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La vida es lo que pasa entre lavadora y lavadora, con descansos para hacer deberes y teclear sin bajarme de los tacones. No sé si será su caso, desde luego se parece bastante al mío. El otro día me dijeron que me sentaba como un guante ser una columnista de bar, piropo generoso que en cambio me inhabilita como cronista parlamentaria (soy poco de pasillos y más de barras y carro de la compra) y como invitada a recepciones oficiales. También a congresos de columnismo, pero de eso ya hemos hablado.
Ayer, entre centrifugado y centrifugado, me pasé la mañana en un debate sobre empleo y tecnología. Así a simple vista no huele a planazo envidiable y a las vidas idílicas de Instagram, pero siempre viene bien escuchar a gente que sabe mucho más que tú de lo que sea, aunque sea para decirte que ya los ordenadores piensan más y mejor que nosotros y se prevea un 80% de paro allá por el 2050. Menos mal que siempre hay lugar para la esperanza y también te recuerdan las facilidades de vivir en un mundo conectado y las oportunidades profesionales que conlleva. Felicidades, millennials y Generación Z.
Últimamente me noto poseída por un espíritu gruñón que me hace desmontar la felicidad con mis preguntas, así que recordé a los presentes y ponentes que en ese oasis de carreras profesionales exitosas entre robótica e inteligencia artificial también existe un país plagado de bares, peluquerías, autónomos y economía sumergida. Al menos ya no cito como rasgo identitario y patrio a los aspirantes a entrar en Mediaset para convertirse en carne de bolo de discoteca. Estoy aprendiendo.
Lo mismo me pasó con un encuentro europeo de emprendedores hace unas semanas. Son pequeñas lunas de miel en las que piensas que no todo está perdido y en la que desaparece por un rato la España cerril y tenebrosa que todos, supongo, llevamos dentro. Gente con ideas, que sabe hablar y vocaliza, aseados y con pinta de votantes de Ciudadanos. Luego salgo de esa burbuja de pelazo y bilingüismo y me encuentro con lo de siempre: otra semana decisiva para el desafío independentista. ¿Se acuerdan cuando era siempre la “semana decisiva para el euro”?.
Sí, soy pura alegría, pero comprendan: esta mañana, mientras muchos nos despertábamos preocupados por este juego de machos alfa en el que se ha convertido la política, yo revisaba la cabeza de mis hijos tras recibir un correo del colegio cuyo asunto se resumía en una palabra: Piojos. Los niños, qué enorme bofetón de realidad y relativismo.
Luego llegas al kiosco y ves que Julio Iglesias tiene hijas menores de edad como yo que ya posan como rubias e it girls en la revista del saludo. Niñas de 16 años que, lejos de comentar el 155, hacen declaraciones estremecedoras, como que prefieren escoger su ropa a que se la elijan otros. “Cristina y Victoria quieren ser modelos, como su madre. Yo lo que quiero es que sean fuertes, porque la vida les ha regalado mucho”, ha dicho el cantante, otro de nuestros rasgos identitarios, nos guste o no. Si hasta colaboró con la Generalitat de Eduardo Zaplana. La vida sigue igual.
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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