Del Dream Team al día que Kahn lloró en Barcelona
Como si el fútbol no fuera otra cosa que un sueño dirigido nació el fútbol más vanguardista del mundo bajo la tutela de un tipo modernísimo y adelantado a su época, era Johan Cruyff
Javier Divisa 7/05/2019
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
En los noventa los aviones norteamericanos sobrevolaron Irak durante la Guerra del Golfo, tuvo lugar el Genocidio de Ruanda, murió Diana de Gales, fue clonada la oveja Dolly, Monica Lewinsky y Bill Clinton practicaron porno amateur, Michel le hacía a Valderrama revisiones de cáncer testicular en el Bernabéu y Zidane todavía no era calvo. Los futbolistas dejaron de llevar bigote, melenas inverosímiles, pelos en las piernas, peinados abertzales y presidiarios del Penal del Puerto de Santa María, cadenas de oro con rocambolescos cristos, y empezaron a sustituir las discotecas y las barras americanas por las pasarelas de moda y los chiringuitos modernos de playa con efigies de Buda y Ganesha. Aunque todavía no estaba todo perdido, los dorsales eran del uno al once, a los extremos se les llamaba falsos laterales y El Día Después (Canal Plus) nos descubrió lo nunca visto, qué había dentro de las tripas de un estadio, incluso del corazón de los jugadores en el terreno de juego. Árbitro, tarjeta y expulsión, el cuatro. Cállese.
Como si el fútbol no fuera otra cosa que un sueño dirigido nació el fútbol más vanguardista del mundo bajo la tutela de un tipo modernísimo y adelantado a su época, era Johan Cruyff, era el Dream Team, y como en todo ciclo vital una supervivencia supone un deceso, murió la Quinta del Buitre, y Djukic (fue uno de los momentos más intensos de la época genialmente resumido por Arsenio Iglesias: mucho que decir y poco que contar) también agonizó simbólicamente al tiempo de aquel penalti de la liga del 94 que ganó el Barcelona cuando ya no estaba ni siquiera jugando. También perdió la Copa de Europa del 94 frente al Milán por 4-0 que supuso toda una iconografía mortuoria de un equipazo que había sido glorioso y que tuvo como punto álgido y efervescente el gol de Koeman en el 92 en Wembley.
El fútbol era una sucesión de defunciones figurativas, y cada grupo posterior era si cabe más insuperable. Luego estaba Andrés Escobar, que se murió (lo asesinaron) de verdad, poco después de meter un auto-gol en un Colombia-Estados Unidos. Sin metáforas, solo una: a plomo por plata.
En el 94 un tal Raúl González Blanco tenía 17 años y ya empezaba a correr por los estadios de Primera con una elegancia dudosa y una eficacia más que razonable y en 1998 levantaba la Champions League tras el gol de esa especie de mafioso de Montenegro que parecía Mijatovic. Ocurría otro suceso sobrenatural, extraordinario y fatuo en los 90: los jugadores salían repeinados con gomina y perfumados con Prada o el último perfume carísimo del mercado y simulaban corazones y tripas embarazadas con las manos para celebrar los goles. El fútbol de Arteche y Camacho se iba a la mierda, y el Atlético de Madrid de Jesús Gil también, aunque todavía tuvo tiempo de ganar un magnífico doblete de Liga y Copa en el 96, con un tal Kiko, un tal Caminero, un tal Pantic, y, cómo no, un tal Diego Pablo Simeone que llevaría grabado a fuego ese escudo de por vida.
Y si la única ventaja de jugar con fuego es aprender a no quemarse, el Deportivo de la Coruña y el Real Zaragoza jugaron con el fuego de los poderosos y salieron a menudo airosos de la experiencia, como si la valentía fuera una derivación de una vida que antes no había sido tan maravillosa, y todo el país simpatizó en el Depor y el Zaragoza. Una Recopa de Europa, varias Copas del Rey, una Liga del Deportivo que llegaría ya en el albor del siglo XXI pero que cultivó el XX y un 6-3 del Zaragoza al Barcelona que devolvía por triplicado el precio de la entrada en La Romareda. Aunque sabida la inconsistencia de la hegemonía del humilde, sobraba grandeza y faltaba poder, y bien entrado el nuevo milenio ambos equipos se fueron al purgatorio, en concreto a la expiación de la Segunda División.
Pero si hubo una escena (en lo referente a clubes) gloriosa y venerable fue la acontecida en Barcelona, una de las últimas palpitaciones del siglo, el 26 de mayo de 1999, Final de Liga de Campeones, con el Bayern de Munich en shock tras el empate del Manchester en el 91 y la victoria en el 93, Oliver Kahn, Kuffour y Janker desolados sobre la hierba, levantados por Pierluigi Collina, como si igual diera ganar que hacer gloriosa la derrota y la fuerza del fútbol fuera la resistencia del destino y su maniobra con las marionetas.
En los noventa los aviones norteamericanos sobrevolaron Irak durante la Guerra del Golfo, tuvo lugar el Genocidio de Ruanda, murió Diana de Gales, fue clonada la oveja Dolly, Monica Lewinsky y Bill Clinton practicaron porno amateur, Michel le hacía a Valderrama revisiones de cáncer testicular en el Bernabéu y...
Autor >
Javier Divisa
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí