Recapitulando
Dar explicaciones
Junqueras sentimentalizó la causa. La sentimentalización no sólo es la esencia del Procés, sino, me temo, de la época
Guillem Martínez 16/02/2019
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LA VISIÓN DE LA COSAS. El juicio se retransmite en directo. Cuando deja de retransmitirse, sigue retransmitiéndose en no-directo. Todo el mundo, por tanto, puede verlo. Pero todo el mundo veía un Boeing-747 que en su día hizo desaparecer, zas, David Copperfield. Ver en masa, por tanto, se parece mucho a no ver. Me pasa hasta a mí. Por eso los sabadetes les endiñaré un breve artículo. Una especie de resumen del juicio de la semana. Breve, con el minuto y resultado, y atendiendo, si es el caso, a lo importante, y con fragmentos del Boeing-747 que no vi cuando lo tenía delante de las narices en pleno directo.
DRAMATIS-PERSONAE. La cosa, me temo, está así. Dos –por ahora–líneas defensivas. Lo que puede, o no, aportar contradicción en la defensa. Un presidente del tribunal que está dando buen rollo. No ha potenciado a Vox y ha acallado, incluso, su voz. También ha dado corte a la Abogacía del Estado, en un indicio de que en este juicio hay demasiado Estado, de manera que no cabe. Ha permitido el uso del cat, aludiendo motivos sentimentales –si bien, la defensa que requirió hablar cat también adujo motivos sentimentales, y no derechos–. De alguna manera, en el TS, diría, saben que esto es un juicio político, percibido como tal en varias regiones del globo terrestre. Por otra parte, fiscalía –esa rareza local–, ha metido la gamba en varias ocasiones, equivocando datos –verbigracia: aludió a "7 coches devastados" el 20S-2017, cuando en rigor fueron 3 coches, más bien changados–. Fiscalía, en ocasiones, va a granel. En fiscalía, tal vez, vive y se desarrollará la génesis del juicio: una deslocalización de la política en la Justicia, el juicio a una actitud antes que a unos hechos, que fueron más palabras que hechos, por otra parte.
LA DEFENSA POLÍTICA. La defensa de Junqueras fue política. Es decir, política según el canon del palabro 'política' para el procecismo. En el standard internacional resultó, me temo, politiquera. Junqueras hizo un acto electoral. Para un 48% de la sociedad. Se curró la Presidència de la Generalitat, una institución en la que el grueso de sus presis electos –Macià, Companys, Pujol– ha estado en la trena. No creo que sea una defensa efectiva. Supongo que se utiliza porque se ha pensado que no hay defensa efectiva. Por otra parte, Junqueras sentimentalizó la causa. La sentimentalización no sólo es la esencia del Procés, sino, me temo, de la época. Es imparable, por otra parte. No hay manera de describirla –describir algo es acotarlo, lo que lleva a desactivarlo– sin indignar a sus usuarios, millones de personas dotados de la razón absoluta que da la sentimentalidad. Los sentimientos –te amo, amo a Esp y a Cat, me duele el nabo– no sólo conforman el único argumentario mundial que no precisa razón, sino que no la tienen. Es preciso que los sentimientos no vuelvan a la política como en el siglo XX y bla bla bla. Pero han vuelto. Los sentimientos, en política, que no en la vida, son uno de los rasgos del autoritarismo. Nos vamos a hartar, tenga usted pasaporte, o como se llame, esp o cat.
LA DEFENSA JURÍDICA. Lo de Forn fue histórico. A saber, fue la primera vez en la que un político procesista dio explicaciones a su sociedad. Es decir, no las dio, pero habló en público ante un juez, dando explicaciones, en términos verosímiles, si no reales. Siempre he creído que los acusados nunca deberían haber ido a la cárcel. Por dos razones: porque no se ajustaba a ley, y porque debían dar explicaciones a su sociedad. Si bien, snif, siempre he creído que nunca darían explicaciones a su sociedad, sino que dirían lo que dijo, por ejemplo, Junqueras. Estamos, posiblemente y por tanto, lo más cerca de un político dando explicaciones. Lo que, por lo que vi, no sólo es una buena defensa, sino que pone contra las cuerdas al Estado. La desmesura policial del 1O, por ejemplo, queda, en efecto, en entredicho cuando se asiste al hecho de que no había mucho/nada. Sólo palabras, sentimentalidad y cálculo electoral. Tres cosas que no son delito, y que parece que desembocaron antes en pequeñas desobediencias que en grandes rebeliones.
LA PERCEPCIÓN. Forn, por otra parte, no ha provocado catarsis alguna en el procecismo. Es percibido, en su declaración, como un patriota. Es más, no difiere mucho de la percepción que recibe Junqueras, que aportó un interrogatorio diferente. En los medios procesistas, así, se equiparan las dos defensas, a las que se les llama políticas. Los medios, diría, están haciendo desaparecer a las comunidades de sentido que alimentan, un Boeing-747. El procesismo podría afirmar que todo fue un engaño –ya lo ha hecho, en efecto– y no pasaría nada. Este juicio, en fin, no servirá para nada para lo que fue diseñado por Rajoy. El procecismo, un problema moral, antes que jurídico –que no el independentismo, si aún existe; el independentismo es un proyecto contra el Estado, mientras que el procesismo es un acceso a la mentira organizada sentimentalmente; no es el único ejemplo esp o europeo–, saldrá reforzado y más sentimentalizado de esta. Esta semana, por ejemplo, ha optado por dos defensas contradictorias y, en otro ámbito, se ha cargado algo que puede no volver a existir en años –un gobierno progresista en el Estado–. Es posible que, en ese trance, haya abierto las puertas a una etapa de derecha sentimental esp. Y ni se ha despeinado. Es libre. Es la única opción que puede hacer lo que quiera. Puede decir en ese juicio lo que quiera, en fin. Salvo, por cultura, los palabros 'tetas' o 'cipote'.
MIENTRAS, PUIGDEMONT. El otro gran éxito del Procés, patente otra semana más, ha sido evitar la constatación de divergencias internas. Descomunales, como siempre. No sólo han unificado informativamente dos defensas opuestas, sino que han evitado la percepción de la ruptura entre Puigde y el grueso de los encarcelados. Puigde ha conseguido, empero, chupar cámara con un acto en el Parlamento Europeo que, finalmente, no se hará. No se hará porque el Parlamento Europeo, sede extraterritorial, es decir, sensible de ser topos de asilo, teme que Puigde, si entra, se quede. Lo que sería a) un marrón europeo, y b) una manera de contrarrestar el foco sobre Junqueras que supone el juicio.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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