TRIBUNA
Reformen el artículo 99
En algunas elecciones no cabe el NO, sino que se presentan candidaturas alternativas y gana la que tiene más votos. Vale para elegir (por ejemplo) la Mesa del Congreso, ¿por qué no el presidente del Gobierno?
Óscar López 23/06/2019
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Una década después de la mayor crisis que ha conocido occidente, España parece haber consolidado un bipartidismo 2.0 o corregido, si se prefiere: ni Podemos dio el sorpasso al PSOE en 2016 ni Ciudadanos se lo ha dado al PP en 2019.
Otros países, como Francia o Grecia, están hoy gobernados por nuevas formaciones que no existían en la Europa de posguerra, donde la socialdemocracia y la democracia cristiana gobernaron durante medio siglo.
Finalmente, España no ha sido Grecia (para disgusto de Podemos), ni Francia (para disgusto de Ciudadanos), pero lo cierto es que los 135 escaños que tuvo el PP en 2016 o los 123 que tiene hoy el PSOE son las mayorías del siglo XXI. Olvidémonos pues (de momento) de las viejas mayorías que arrancaban en 160 y llegaban a los 200 escaños en la década de los ochenta del siglo pasado.
Esto debería hacer cambiar normas y comportamientos, o al menos una de las dos cosas.
Hablando de comportamientos, Ciudadanos está desperdiciando su gran oportunidad histórica. Un partido supuestamente nacido para frenar el independentismo y evitar que el nacionalismo condicionara la gobernabilidad de España (al menos ese ha sido su discurso en la última década) es incapaz de abstenerse para permitir que haya gobierno y prefiere establecer alianzas con un partido ultra como Vox, quedarse al margen cuando ganó las elecciones autonómicas en Cataluña, o permitir que gobiernen los independentistas en Barcelona, lo que le ha llevado a la ruptura con Valls.
Imaginen si es sencillo: “Estamos lejos del PSOE y seremos contundentes en la oposición, pero nos abstendremos para que España tenga gobierno y su gobernabilidad no se vea comprometida por la agenda independentista”. ¿Cuánta gente habría aplaudido ese discurso? ¿Qué espacios se le abrirían a Ciudadanos con esa actitud? La verdad es que es incomprensible la miopía política de un partido que parece no ser consciente de que está sembrando hoy lo que va a recoger en el futuro y que ésta no es una decisión más, sino que es de las que marcan un camino.
El Partido Socialista sufrió una crisis brutal que acabó con la dimisión de su líder y la constitución de una gestora antes de abstenerse para que gobernara el PP. Nada que ver con la situación actual: el PP vivía asediado por el caso Gürtel, como luego demostraron la sentencia y la moción de censura; el PSOE siempre ha sido la alternativa al PP y venía, precisamente, de sufrir un desgaste provocado por la última etapa de gobierno y la acusación permanente de ser igual que el PP, según el discurso surgido en el 15M.
Dicho de otra forma, lo natural era que el PSOE votara en contra de la investidura de Rajoy, y lo natural sería que Ciudadanos se abstuviera en la investidura de Sánchez. Pero, una vez más, la historia está cargada de paradojas: el PSOE se abstuvo, con un fuerte desgarro interno, y Ciudadanos anuncia su voto en contra al gobierno del PSOE en 2019.
Lo cierto es que parece que todavía no tenemos la cultura necesaria para administrar esta situación. Más bien al contrario, si algún partido anuncia su abstención, eso es utilizado por sus rivales para interpretarlo como un apoyo al gobierno y, lamentablemente, vivimos un momento en que parece más importante desgastar al rival por llegar a acuerdos con otros, que alabar la altura de quien, pensando diferente, es capaz de favorecer la gobernabilidad sin que eso suponga renunciar ni un segundo a hacer oposición.
El único cordón sanitario que ha puesto Europa ha sido el que se pone a quienes nos proponen volver a los peores tiempos de Europa. Pero excepción hecha a los partidos ultras, las democracias europeas están acostumbradas a acuerdos entre socialdemócratas, democristianos, liberales, comunistas o verdes. Esto es lo que parece no haber entendido (grave error) un partido como Ciudadanos.
Mientras vamos cambiando actitudes y aprendemos a convivir en el nuevo ecosistema político, podríamos ir planteando algunas reformas, sabiendo que no son viables ya para este momento pero que cuanto antes las abordemos, antes serán aplicables. Salvo que queramos un futuro cargado de bloqueos y de repeticiones electorales en bucle.
La forma de elección del presidente del Gobierno está recogida en el artículo 99 de nuestra Constitución, y dice así:
Artículo 99
- Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.
- El candidato propuesto conforme a lo previsto en el apartado anterior expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara.
- Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey le nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta a nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviere la mayoría simple.
- Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgase la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores.
- Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso.
Nadie había reparado en ello hasta 2016, pero entonces aprendimos los plazos y procedimientos y descubrimos que había un gran vacío en el caso de que un candidato declinara la propuesta del Rey, como hizo Rajoy.
Lo cierto es que este sistema, perfectamente válido en la España bipartidista y la de finales del siglo XX, es paralizante y fomenta el bloqueo en la España del siglo XXI.
Hoy es más difícil sortear una investidura que gobernar cuatro años y aprobar leyes en toda la legislatura. Es mucho más fácil y tiene menos coste votar NO al candidato de otro partido que tener que hacer enmiendas a una ley o rechazarla cuando tiene un gran respaldo social o se han transaccionado propuestas.
Deberíamos encontrar un modelo que no consista sólo en sumar síes y noes, sino que valore también si existe una alternativa al gobierno propuesto. Dicho de otra forma, con el modelo actual se da la circunstancia en que un partido (o varios juntos) no pueda superar el listón de los 176 noes aunque no haya ningún otro (u otros) con capacidad de sumar más que él.
Podemos encontrar un modelo. En algunas elecciones no cabe el NO, sino que se presentan candidaturas alternativas y gana la que tiene más votos. Vale para elegir (por ejemplo) la Mesa del Congreso, ¿por qué no el presidente del Gobierno?
Sea esa u otro, debemos imaginar una reforma útil para nuestra democracia del artículo 99 de la Constitución. No es razonable que tengamos un modelo donde no se evalúe si existe alguna alternativa de gobierno antes de decretar la repetición de elecciones. No es operativo, prima e incentiva a quienes han perdido las elecciones y no contribuye en nada a la gobernabilidad ni a la estabilidad de nuestro país.
La Constitución Española estableció un modelo constructivo para la moción de censura, pero un modelo destructivo para la investidura en un ecosistema pluripartidista.
Cambiémoslo, seguramente eso también ayudará a cambiar los comportamientos políticos, cuando todos descubramos que renta más sumar acuerdos que establecer alianzas negativas, muchas de ellas incomprensibles e inexplicables.
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Óscar López es presidente-CEO de Paradores y ex secretario de organización del PSOE.
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