siete películas de la saga y apuntalar el icono popular.
Moore encarnaba un 007 alejado del mito oscuro y contradictorio creado por Ian Fleming: tras coger el testigo de Connery, convirtió al asesino a sueldo de la monarquía británica, al matón vestido de príncipe de Gales, en un elegante y simpático defensor del mundo libre amenazado por la guerra fría. Aunque no por ello menos cínico: su sentido del humor exhibía una ironía autoconsciente alejadísima de las versiones recientes de la franquicia, ahora una parodia de la parodia fúnebre y pretenciosa. Podría decirse que la rebeldía de Bond le hacía más laborista que tory, sobre todo cuando no contestaba el teléfono a Margaret Thatcher por estar ocupado en menesteres sexuales. (Inolvidables los gags con la primera ministra y su marido Dennis).
Nuestro James Bond bebía martinis y sobrevivía a piscinas con tiburones o asesinos letales sin despeinarse ni sudar mientras nos mostraba microchips letales antes de Wannacry; gadgets futuristas que luego pasaban a formar parte de nuestro paisaje, como la moto acuática, y nos hacía viajar a través del mundo antes de la existencia del vuelo low cost. Junto a él aparecía siempre un magnate terrorista a gran escala. Porque lo que también aprendimos con 007 es que algunos millonarios estrafalarios pretenden controlar el mundo: todos comparten psicopatías diversas, mucha pasta y armas de destrucción masiva.
“Los tambores de guerra de Trump ponen a bailar en Bolsa a la industria armamentística”
“El presidente de Estados Unidos ha puesto el foco de la política exterior y militar en Siria y Corea del Norte. La empresas del sector defensa del S&P 500 han aumentado su valor un 15% desde el 8 de noviembre” (Bolsamania, 17-4-2017).
“La gran industria armamentística se alza con fuerza desde que Trump ganó las elecciones”
Las principales compañías de fabricación de armas del mundo mantienen el repunte con que recibieron la victoria del magnate americano, que insiste en su mensaje aislacionista y anti OTAN (El Confidencial, 24-1-2017).
“El Gobierno responde a Trump que el gasto de España en defensa es superior al que reflejan los Presupuestos” (Europa Press, 26-5-2017)
Lo cierto es que Trump, tan aficionado a hacer cameos, encarnaría a un villano de Bond de manera impecable; incluso comparte un cierto parecido con Goldfinger. Sin embargo, encontrar un buen 007 siempre ha sido algo más difícil; casi como encontrar un buen secretario o secretaria general.
“¿Puede la actriz Gillian Anderson encarnar al nuevo agente 007?”
“La actriz famosa por Expediente X protagoniza una campaña para encarnar a James Bond”.
“Soy Bond, Jane Bond. Gracias por vuestros votos”. La actriz Gillian Anderson se ha convertido en protagonista de una campaña de recogida de firmas para convertirla en la próxima agente 007. “Las mujeres pueden disparar, beber y tener sexo como cualquier hombre y es hora de ir a ver eso en una película de Bond”, pide la campaña, impulsada a través de la plataforma Care2. Si Anderson u otra actriz es finalmente elegida como nueva agente 007 rompería la tendencia de más de cinco décadas en las que solo hombres blancos han interpretado a James Bond” (El País, 26-5-2016).
Como bien sabemos, nunca hubo Jane Bond ni secretaria general. El papel más codiciado del cine popular está reservado para un hombre, heterosexual, blanco y a ser posible, inglés. (“No somos dioses pero somos ingleses, que es casi lo mismo”. Sean Connery, el otro Bond, en El hombre que pudo reinar. J. Huston, 1975).
Aunque 007 es humano y no inmortal, resulta imposible matarle. A Pedro Sánchez le han intentado matar –políticamente-- muchas veces, pero con los burdos efectos especiales de una película setentera: dada la edad de algunos de sus enemigos, no es de extrañar. Está visto que la Gestora y sus afines saben muy poco de castings y menos de narrativa y espectáculos de masas, por eso no supieron entender a su público. A 007 han de quedarle bien los trajes y es indudable que a Pedro le sientan como un guante. También debe ser traicionado por una mujer: una agente enemiga. Y mostrar una enorme resistencia física y mental ante las torturas, ya sean sofisticadas o groseras. Por tanto, era inevitable que Sánchez volviera a salir elegido para interpretar esta secuela.
