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La coyuntura económica determinada por la crisis económica que hoy día continúa golpeando a los sectores más vulnerables de la sociedad ha conllevado el endurecimiento de las condiciones de vida de millones de hogares en España. La creciente incidencia social de los altos índices de desempleo que arrastra nuestro país desde el estallido de la crisis en 2007 se ve reflejada en el impacto que esta disminución de los recursos económicos de las familias ha tenido sobre los niveles de exclusión social en los últimos años. Una realidad que refleja cómo el retroceso económico de la última década afecta de un modo desigual a los distintos sectores sociales en función de su condición de clase, nacionalidad, género o edad.
A la hora de hablar de exclusión social, la opinión pública tiende de forma generalizada a vincular este fenómeno con situaciones exclusivamente relacionadas con la pobreza y la necesidad extrema. Sin embargo, la carencia de ingresos se antoja como un factor insuficiente a fin de componer una imagen de conjunto acerca de lo que significa la exclusión social en nuestro país, para lo cual se requiere un análisis pormenorizado de los diferentes factores que rodean las condiciones de vida de cada persona. La naturaleza de estos factores, así como la diferente incidencia de estos sobre la exclusión social, ha sufrido significativas variaciones durante el período de crisis económica actual, intensificando su impacto sobre los sectores sociales tradicionalmente más desfavorecidos, y generando nuevos perfiles de exclusión hasta el momento desapercibidos.
Con el objetivo de abordar el estudio de la exclusión social desde una perspectiva multidisciplinar, desligada de una vinculación exclusiva con factores de carácter económico, el sistema de medición de la exclusión social utilizado en las encuestas FOESSA y en los informes de situación social de la citada fundación, a los que se recurrirá en este análisis, concreta este nuevo enfoque a través de la estructuración del estudio sobre tres ejes: el nivel económico (empleo, pobreza económica, privación), la participación social (aislamiento, falta de apoyos, conflictividad social, etc.) y el eje político (limitaciones en el acceso a los sistemas de protección social o a la ciudadanía política).
En este sentido, esta clase de análisis supone una apertura cualitativa en cuanto a los baremos contemplados a la hora de determinar de qué forma la exclusión social afecta a un determinado conjunto poblacional. Así, esta nueva metodología trata de aglutinar el impacto de las diferentes dificultades observables en el entorno social de cada sujeto, contemplándose indicadores que abarcan desde la cantidad de miembros en paro dentro del núcleo familiar, hasta las condiciones físicas de la vivienda en términos de higiene o hacinamiento, el nivel de cobertura sanitaria, e incluso la calidad de las relaciones sociales en el ámbito familiar y vecinal. En líneas generales, además del empleo, que se erige como el factor fundamental de exclusión social, la vivienda y la salud destacan como los dos indicadores más relevantes en este sentido. Las consecuencias de la crisis económica han tenido un impacto evidentemente desigual entre los diferentes sectores sociales, dando muestra de la acentuación de realidades de desigualdad social ya existentes, así como de nuevos patrones de exclusión hasta el momento inéditos en nuestro país.
Los datos en cuanto a exclusión en función del nivel educativo vuelven a reflejar que la inversión en educación supone un factor preventivo ante el riesgo de sufrir situaciones de exclusión social, ya que son las personas con niveles educativos más altos las que muestran unas menores tasas de exclusión social. Así, las situaciones de exclusión severa se han multiplicado por 2,4 entre la población con niveles educativos más bajos desde 2007, año en el que las personas con niveles educativos bajos mostraban también mayores tasas de exclusión –incluso teniendo en cuenta la falta de cualificación del grueso de los trabajadores del sector inmobiliario-.
La población extranjera extracomunitaria también ha notado de forma especial la incidencia de la crisis en cuanto a exclusión social. La extensión de un modelo de integración con una alta proporción de población inmigrante vulnerable a procesos de retroceso económico, principalmente contratada de forma temporal y en empleos poco cualificados durante la época de bonanza, tuvo como consecuencia un particular impacto de la crisis sobre este sector de la población, cuyo trabajos fueron los primeros en ser destruidos. De esta forma, el 52,7% de la población extranjera se encontraba en 2013 en situación de exclusión social. Esta tasa es más del doble de la correspondiente a la población española o de la Unión Europea-15, que se sitúa en el 22,4%. Es más, la comparación entre las encuestas de 2007, 2009 y 2013 indica que la cifra correspondiente a la población extranjera se ha multiplicado por 2,5, mientras que la correspondiente al resto de la población lo ha hecho por 1,4.
Por último, cabe reseñar como fenómeno novedoso de esta nueva coyuntura socioeconómica determinada por la actual crisis el espectacular incremento de la exclusión entre la población joven en los últimos años. Mientras que las personas de más de 65 años –en su mayoría pensionistas-- son las que mejor han aguantado los embates de la crisis, la tasa de exclusión se ha duplicado entre los más jóvenes. Esta situación contrasta con la predominante en la época anterior a la crisis, durante la cual el porcentaje de exclusión correspondiente a las personas mayores de 65 años era del 20,2%, 4,4 puntos más alto que el correspondiente a los jóvenes.. El impacto del desempleo en las personas con trayectorias laborales cortas, sumado a los costes de acceso a la vivienda y a las limitaciones de la protección social frente al desempleo explican este aumento de las cifras entre la población más joven que implica un importante riesgo de pérdida del capital humano.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el texto, El desigual impacto de la exclusión social en España (2007-2013), de Nerea Zugasti, Profesora del Departamento de Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.