El hacha
Saúl, el guerrero número 8
El jugador tiene potencia, colocación, disparo terrorífico, cabeza de oro, despliegue, llegada y gol. Un todocampista
Rubén Uría 29/06/2017
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No es fácil ser popular en un país donde el periodismo vive entregado a la honorable causa de hormonar la bicefalia Madrid-Barça. En este bendito país, donde los sub-21 no son la selección de todos, sino La España de Asensio, resulta complicado sobrevivir a la tiranía mediática de un rodillo abrasador que no respeta nada que no vaya edulcorado del color blanco o azulgrana. Si un jugador que no juega para ellos es bueno, no cuenta. Y si ese futbolista es realmente bueno, entonces cuenta pero sólo para preguntarle por cuanto tiempo seguirá resistiendo el dolor de no fichar por aquellos equipos a los que, por lo visto, nadie puede decir no, porque, aunque ellos no lo saben, han nacido para jugar ahí. Para los aficionados del Madrid y el Barça es el pan de cada día. Para los que no lo son, que por lo visto también son de Dios aunque no lo parezca, la cuestión es más simple: el día a día empresarial, social y periodístico sirve para recordar a Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Sólo así se entiende que una legión de badulaques que, por el interés te quiero Andrés, nos vendan a una generación maravillosa de futbolistas como La España de Asensio. No, oigan. Asensio es un grandísimo jugador. Uno que marcará una época. Pero pretender reducir el talento de Ceballos, Llorente, Kepa y compañía a un único nombre que, por descontado, juega donde juega, es un insulto a la inteligencia del aficionado. España no es La España de Asensio. Es la de todos los grandes jugadores que visten esa camiseta, jueguen donde jueguen, sea su equipo el que sea, y merecen idéntico respeto, tratamiento y elogio. Aunque venda menos periódicos y ocupe menos minutos en las tertulias.
Durante todo el Europeo, Asensio, Ceballos, Llorente, Kepa, Gayà, Williams, Deulofeu y el resto de promesas que ya son realidad han cuajado un torneo extraordinario. Han jugado un fútbol alegre, jovial, combinativo y por momentos, atronador. Estos cachorros son la prueba evidente de que los clubes españoles siguen ciegos, buscando fuera lo que tienen dentro. Ante Italia, el mundo redescubrió a Saúl. El guerrero número 8. Un jugador que tiene potencia, colocación, disparo terrorífico, cabeza de oro, despliegue, llegada y gol. Un todocampista. Uno de esos que, en este fútbol que rinde culto a los pequeños bajitos (normal) pero que desdeña otro modelo de jugador (¿por qué?), hace poco ruido y vende pocas portadas. Es normal. En el caso de Saúl, el humo es para los estancos. Él se ocupa de rendir. De crecer. Y cada día lo hace mejor. Saúl, el mismo que se iba al Arsenal, al United, a la Roma, al Barça y de postre, al Bayern, pero que tiene contrato con el Atlético de Madrid hasta el 30 de junio de 2021, está satisfecho de jugar donde juega y pertenecer a donde pertenece. Al Atleti, que en su día vendió el 40% de sus derechos por un millón y medio de euros al mismo fondo de inversión que transfirió un porcentaje de Koke, le ha tocado la lotería con Saúl. Su fuerza no está en el cuerpo, sino en la voluntad del alma. Eso es lo que lleva tatuado en su muñeca y eso es lo que está empeñado en demostrar en cada partido. Cuanto más importante es la cita, más relevante es Saúl. Cuanto más difícil es el escenario, más brilla Saúl. Cuanto más escarpado es el monte, más escala Saúl.
A este chico, que por ser un grandísimo futbolista le tocará sobrellevar la eterna condena de que le pregunten siete mil veces cuando se va a ir para jugar en el Madrid o en su defecto, en el Barcelona, le gusta pertenecer al Atlético. Por él puso en riesgo su salud, llegando a jugar con un catéter interno cuando orinaba sangre. Por él jugó infiltrado cuando quizá habría sido oportuno tomarse un descanso. Por él renunció a otras ofertas donde ganaba más dinero del que le pueden pagar en su equipo. Por él no para de progresar dentro y fuera del campo. Por él trabaja para madurar, para entender mejor el juego y para tener más serenidad para ser el jugador que ambiciona Simeone. Saúl no vende humo. Es una realidad. Es un tipo duro con los problemas y blando con las personas, alguien al que todo le ha costado sangre y sudor. Hablar de Saúl Ñíguez es hacerlo de un futbolista de talla mundial. Y sobre todas las cosas, de un chico que, a pesar de su descomunal talento con la pelota en los pies, tiene muy claro dónde encaja y qué se espera de él. No hace mucho, en una entrevista –que me perdone el medio pero no recuerdo dónde exactamente–, a Saúl le preguntaron dónde se sentía más cómodo, si siendo un artista o siendo un guerrero. Su respuesta fue lapidaria: “Es mejor ser guerrero. Como dijo una vez Puyol, donde no llega tu calidad, llegan tus cojones”. Así es Saúl. Dos pelotas y un balón. El guerrero número 8.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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