La lucha por los derechos sindicales en el mundo
Los ejemplos de Reino Unido, Sudáfrica, Francia, Corea del Sur, Chile, Marruecos, Estados Unidos, Túnez y Egipto
ctxt 1/05/2018
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Reino Unido: La pérdida de poder sindical
Los sindicatos británicos se encuentran ante un futuro incierto. La mayoría de sus afiliados supera los 50 años y la pérdida de miembros es sistemática. Actualmente, poco más de 6 millones de trabajadores pertenecen a un sindicato, cifra muy alejada del máximo histórico de 13 millones de afiliados en 1979. Una muestra del daño recibido por los constantes cambios en la legislación de Reino Unido desde que Margaret Thatcher se mudó a Downing Street.
La última estocada fue de David Cameron en 2016 con la nueva Ley de Sindicatos que recortaba sustancialmente su financiación y limitaba el derecho a la huelga. Esta ley fue públicamente criticada por la nueva cabeza del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, quien se erige como defensor de las organizaciones de trabajadores. Por primera vez en los últimos veinte años, un líder laborista escucha a los sindicatos y se asegura de que sus dirigentes ocupen puestos de responsabilidad en el partido.
Recuperar el apoyo político no es suficiente para hacer frente a los retos del siglo XXI. Aunque los sindicatos todavía consiguen pequeñas victorias tras arduas negociaciones, la medida extrema de la huelga es ineficaz y cuenta con escaso apoyo popular. Los sindicatos todavía tienen que descubrir cómo organizar al nuevo mercado laboral que crece en el sector privado y bajo unas condiciones de precarización que impiden acciones sindicales clásicas para la lucha de los derechos de los trabajadores.
Arturo Noain
Sudáfrica ante una nueva ola de movilizaciones
Con tasas de desempleo por encima del 35% y más de la mitad de la población en situación de pobreza, las reformas que se anuncian en torno a la simbólica fecha del 1º de Mayo de 2018 ponen a su clase trabajadora en el precipicio.
No solo porque las reformas de la Ley Nacional de Salario Mínimo, la de Relaciones Laborales y la de Condiciones Básicas de Empleo colocan a los trabajadores en un escenario peligroso sino porque además peligran gravemente las garantías relativas al derecho de huelga y asamblea.
El movimiento sindical sudafricano, aunque fuerte y en progreso, adolece de graves convulsiones internas no exentas de cruentas batallas en los años precedentes aunque, sin duda, ha sido y es uno de los protagonistas esenciales de las luchas sociales y laborales desde la época del apartheid en Sudáfrica.
Entonces la clase trabajadora negra no gozaba de derecho de organización ni sindicación, pudiendo ser castigados por participar en actividades sindicales. Hoy se enfrentan a un retroceso de los derechos alcanzados.
Alejandra Ortega
La ofensiva de Macron une a los sindicatos franceses
Los sindicatos franceses ya no cuentan con la misma fuerza que antaño para ejercer como palanca de freno ante las ofensivas neoliberales. Con sólo el 11% de los trabajadores afiliados en una organización sindical, Francia dispone de uno de los niveles de sindicalización más bajos de la Unión Europea, inferior al de Alemania (18%) o España (16%). La debilidad de los sindicatos se ve reflejada en la ausencia de protestas exitosas. Las últimas movilizaciones masivas en el mundo del trabajo en Francia datan de 2010, cuando más de un millón de personas salieron a la calle en contra de la reforma de las pensiones de Sarkozy. Desde entonces, han acumulado duros reveses, con la flexibilización del mercado laboral por el socialista François Hollande en 2016 y la aprobación de la reforma laboral de Emmanuel Macron en septiembre del año pasado. Una medida que recibió una contestación más bien limitada, sobre todo por la división de las direcciones sindicales.
No obstante, “las reformas del gobierno de Macron aprobadas de manera impetuosa y sin un diagnóstico serio han reforzado la unidad sindical”, explica Dominique Andolfatto, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Borgoña y experto del sindicalismo francés. A principios de abril, los combativos trabajadores de la compañía ferroviaria estatal SNCF iniciaron una exitosa huelga en la que alternan dos días de paro por cada cinco de actividad. Durante los últimos meses, otras movilizaciones han tenido un impacto más que notable en sectores tradicionalmente poco movilizados, como las residencias de ancianos o la cadena de supermercados Carrefour. “Estas reivindicaciones sirven para ampliar la base de los sindicatos y reflejan que no son únicamente organizaciones que defienden los intereses de unas profesiones”, explica Andolfatto.
