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Manuela Carmena.
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1. No ganamos en 2015 gracias, en exclusiva, a una confluencia, a una gran candidata, a una fuerza social enorme, a una crisis de régimen. Ganamos en 2015 por una ausencia. La ausencia de una parte del electorado de la derecha en nuestra ciudad. Esta buena noticia, no fuimos capaces de leerla. No la vimos. O la vimos más como el éxito de nuestra propia potencia que, quizás, se convirtió en una falsa sensación de omnipotencia.
Quizás, no lo sé, de haberla visto, habríamos trabajado a partir del problema común de que el magnífico resultado de 2015 podía no ser suficiente. Ayer se demostró que así era. Que nuestra mejor cara era, también, la peor cara de los adversarios. Y que los adversarios, como cualquiera con dos dedos de frente, aprenden. A veces, no aprenden directamente las viejas estructuras políticas, quizás la forma más estúpida de la inteligencia colectiva, sino quienes las sostienen.
2.- El 26-M, el bloque de la derecha incorporó en torno a 60.000 votantes no previstos en 2015 y venció a pesar de que la caída en voto del bloque progresista fue pequeña. Algo más acusada en el PSOE, que se deja 26.000 votos (por los 16.000 de Más Madrid). Pero que deja al bloque necesitado de 100.000 votos progresistas. Aún con las cifras de 2015 harían falta 60.000/70.000 votos para evitar una derrota. Es decir, no se trataba de mantener lo conquistado, sino de ampliarlo. Ese trabajo de ampliación, que no se ha dado, esa ausencia, es lo que debería preocuparnos. Lo demás son construcciones fruto de la angustia, la neurosis o la culpa.
3.- La ampliación, el crecimiento, dependía y depende de un territorio que podríamos denominar el sudeste de la ciudad y que transcurre fundamentalmente al sur del río Manzanares. Ese territorio es el espacio de vida de la mitad de la ciudad dual y explica la forma de la hegemonía de la derecha en Madrid. Es un territorio fundado sobre la desigualdad y que existe como lugar de amenaza para las clases medias madrileñas. Pero también es un territorio atrapado a su espalda por máquinas de producción de políticas públicas propias. Getafe, Leganés, Móstoles, Fuenlabrada, Alcorcón… Todos municipios de una población similar a los distritos de ese territorio no visto y desprovisto por tanto de maquinaria institucional propia. Los distritos del sureste madrileño, las Vallecas, Villaverde, Usera, Carabanchel, Vicálvaro... Esos municipios del llamado cinturón rojo de Madrid, rearmado de socialismo y candidaturas de cambio (Izquierda Unida, Podemos, Más Madrid, procesos ciudadanos anómalos, etc.) no penetra en la ciudad porque no hay instituciones propias de un territorio con reglas propias: el sureste.
4.- En los territorios inexplorados de los mapas en la Edad Media se escribía “Hic Sunt Dracones”, (aquí hay Dragones) para hablar de las zonas no conquistadas por la civilización que se mantenían inexploradas. En esta zona de la ciudad, las coordenadas de los mapas civilizatorios (los mapas del régimen del 78) no han funcionado demasiado bien nunca porque en el sur hay dragones. Criaturas mitológicas que se mueven a su propio ritmo, que sufren sus propios dolores y hablan sus propios idiomas. Idiomas no homologables a los de las pantallas de televisión de la clase media precarizada y que tampoco son representados en los términos que imaginamos. En definitiva, que aunque avanzamos en dotar a esos territorios de políticas públicas dignas y reequilibrar con el resto de la ciudad, no es suficiente. Y no constituye en sí mismo un horizonte de vida digna, una imaginación común y un sentido compartido de lo que el sur-este significa para la ciudad.
Las tres derechas han operado con una doble estrategia. Al norte de la ciudad se han movilizado para recordar sistemáticamente que se estaba “haciendo sur” (usando la inseguridad como elemento fundamental de cohesión); al sur de la ciudad han operado diciendo “son todos iguales” y “aquí no se está haciendo nada”, no para ganar votos, para producir pasiones tristes.
El ejemplo perfecto de cómo esta lógica no obedece a la lucha por los derechos y la mejora de las condiciones de vida en el sureste son las casas de apuestas, que no han aparecido en el discurso público reaccionario. No. Se trataba de mantener lo menos fuertes posibles a los dragones del sureste, proteger su ciudad de la ciudad por debajo del río.
5.- El problema diría que es doble en lo que a la interpretación del sureste se refiere.
Por un lado haber dado el sureste por hecho. Tengo mil datos que explican que hemos trabajado por estos barrios y distritos, claro, por eso se sigue manteniendo esa base de voto, datos de inversión, de políticas públicas, de colegios arreglados, de campos de fútbol mejorados, de alternativas de vivienda, escuelas infantiles, etc. Todo eso es cierto. El problema es que no es suficiente y, sobre todo, es inútil pensar que se ha compuesto una relación de confianza entre representantes y representados. No hemos sido capaces de construir ese lazo político. A mí me ha costado no pocas horas de angustia y, por supuesto, no lo he resuelto.
