El peso laboral de la hostelería en España duplica al de Italia, Francia o Alemania
La falta de capacidad para crear empleo y su baja calidad siguen caracterizando el sistema productivo español. Temporalidad, parcialidad y poco valor añadido son rasgos muy comunes
CTXT / Observatorio Social ‘la Caixa’ 2/10/2018
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Espacio realizado con la colaboración del |
|
Los efectos de la crisis de 2008 y los cuatro años de desigual recuperación económica que ha vivido España no han servido de lección al sistema productivo, que sigue caracterizándose por empleos de escaso valor añadido, por una escueta inversión en innovación y por una elevada precariedad en el mercado laboral. Estas son las principales conclusiones de El empleo en España: lejos aún de la economía del conocimiento, del profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Ramón Alós Moner. La ocupación en hostelería, cuyo peso en el empleo supera en más del doble a otros países del entorno, ha aumentado un 26% en los últimos cuatro años, mientras que otros ámbitos como los servicios financieros, la ingeniería civil o la investigación y el desarrollo siguen perdiendo empleo.
Estos datos y la comparativa con el resto de Europa suponen, según Alós Moner, la constatación del escaso desarrollo de las políticas de bienestar en el país. De esta forma, España destaca frente a otros países comunitarios por un menor peso de expertos como los técnicos y profesionales de apoyo y una mayor presencia de ocupaciones elementales, en las que hay una alta proporción de personal no cualificado y de trabajadores de servicios.
Según el autor, una de las principales causas que explican la situación del mercado laboral y la configuración del modelo productivo en España es la escasa capacidad del país para generar puestos de trabajo: la tasa de empleo a finales de 2017 era del 66%, ocho puntos porcentuales menos que el objetivo marcado por las instituciones europeas para 2020. Para la población de 20 a 29 años, la inserción laboral apenas alcanza a la mitad del colectivo.
Donde sí se han generado empleos, y a mayor velocidad que en otros sectores, ha sido en los servicios, que han venido a sustituir los empleos en construcción que se destruyeron a partir de 2008. También han crecido, aunque en mucha menor medida, los servicios públicos y profesionales, como la informática, la consultoría de gestión empresarial y las actividades recreativas y de entretenimiento.
El estudio advierte, sin embargo, que esto no es suficiente para que el tejido económico del país deje de estar sustentado por el escaso valor añadido y la falta de inversión e innovación. Una situación que se caracteriza a su vez por un empleo precario y de poca calidad: cerca del 27% de la población ocupada trabaja bajo fórmulas temporales, pese a que una de cada tres personas en esta situación llevan más de dos años en su empresa. Mientras, cerca del 60% de los que tienen una jornada parcial lo hacen por no haber encontrado otra opción o por obligaciones externas. Por otro lado, 2017 cerró con cerca de 21,5 millones de contratos firmados, cuando la fuerza laboral asciende a apenas 16 millones de personas.
Estos problemas estructurales, señala el autor, desdibujan los límites entre el empleo y el paro, dejando a los trabajadores en una situación de vulnerabilidad frente al riesgo de pobreza y exclusión social, incluso teniendo empleo, con una tasa de trabajadores pobres que ha pasado del 11,7% en 2013 al 14,1% en 2016.
Y son los jóvenes a los que más afecta esta precariedad e inestabilidad laboral, con cerca del 30% de las personas de entre 25 y 34 años trabajando en hostelería y apenas un 19% en la administración pública, la educación y las actividades sanitarias. Pese a que la formación influye de forma positiva en las posibilidades de tener más y mejores empleos, la sobrecualificación también es un rasgo generalizado entre los más jóvenes: el 40% de los que cuentan con competencias en algún campo están subempleados en ocupaciones para las que no hacen falta estudios superiores.
Las dificultades para crear empleo y su escasa calidad, unidas a este desajuste entre la oferta y demanda en el empelo, demuestran la incapacidad del mercado laboral de absorber el potencial de conocimientos, advierte Alós Moner. Para el investigador, se trata de una estructura productiva difícilmente sostenible que requiere un cambio orientado hacía el conocimiento y fundamentado en políticas de cohesión social que creen trabajo suficiente y de mayor valor añadido.