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Flexibilizar, agilizar o facilitar la contratación. Los argumentos para aprobar la reforma laboral de 2012 –cuando en España había una tasa de paro del 26%– han terminado por acabar con la estabilidad y la protección en el mercado de trabajo nacional, incluso en los contratos de larga duración e indefinidos. Así lo asegura un reciente informe de Comisiones Obreras basado en datos del INE y del Ministerio de Trabajo. Según el documento del sindicato, de los 2,3 millones de contratos indefinidos que se firmaron en España en 2018, solo 1,4 millones se mantenían activos a final de año.
Es decir, el 40% del total de la contratación de tipo indefinido que tuvo lugar durante el año pasado duró, como mucho, doce meses. Este ratio de estabilidad es sustancialmente inferior al de los años anteriores a la crisis, cuando todavía no se habían aprobado las reformas laborales de 2010 y 2012. En 2007, la tasa de supervivencia anual de este tipo de contratos llegaba al 86%. Un año después, justo en el estallido de la crisis, solo el 16% de las personas con un contrato indefinido no consiguió acabar el año en su puesto de trabajo.
La estabilidad de la contratación es todavía menor si se repasan los contratos indefinidos que consiguen superar los dos años de antigüedad. En este caso, solo la mitad sobreviven más de 24 meses.
Los efectos de las reformas sobre la calidad del trabajo y su estabilidad también son evidentes si analiza el balance de este tipo de modalidad de contratación desde su aprobación hasta la actualidad. Apenas uno de cada tres contratos indefinidos firmados durante este periodo, en el que se ha conseguido reducir la tasa del paro cerca de diez puntos, duraron como mucho un año.
Según CCOO, estas cifras están consiguiendo separar cada vez más la fórmula del contrato indefinido del concepto de puesto de trabajo. De esta forma, durante 2018 fueron necesario 1,6 contratos indefinidos para asentar un empleo estable, mientras que en 2012 la relación apenas llegaba al 1,2.
Por regiones, el sindicato advierte que existe una marcada preponderancia a que los contratos indefinidos no se conviertan en empleo estable en las Comunidades de Madrid y Cataluña. Precisamente, en zonas más dinámicas y con más volumen en términos laborales. En ambos casos, apenas la mitad de los contratos indefinidos firmados en 2018 sobrevivieron al finalizar el año, en contraposición a otros lugares como Navarra y Castilla y León, donde al menos lo hizo el 80%.
La pérdida de estabilidad laboral en las contrataciones indefinidas se unen a la situación que atraviesa el trabajo temporal en el país, que ha experimentado un importante crecimiento en los últimos años como principal modelo de recuperación de los indicadores económicos. Lo ha hecho, eso sí, a consta de una reducción acelerada de la calidad en el empleo. Hoy, un tercio de los contratos temporales dura menos de 15 días, y más del 20% de las personas con este tipo de empleos lo hace de forma no deseada.
El altísimo volumen de rotación del mercado laboral español y la desaparición del empleo estable y de calidad también se constata con el número de contratos que son necesarios para sumar un nuevo ocupado a las estadísticas de afiliación. En 2018, cada nueva puesto creado precisó, nada más y nada menos, que de 43 contratos. Es decir, el empleo creció en 513.000 personas durante el año pasado, pero se firmaron 23,3 millones de contratos en el país.