Creo que se debe a esa suerte de omnipotencia política que vendría a decir “el sudeste nos necesita y por tanto nos votará”. Lo cierto es que era más bien al contrario. Madrid necesita al sureste y cualquier gobierno de cambio, más. Si Vox no tiene más poder en Madrid es gracias al sureste de la ciudad y las políticas públicas que hemos puesto en marcha en el conjunto de la ciudad le deben mucho al sureste.
En segundo lugar, por una interpretación también errónea de las posibilidades reales de crecimiento de la candidatura. Si es cierto que hemos perdido algo de representación en el sur, no hemos logrado apenas unos cientos de votos arriba/abajo en el norte. La ciudad al norte de la M-30, que conozco bien, pues también he sido concejal de Fuencarral-El Pardo, ha seguido siendo un feudo de la derecha por motivos que tienen poco o nada que ver con la gestión municipal. Ese “poner en marcha la ciudad” que tan bien ejemplifica la operación Chamartín no servía para producir un afecto político, ni un cambio en las relaciones de representación profunda de esos territorios. Claro que hay que gobernar para todos, digo más, es inevitable. La institución está diseñada para ello. Pero en Madrid también está diseñada para reproducir desigualdad.
Creo que esto tiene poco que ver con llevar la candidatura “hacia la izquierda”. Al menos no en el sentido de las identidades políticas. Igual que no se podía dar el sureste por hecho, tampoco lo podíamos dar resuelto a través de una imagen del pasado y sus identidades que por supuesto que operan, pero mucho más minorizadas. Se es más de Villaverde o de Usera que de izquierdas, aunque también se sea de izquierdas. Si le unimos las cuestiones de identidad mestiza o las diferencias generacionales, veremos que la izquierda es una parte pequeña de la identidad política y de los anhelos de estas zonas. Donde la percepción mayoritaria tiene que ver con ser ciudadanos de segunda.
El problema es que el sureste necesita más cosas, y otras cosas. Cosas que es posible que estén fuera del alcance de un ayuntamiento, pero que estaban en nuestras incumbencias y desde luego son nuestra responsabilidad en términos de proyectos de cambio político. Cosas que tienen que ver con su conformación como territorio político conjunto (mismo imaginario, mismas vidas, mismas potencias, mismas necesidades)
Es sorprendente ver ahora los análisis sobre el sureste a medios de comunicación que no lo han pisado para contarlo jamás, o que han contribuido a difundir una imagen distorsionada de un territorio lleno de potencia y riqueza. Pero eso también forma parte del problema. No hay maldad, lo que hay es la ausencia de reconocimiento político y social de un territorio enorme de la ciudad a todos los niveles. El sureste no es contado más que como problema, como excepción, como alarma para la ciudad de la clase media.
Y el ayuntamiento también necesitaba tiempo, claro que sí, pero las urgencias del sureste no dependen de los tiempos institucionales y el voto no es una identidad, no le pertenece a nadie. El afecto político mucho menos. No se regala, en todo caso se presta
6.- Soy muy consciente de que esto explica sólo en parte lo sucedido. Si así fuera, la situación de Madrid sería una anomalía absoluta y no una de las expresiones de algo más amplio. Es evidente también que hay elementos que tiene que ver más con “lo interno” de los procesos, que son también importantes. Tengo la sensación de que todos los asuntos internos, en su importancia, son hoy una una enorme masa de conocimiento muerto, dolores personales, incapacidades propias y ajenas que, si bien es importante, dicen poco del futuro. Sirva como autocrítica en ese sentido personal, que alguien como yo, que escribe casi compulsivamente, apenas ha publicado nada en estos 4 años. Reconozco también que no creo que ni uno sólo de los textos escritos y jamás publicados (son muchos) habría modificado en nada la situación, pero igual habría contribuido a entenderla mejor. Disculpas por eso.
Creo, con toda honestidad, que la forma de resolver el nudo político del presente no pasa por la unidad, sino por la cooperación. La confluencia, esa cosa que no ha sido, no era tampoco la unidad, era un método para poner a cooperar singularidades e identidades distintas. Ni necesitamos unidad, ni necesitamos navajeo. Más bien encontrar las potencias particulares de cada quién, sabiendo que somos necesarios/as, pero no suficientes y apostar a esa singularidad para hacerla fuerte. Lo demás es perder el tiempo, y hay quien no se lo puede permitir.
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Guillermo Zapata ha sido concejal de Fuencarral-El Pardo y Villaverde.
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Guillermo Zapata
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