Enric Bonet
La constante amenaza contra el movimiento sindical en Corea del Sur
A pesar de las numerosas campañas internacionales que piden la liberación del presidente del sindicato KCTU, Han Sang-gyun –en prisión desde hace dos años- y la retirada de los cargos contra la exsecretaria general de KCTU, Lee Young-joo –detenida en el hospital tras una huelga de hambre de diez días-, las violaciones sistemáticas de los derechos y libertades sindicales en Corea persisten.
La secretaria general de la CSI, Sharan Burrow, afirmaba el pasado febrero ante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en PyeongChang que “sólo si liberan de inmediato al presidente y retiran los cargos contra la ex secretaria general, podrá Corea del Sur recuperar la confianza en la justicia, los derechos y la libertad del pueblo trabajador”.
La imposición de cargos penales contra afiliados y líderes sindicales constituye una clara violación de los derechos fundamentales y, en particular, del derecho a la libertad sindical. Estas medidas represivas parecen haberse convertido en la respuesta habitual del Gobierno coreano contra las voces disidentes.
Alejandra Ortega
La negociación colectiva en Chile
A pesar de que Chile vive en democracia desde 1990, tras la dictadura de Pinochet, en el país pervive la constitución pinochetista de 1980 y un sistema de negociación colectiva muy restrictivo.
La reciente reforma laboral de 2016, aunque ha mejorado algunos aspectos del Plan Laboral al que sustituye, sigue limitando el ejercicio de la libertad sindical, permite la sustitución de trabajadores durante la huelga y no permite la realización de paros durante la negociación de un convenio.
La negociación colectiva sigue siendo de ámbito de empresa y no de carácter sectorial, existe una limitación de días para llegar a un acuerdo, rige la ultraactividad de los convenios, la duración de los acuerdos va de 2 a 4 años como máximo, la autonomía de las partes a la hora de incluir materias de negociación se limita a salarios y condiciones de trabajo. Las propias empresas son las que deciden qué sindicato tendrá representación en el centro de trabajo.
Cabe destacar un importante avance que la reforma laboral ha introducido, y es que permite que el sindicato participe en la negociación. Con el Plan Laboral, negociaban directamente trabajador y empresa y la negociación siempre partía de cero.
La CUT de Chile, la principal central sindical tiene por delante enormes retos en relación a la negociación colectiva y la acción sindical. 30 años después de su constitución en 1988, aunque la central se remonta a 1953, la CUT debe solucionar sus problemas internos de democracia y representatividad. Enfrentar una normativa donde prima la desregularización de las relaciones laborales individuales y la rigidez de la regulación laboral colectiva. Debe conseguir que un sistema de negociación colectiva neoliberal que pretende garantizar la productividad empresarial supere el ámbito de empresa y pase a ser sectorial, para que tenga mayor y mejor cobertura. Para todo ello, la CUT debe hacer un enorme esfuerzo para adaptar su organización a los nuevos desafíos, desde crear espacios sectoriales que ahora no existen hasta reducir la atomización sindical en las empresas - en muchos casos varios sindicatos afiliados a la CUT compiten entre ellos en la misma empresa - , para que exista un único sindicato fuerte en cada centro de trabajo.
Un dato alentador: la tasa de afiliación en Chile ha pasado del 14% al 20% entre 2014 y 2017 gracias a que los sindicatos han recuperado su papel en la negociación colectiva.
Cristina Faciaben
A la mujer y a la mula, vara dura: Las olvidadas del Marruecos profundo
Con este título, Hicham Houdaifa (Casablanca, 1969) ha escrito un libro necesario del que nos habló durante la Feria del Libro Político de Madrid de 2018. Se trata de una radiografía de la esclavitud moderna y la violencia económica contras las mujeres en el Marruecos del s. XXI.
Houdaifa ya nos avisa desde el prólogo de sus intenciones: dar testimonio de la precaria situación de las mujeres y luchar contra la indiferencia del lector ante las prácticas esclavistas en su país.
