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Si el calendario es terrorífico, si el grupo no tiene descanso, si exprimes una plantilla con menos jugadores que un equipo de fútbol-sala que está al límite de sus fuerzas, si te reinventas con pocos efectivos para competir en Europa e intentar quedar por delante del Madrid, si no te queda gasolina porque el depósito va en reserva y, además, te quedas con uno menos en Londres ante un gran equipo con más de 80 minutos por delante, sólo tienes dos caminos: caminar o reventar. El Atleti, que hace del sufrimiento un espectáculo, que comería alambre de espino y sería capaz de engullir granadas si la ocasión lo requiere, no reventó en la dificultad. Se quedó sin Vrsaljko, que más allá del gatillo fácil de Turpin estuvo rematadamente torpe, y lejos de llorar como en épocas pretéritas de su historia, compitió. Se quedó sin Simeone y lejos de mostrarse como una plañidera a sueldo, se arremangó. Se quedó desnudo ante un Arsenal que olfateó sangre y, lejos de arredrarse, hizo un homenaje a su himno, luchando como hermanos, en un juego noble y sano, derrochando coraje y corazón. Esa odisea ya es pasado. También el esfuerzo extra del Alavés, donde el grupo volvió a demostrar que tiene una preparación física espartana y un corazón de adamantium, porque pase lo que pase, independientemente del rival, la cita o la competición, siempre compite. Ahora el Atleti se enfrenta a su presente. De nada valdrá la épica si el equipo no vuelve a olvidarse de la fatiga y pone el corazón para rematar al Arsenal. Y como la energía no sobra, como cualquier gramo de fuerza a va a ser decisivo en esta recta final de una temporada con mil obstáculos, el Atleti va a necesitar toda ayuda posible.

Simeone sabe de qué va esto. Sabe que sus chicos han enterrado la prótesis del Pupas, que este equipo desprecia el discurso de las excusas y que, incluso aunque pudiera hacerlo, debe dejar de lado el victimismo arbitral. Y precisamente por todo eso, porque el Cholo, del que dicen que se pasa la vida yéndose del Atleti y se queda para hacerlo aún más grande de lo que ya lo ha hecho, sabe de qué va este juego, el argentino ha pedido que la gente no se limite a apoyar como siempre, sino a crear una atmósfera ideal para un grupo de jugadores que se merece todo por su compromiso, que va más allá de ganar o perder. Cholo quiere que el Metropolitano explote, que viva su primera gran noche continental y que todo bicho viviente que sienta que el Atleti le mata al tiempo que le da la vida se deje el dinero y la garganta, porque la cita merece la pena. Que nadie se engañe: la eliminatoria sigue viva. El Atleti salió ileso de un tiroteo donde se le acribilló, sin descanso, durante 90 minutos. Otro equipo habría pedido clemencia, pero este Atleti no. Ahora Simeone reclama que se movilice el patrimonio más valioso del club, su afición, esa que no tiene cláusula de rescisión, que nunca falla, en Primera, en Segunda, en Champions o en Europa League. Simeone quiere que a sus chicos, programados para cualquier guerra, les lleven en volandas. Dicen que, en estos tiempos de fútbol moderno, ya no hay escenarios capaces de intimidar al contrario. Esta es una ocasión única para que la gente del Atleti demuestre lo contrario. Los ingleses no van a caer por su propio peso. Tuvieron Oblak, Grizi y compañía al borde del abismo y ahora es la gente del Atleti la que les tiene que hacer sentir que serán los británicos los que caigan por el precipicio.

Si el Atleti ha de caer, que sea con el aliento de su gente, porque estos jugadores lo merecen después de haber dejado el alma en Londres. Y si el Atleti ha de pasar, si ha de alcanzar la tierra prometida de Lyon, que sea impulsado por el grito más desgarrador de las tripas de su nueva casa. Antes de la controvertida mudanza, el Atleti sabía que, en las fáciles, las difíciles e incluso las imposibles, siempre tenía el Calderón. Ese factor nunca fallaba. Y sí, el Calderón pesaba. Y su gente, intimidaba. Y cuando al Atleti le hacía falta un segundo aire, la gente se lo daba.  Este jueves, el Atleti necesita llevar el espíritu del Calderón al Metropolitano. Y que todos los atléticos se dejen la garganta como nunca. Todos, sin distinción. Que animen, canten y arropen, que llenen las gradas y que empujen como nunca. Que lo hagan los que están a favor del escudo y los que apoyan el logo, los que ven bonita la camiseta y los que no, los que tragan con la directiva y los que no, los que consumen y los que no, los que presumen de creer para dejar de hacerlo cuando más falta hace y, por supuesto, que pongan su granito los que nunca, ni siquiera después de Lisboa y Milán, dejaron de creer. Hay muchos cuerpos y sólo un alma. Este jueves es una ocasión de oro para que todos los atléticos se dejen el alma para apoyar a unos jugadores y un entrenador que persiguen otra final europea. Se lo merecen. En Londres no fue fútbol, fue Atleti. El jueves tampoco puede ser fútbol. Tiene que ser Atleti. Simeone suele pedir poco, pero esta vez, lo ha hecho. Pide que al puño al viento de Londres le siga un grito unánime que rasgue el viento; uno que haga sentir a los ingleses que el cielo de Madrid se va a desplomar sobre sus cabezas. El Cholo pide que no sea fútbol. Sólo Atleti.