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“Antes que ustedes primero fue el PCE y luego IU. Siempre ha habido una fuerza a la izquierda del PSOE”.  

Con estas palabras, Pedro Sánchez despachaba con cierta displicencia una brava y dura réplica de Iglesias. Quizás, la mejor que haya hecho en los últimos años pero, a fin de cuentas, una más para el museo de grandes intervenciones parlamentarias dirigidas a cantarle las verdades del barquero a un líder del PSOE.

Las intervenciones de Iglesias, y las de sus compañeros de grupo parlamentario, estuvieron a la altura de sus capacidades. Repletas de razones, de verdades, de críticas fundadas y fundamentadas, de hemeroteca y de brillantez. Las respuestas de Sánchez bajaron el nivel de su primer discurso, haciendo evidente que su frescura y su habilidad discursiva merman cuando tiene que improvisar una intervención que no trae cocinada de casa. 

Cualquier votante de UP e, incluso, de otros partidos, reconocerá que el duelo dialéctico de esta primera sesión de investidura cayó del lado morado. Y, sin embargo, estas victorias de tribuna de oradores dejan un sabor amargo. Quizás, porque no son las primeras, y porque sus predecesoras no sirvieron para mucho más que apuntarse el tanto. Anguita frente a González, Llamazares o Cayo Lara frente a Zapatero, Teresa Rodríguez frente a Susana Díaz. Podemos hacer una gran recopilación de debates en los que la-izquierda-a-la-izquierda-del-PSOE se ha impuesto en lo dialéctico y en lo ético pero ¿qué hay de lo político? 

Sánchez sabía lo que decía/hacía cuando confinó a UP en el mismo segmento en el que antes residieron el PCE e IU. Lo que parece una simple salida fácil a la emboscada de Iglesias esconde una manera de poner un límite, un techo, a las posibilidades electorales de su competidor por la izquierda. “Da igual lo que digáis, chicos, que tengáis razón, que me escupáis la verdad a la cara, que estéis en todo vuestro derecho de exigirme los ministerios que no os pienso dar. Somos el PSOE y vosotros el-partido-a-nuestra-izquierda que hasta se define por el espacio que os dejamos para existir”.

Y la realidad es que, aunque solo sea en esto, Sánchez tiene razón. 40 años de PCE, IU y ahora Podemos no han logrado el sorpasso soñado. 40 años manteniendo la misma relación con el PSOE, diciéndole las mismas verdades, intentando desenmascararlo pero, al mismo tiempo, necesitándolo para gobernar e, incluso, para definirse. “Es extraño que insistan en ser el perro policía dentro del Consejo de Ministros, que quieran pactar con un partido del que no se fían”, exponía Sánchez.

Mientras, en las redes, votantes, simpatizantes y miembros de UP criticaban abiertamente el discurso y las formas de Sánchez. Curiosamente, las personas que dicen conocer la cara oculta del PSOE son las que más se indignan cuando la muestra. Como si se sorprendieran. El entorno UP parece vivir en un conflicto entre deseo, expectativas y realidad, tres dimensiones que no acaban de desentrelazar.

Una cosa es desear entrar en el futuro gobierno y hacerlo al frente de carteras ministeriales con chicha. Otra, muy diferente, es tener expectativas de que el PSOE quiera ceder a esas pretensiones. Por último, hay que saber ver cuál es la realidad a la que te enfrentas.

Hacienda, Medio Ambiente e Igualdad van a ser la “joya de la corona” de la próxima legislatura. Hacienda porque es la vía para tocar la política fiscal que, toda vez que la monetaria ya reside en Bruselas, es la herramienta más poderosa para financiar políticas públicas. Medio Ambiente e Igualdad porque son los únicos ejes capaces de movilizar, hoy por hoy y de manera transversal, a una gran parte de la población. Un escalón más abajo están Vivienda y Trabajo pero, en este caso, creo que el celo del PSOE para conservarlas tiene más que ver con los intereses que entrañan que con el rédito electoral que se les pueda sacar. Intervenir el mercado de vivienda o reformar el laboral choca, de frente, con los poderes económicos. Dejarlas en manos de UP es un factor de riesgo que Sánchez no está dispuesto a enfrentar.

Los “poderes oscuros”, llámense IBEX, llámense las “cloacas”, existen. Pero no pueden ser la excusa para justificar que, tras 40 años llevando razón, la-izquierda-a-la-izquierda-del-PSOE no llegue a tocar poder. Recurrir siempre a esa coartada es una manera de matar la política, de rendirse sin presentar batalla. ¿Para qué luchar, para qué pensar, para qué moverse, si es imposible vencer a las fuerzas del mal?. La consecuencia, detrás de esta primera consecuencia, es caer en el inmovilismo y la autocomplacencia. Dar por bueno el espacio que el PSOE te regala, aspirar a gobernar con ellos y esperar al siguiente cataclismo económico o al siguiente 15M para que la máscara caiga finalmente y poder hacernos con su espacio.

Cuarenta años haciendo lo mismo difícilmente va a producir resultados diferentes. Probar algo nuevo requiere tener muy claras las tres dimensiones mencionadas.

Puedes desear cambiar la realidad: mejorar los servicios públicos, avanzar en igualdad, aumentar el peso de las energías renovables, garantizar el derecho a la vivienda… pero debes calibrar esos deseos con las fuerzas con las que cuentas y no generar expectativas desorbitadas, ni en tu partido ni en tus votantes. Esto implica valorar potenciales riesgos y logros de tu estrategia negociadora. Estimar si se pueden realizar mejor dentro o fuera del gobierno. Si es dentro, qué carteras son necesarias. Si no consigues esas carteras, si conviene forzar nuevas elecciones o si es más conveniente redirigir la negociación a un pacto de investidura programático. En caso de ir a nuevas elecciones, en qué posición te encuentras y cuáles son los principales riesgos. ¿Tienes expectativas de mejorar tu posición? ¿Tienes expectativas de cumplir mejor tus deseos? En caso de acuerdo programático ¿qué materias?, ¿de qué forma?, ¿cómo actuar si se incumple? 

Valorados correctamente todos estos escenarios, ya se puede gestionar mejor la realidad. Y ya, de paso, si quieres cambiar la manera de hacer las cosas y dejar atrás 40 años de victorias dialécticas y derrotas electorales, probemos por reemplazar palabras por hechos.

Durante la legislatura pasada, unas 70 proposiciones de ley quedaron paralizadas por PP y Cs en la Mesa del Congreso. Muchas de ellas eran del PSOE y, como funciona el PSOE cuando está en la oposición, tenían un contenido netamente progresista. Selecciona 10 de esas proposiciones de ley y plántalas en la mesa de negociación. Antes que hablar de nombres y de carteras, presenta leyes. Hechas. Listas para aprobar. Si las acepta y aprueba, deseo cumplido. Si no las acepta, es más fácil que la máscara caiga porque sea el propio PSOE el que se la quite.

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Francisco Jurado es jurista, doctor en Ciencia Política y consultor en políticas públicas.