Marruecos está aún pendiente de ratificar el Protocolo de Trabajo Forzoso de la OIT (2014) y, a la vista del relato de Houdaifa, resulta más que necesario. Ha puesto el dedo en la llaga: su libro forma parte ya de la lucha activa para erradicar el trabajo forzoso.
Alejandra Ortega
Los sindicatos estadounidenses capean el temporal, ¿para asomar la cabeza?
¿Quién era más de izquierdas? ¿Franklin Roosevelt, padre del ‘New Deal’ y cimentador de los cimientos del Estado de Bienestar estadounidense, o Bill Clinton, desregulador del mercado, firmante de acuerdos comerciales que minaron a la clase trabajadora? Quizá la pregunta no importe: Uno –Roosevelt— tenía una de las fuerzas sindicales más vigorosas de Occidente, dispuestas a parar el país y agitar las calles con sus demandas de igualdad y justicia, y de alinearse con partidos socialistas y comunistas arraigados entre la clase trabajadora. El otro –Clinton— presidió un país con unos sindicatos en desbandada. A Roosevelt, por mucho que hubiera querido, no le quedaba alternativa. Clinton quizá nunca hubiera podido construirla, por mucho que quisiera.
Después de su apogeo entre mediados de los 40 y los 60, cuando casi uno de cada cuatro obreros estadounidenses estaba sindicado, la fuerza sindical estadounidense cayó en picado, hasta alcanzar el nimio 10,7% de densidad sindical actual, según cifras de la Oficina de Estadísticas de Empleo. El descenso se intensificó en los años 90, y ha coincidido últimamente con el recrudecimiento de las leyes antisindicales, impulsadas por oligarcas como los empresarios petroleros Koch en estados sureños y del Medio Oeste. En el sector privado, el descenso es aún más abismal: sólo un 6,5% de los trabajadores forma parte de un sindicato. El cataclismo sindical ha circulado en paralelo al descenso de los estándares de vida en EEUU. Hoy los estadounidenses ganan, descontando la inflación, prácticamente lo mismo que en 1979, aunque producen casi el doble.
La caída se ha amortiguado algo en los últimos años, llegando incluso a un ligerísimo repunte en 2017, coincidiendo con campañas como las del aumento del salario mínimo, con los trabajadores de los restaurantes de comida rápida a la cabeza, o los intentos de movilizar el sector logístico. ¿Serán Amazon o McDonald’s los General Motors o Standard Oil del siglo XXI?
Álvaro Guzmán Bastida
Túnez, 2018: luchando contra el FMI
Túnez ha visto cómo llegaba 2018 con protestas por el aumento de precios. La Ley de Finanzas impuesta por el FMI supone un drástico aumento del costo de la vida. Tras siete años de transición, Túnez no logra estabilizarse, recuperar su economía, ni ha salido de las clasificaciones más duras en cuanto a la violación de las libertades sindicales.
Todo ello a pesar de los esfuerzos continuos del sindicalismo tunecino, encarnado de manera principal por la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), que ha jugado un papel histórico en la defensa de las grandes causas sociales y laborales.
Estas nuevas protestas recuerdan a las del año 2011 y, mucho antes, a las conocidas como “revueltas del pan” de 1984. Como entonces, el aumento de los precios, la falta de empleo y la intervención de las instituciones financieras sacuden este pequeño país. Aliviar el sufrimiento económico y asegurar las libertades son asignaturas pendientes.
Alejandra Ortega
Nuevos “años de plomo” para el sindicalismo egipcio
El Índice Global de los Derechos de la CSI (Confederación Sindical Internacional) de 2017describe Egipto como “un lugar altamente peligroso para los sindicalistas y, de hecho, para todas las voces independientes que cuestionan las políticas del Gobierno de Sisi”.
La nueva Ley sindical aprobada por el Parlamento egipcio, ratificada por decreto presidencial el 18 de diciembre de 2017 sin la concurrencia real de las organizaciones sindicales independientes, representa una violación flagrante del convenio 87 de la OIT y es un trasunto de la antigua Ley 35/1976. Es un duro revés para las libertades sindicales y para las esperanzas de los sindicatos independientes.
La Ley aprobada concede a la central sindical oficialista ETUF un estatus formal y, además, se vuelve a estrechar el cerco a las ONG con sanciones, severas penas de cárcel, prohibición de recepción de financiación extranjera y prohibición de realizar cualquier investigación o encuesta sin una autorización previa.
Alejandra Ortega
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