“Rodéate de seres humanos, mi querido James. Es más fácil batirse por ellos que por unos principios. Pero... no me defraudes volviéndote tú mismo humano. ¡Perderíamos una magnífica máquina!” (Casino Royale, Ian Fleming).
Rodeado el agente Sánchez más por personas (indignadas) que sustentado por principios, se reveló como una “máquina magnífica” hasta hacer fracasar a otra máquina: el animatronic susanista lanzado desde las grandes cabeceras a las más recónditas tedetés. Tan seguros estaban del triunfo, que la sorpresa por la elección produjo que algunos perdieran el oremus junto a la conexión.
“La 1 de TVE suspendió el avance informativo cuando supo que el ganador era Sánchez”
“El Consejo de Informativos ha pedido explicaciones de forma urgente y de forma pública a la dirección de informativos” (Público, 22-5-2017).
Pero el fragor mediático no escampa y los analistas siguen sin ponerse de acuerdo, enzarzados en si la elección de nuevo intérprete resulta buena o mala para Unidos Podemos, más allá del futuro incierto de la socialdemocracia (“El PSOE cede la socialdemocracia a PP y C's”, El Economista, 1-9-2016). Este parece ser el quid de la cuestión. Unos dicen que la ultraizquierda-antisistema-bolivariana-separatista quería como ganadora a Susana; otros, en cambio, que prefieren a Sánchez. Nadie se pone de acuerdo: ¿Tiene Sánchez licencia para matar? ¿O es él quien está en el punto de mira?
“Levy a Pedro Sánchez: «Ten mucho cuidado, a Podemos lo que le gusta es la purga del PSOE” (ABC, 28-5-2017)
La pesadilla Sánchez
“Si Sánchez logra devorar a Podemos habrá prestado un gran servicio al país, no cabe duda, pero entretanto puede poner en grave riesgo la estabilidad política y económica”. (El Mundo, 28-5-2017)
Salto al vacío
“El antiguo --y nuevo-- secretario general ha cimentado su victoria en la oferta de un liderazgo vertical, directo, asambleario, populista, y pocos dirigentes dudan de que se empleará a fondo, purga incluida, para cumplir lo prometido. Como el rey nazarí Muhammad V, que tras ser derrocado volvió a la Alhambra y colgó en la puerta las cabezas de sus enemigos.” (Ignacio Camacho, ABC, 22-5-2017).
Lo que sí está claro es que al protagonista Sánchez lo eligieron los fans más enfervorecidos de la franquicia PSOE, eso que la gente de orden llama la “turba roja”.
“Es comprensible que la militancia del PSOE crea que con Pedro llegarán antes, porque la turba es de brocha gorda, y más la turba izquierdista. (..) Ganan las primarias. Gana la antipolítica. Gana la demagogia de la urna, gana la turba. Las masas están para mirar y aplaudir; y no para exhibirlas como fuerza bruta ni para cederles el protagonismo ni mucho menos el liderazgo político.” (Salvador Sostres, ABC, 22-5-2017)
“El Brexit del Psoe”
“La propuesta programática y organizativa de Sánchez ha recogido con suma eficacia otras experiencias de nuestro entorno, desde el Brexit hasta el referéndum colombiano o la victoria de Trump, donde la emoción y la indignación ciega se han contrapuesto exitosamente a la razón, los argumentos y el contraste de los hechos. En este sentido, la victoria de Sánchez no es ajena al contexto político de crisis de la democracia representativa, en el que se imponen con suma facilidad la demagogia, las medias o falsas verdades y las promesas de imposible cumplimiento.” (Editorial de El País, 22-5-2017).
“Madre mía, el editorial de El País”: la reacción en las redes a la opinión del diario de PRISA” (Público, 22-5-2017).
La destrucción de la democracia está cada vez más cerca por culpa de los militantes y sus votos, de las primarias, de lo asambleario, del populismo que todo lo infecta: felicísima idea de la democracia, la de algunos. La prueba es que para la mayoría de los medios de comunicación, el secretario general Pedro Sánchez ha irrumpido en el panorama político interpretando un papel de agente doble: de obediente funcionario a bolchevique vendido a Beria. En cambio, para sus admiradores, llega como El Santo o el agente 007 en versión simpática, al servicio de Su Socialdemocracia. Pero entre el público que ha pagado muy cara la entrada para ver esta película, muchos ciudadanos solo vislumbran el remedo pop de un icono apolillado, conscientes de que todos los mitos son herencia del pasado: en el siglo XXI ya no se crean, solo se consumen.
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Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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