TRIBUNA
Eres un homófobo
Isaias Fanlo 28/01/2019
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Eres un homófobo cada vez que ves a dos chicos o dos chicas besándose en la calle y te hace sentir incómodo. Porque cuando ves a una pareja heterosexual (y blanca, por supuesto), te parece un gesto la mar de romántico.
Eres un homófobo cada vez que piensas o que afirmas que la pluma da mala imagen al colectivo gay. Homófobo y también machista, porque asumes que la feminidad es síntoma de inferioridad, y que los hombres, por defecto, tienen que ser masculinos (siguiendo, por supuesto, una masculinidad estereotípica y tóxica que hemos perpetuado desde hace siglos).
Eres un homófobo cada vez que te molesta ver a personas trans por la calle, o en las carrozas del Orgullo gay. Tú no eres nadie para decidir con qué identidad de género quiere identificarse cada una de nosotras.
Hablando del Orgullo. Eres un homófobo cada vez que afirmas que “El Orgullo ya no es necesario” porque “ya lo tenemos todo hecho”. Que tú te puedas casar no significa que no haya personas que estén sufriendo agresiones homófobas y transfóbicas como la de hace unos días en el metro de Barcelona. Que tú puedas comprarte una casa con tu pareja no significa que haya gente a la que despiden de su trabajo o a la que ofenden sistemáticamente por ser lo mismo que tú.
Eres un homófobo cada vez que explicas un chiste de bolleras o de mariquitas. Por cierto, también lo eres cada vez que te ríes con uno de esos chistes. La mayoría de vivencias de la homofobia, en muchas de nosotras, empieza en edades tempranas, y lo hace mediante la injuria: cuando vemos que alguien llama “marica de mierda” a otra persona, o cuando escuchamos uno de esos chistes que te parecen tan divertidos. Es entonces cuando nos damos cuenta de que nuestras emociones y nuestros afectos son algo de lo que la sociedad, de lo que gente como tú se ríe, o que considera insultante.
Por lo tanto, eres un homófobo cada vez que utilizas expresiones como “sin mariconadas”, o “menuda loca”, por mucho que me digas después que “bueno, tú ya me entiendes”. No, no te entiendo: estas microagresiones sientan las bases para cosas más graves que continúan sucediendo, aquí y en otras partes del mundo. Y no, no es “libertad de expresión” cuando estás agrediendo a alguien: en este caso, es reforzar la estructura de privilegios e injusticias sobre la cual se ha asentado nuestra sociedad.
Eres un homófobo cada vez que algún personaje público sale del armario como LGTBI o queer, y tú espetas aquello de “A mí no me importa con quien se acueste cada uno”. Declararse lesbiana, gay o bi no tiene nada que ver con revelar la vida sexual de una persona, del mismo modo que pasear de la mano de tu hijo no implica presumir de haber mantenido sexo hetero sin protección con nadie. Por lo demás, la cosa no va de ti ni de lo que te importa. La cosa va de que a la sociedad sí que le importa (y si no me crees, échale un vistazo a la estadística de agresiones por homofobia y transfobia que tienen lugar a diario en nuestro país). La cosa va de que cada salida del armario nos hace más fuertes y nos ofrece un ejemplo, un modelo en el cual podemos identificarnos.
Escribo todo esto a causa de la agresión que el Centro LGBTI de Barcelona, inaugurado hace apenas una semana, sufrió la madrugada del sábado a manos de la extrema derecha. Este ataque está cimentado sobre la legitimidad que dan, también, las microagresiones homófobas que las personas LGBTI y queer vivimos cada día. Pero los tiempos cambian, y ya no nos van a callar. A lo largo de la historia nos han agredido de todas las maneras posibles; nos han insultado, nos han metido en la cárcel, nos han asesinado, y seguimos aquí. Llevamos la lucha inscrita en nuestro ADN. Y ahora pedimos la complicidad activa de todas aquellas personas que crean en la democracia, en el civismo y en la igualdad de derechos y obligaciones para toda la ciudadanía. Ninguna agresión, por pequeña que sea, tiene que quedar sin respuesta. Nuestro futuro como sociedad depende de cómo reaccionemos ante la violencia contra nuestros conciudadanos.
Eres un homófobo cada vez que ves a dos chicos o dos chicas besándose en la calle y te hace sentir incómodo. Porque cuando ves a una pareja heterosexual (y blanca, por supuesto), te parece un gesto la mar de romántico.
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Isaias Fanlo
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