El mentidero
Una investidura bajo escucha
No hay más bandos que la gente y el sistema, y este segundo es quien siempre sale beneficiado. La política española a través de ‘The Wire’
@Cervantes FAQs 27/07/2019
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“Todas las piezas importan”.
Lester Freamon
The Wire es pura historia de la televisión: una serie sobre los bajos fondos de Baltimore, en las calles de la zona oeste dominadas por los narcotraficantes, en la comisaría de policía que les sigue la pista, en la carrera por conseguir la alcaldía de la ciudad, en el sindicato de los estibadores del puerto, en el instituto de educación media, y en la redacción del periódico The Baltimore Sun. Todos estos lugares representan el sistema, y el sistema es cruel y te devora para que te rindas a sus pies. A no ser que tengas una buena jugada de jaque.
El creador de la serie, David Simon, en lugar de ser engullido por el sistema televisivo, supo mover bien sus piezas. Ya es célebre su frase: “Que se joda el espectador medio”. Pero resulta mucho más importante la respuesta que dio cuando le preguntaron cuál sería el mejor cumplido que le podrían hacer por The Wire: “No mentiste. No engañaste”.
Hace unos días, el periodista Jesús Cintora contaba en un artículo que, en plenas negociaciones con el PSOE de cara al debate de investidura, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, cambió su foto de perfil de la red de mensajería Telegram por la de uno de los personajes de The Wire, el detective Lester Freamon, caracterizado por su paciencia, su honestidad, su minuciosidad y su experiencia. Freamon está de vuelta de todo y los años en el cuerpo le han hecho más perspicaz, tranquilo y perseverante que al resto de sus colegas, que a diferencia de él lo quieren todo ya.
Lester es quien, durante la primera temporada y muy poco a poco, perfecciona un intrincado sistema de escuchas que tras mucho trabajo logrará acabar con la organización criminal liderada por M.R. Perdón, por el traficante de drogas Avon Barksdale. Lester es quien nunca se rinde y quien, al final de la serie, se termina sacrificando por el grupo en aras de un bien común. El aguante de este personaje puede encontrar una semejanza en la posición que Unidas Podemos ha tenido durante estas semanas de negociación con un Partido Español al que de Socialista y Obrero ya poco le queda, y quizá por eso Iglesias eligió su imagen como foto de su perfil. Pero la pregunta es: ¿ha servido de algo comportarse como Freamon? Tras el fracaso de dos investiduras seguidas, a la vista está que no. Entonces puede que la pregunta sea otra: ¿deberían Iglesias y los suyos fijarse en otros personajes de la serie?
“Voy a resolver este caso, como se debe hacer”.
Jimmy McNulty
Aunque The Wire es una serie coral, el detective Jimmy McNulty es el protagonista presente en todas las historias. Y, si nos fijamos bien, es el más parecido a todas nosotras, a la gente. McNulty quiere cazar a los delincuentes, ya sea a los clásicos de la banda de Barksdale, que van cayendo uno a uno entre rejas; al lugarteniente Stringer Bell (al que toma hasta un cierto cariño) que basa todos sus movimientos en el funcionamiento de los mercados y que presume de leer a teóricos neoliberales como Adam Smith; y por supuesto al tenebroso Marlo Stanfield, tan cruel y ambicioso como su populismo de extrema derecha capitalista, con el que no duda ni en sobornar a niños pequeños regalándoles los oídos y las manos con billetes de 50 dólares.
McNulty se queja de que el sistema, en su caso la jerarquía policial, no le permita actuar como a él le gustaría. Su frustración le lleva a veces a “pasar de todo”, como cuando se relega a sí mismo a patrullero raso y se vuelve más formal. Pero entonces llega su compañero Bunk y le dice que no se cree nada. En concreto le llama “trucha de lago sin trucha ni lago” o, en otras palabras, “alguien disfrazado de algo que no es”. Porque sabe que, en el fondo, McNulty quiere ayudar a cambiar la realidad en lugar de dejarla en las manos corruptas e inútiles de sus superiores. Ya lo dijo Platón: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”.
El policía comienza la serie comprometiéndose a resolver el caso “como se debe hacer”, y para ello, entre otras cosas, se esfuerza en conocer a sus enemigos. Con las líneas borrosas, a veces se confunden enemigos con aliados, y otras veces hay quienes están obligados a ser tus enemigos cuando en realidad probablemente quisieran colaborar contigo y no lo hacen porque está en juego su puesto dentro del sistema. Por eso hay que observarlo y analizarlo bien, introducirse en la mente de quienes están dentro. Freamon lo hace mediante su técnica lenta y calmada, pero McNulty decide mover las piezas de otro modo, arrastrando a Lester a un nuevo plan. ¿Son estos detectives las dos caras de una misma moneda? Lo cierto es que ambos acaban despedidos, pero logran hacer historia, igual que David Simon.
“¿La gente? ¡Les importa una mierda la gente!”
Bodie
El propio Simon explica muy bien esta frase que pronuncia el pandillero Bodie al inicio de la tercera temporada: “En vez de dioses del Olimpo que lanzan rayos ardientes y joden a la gente por diversión, ahora tenemos instituciones posmodernas. El Departamento de Policía es un dios, el tráfico de drogas es un dios, el sistema escolar es un dios, el Ayuntamiento es un dios, las elecciones son un dios. El capitalismo es un dios supremo en The Wire. El capitalismo es Zeus”. Al capitalismo le importa una mierda la gente, solo busca el beneficio de quienes están en la cúspide, y en cuanto alguien tuerce mínimamente el gesto ante ello, aparece el sistema para devorarlo.
Bodie es un chaval que ejerce el menudeo en una esquina porque es lo que siempre ha visto y ha vivido, pero eso no quiere decir que sea tonto. Claro que el sistema le ha empujado al tráfico de drogas y a creer que algún día terminará conduciendo un Cadillac Escalade y vistiendo cadenas de oro. Pero, al final, y como sucede al empezar la temporada, el pandillero es el primero que entiende que, aunque los de siempre derriben el edificio donde operan los narcos, la polvareda que se levanta va a ser igual de nociva y no va a solucionar los problemas de la gente. Bodie sobrevive a la espera de que las cosas cambien, y sabe que eso no lo harán los de siempre, porque no se fía de quienes llevan cien años en el sistema diciendo que se preocupan por la gente.
A lo mejor es que quienes llevan cien años en el sistema diciendo que se preocupan por la gente y que al mismo tiempo no han hecho nada por evitar los desahucios, la corrupción, la subida de las facturas, el abuso de los alquileres, las privatizaciones en Sanidad y Educación o las cloacas policiales, necesitan un nuevo actor que los observe, los conozca y los reconduzca al punto donde deberían estar. A lo mejor es que esos cien años en el sistema les han hecho ser el sistema. A lo mejor es que el sistema también es aquel que se disfraza de neutral y objetivo. Este jueves, tras la segunda investidura fallida, TVE conectó con su presentadora Ana Blanco, que retransmitía desde las puertas del Congreso. En el audio se colaban los gritos de un grupo de manifestantes, tanto que era difícil escucharla a ella. Su respuesta fue nombrarlos de pasada y entre risas, para luego continuar con su programa, entrevistando a sus expertos en política y dando las declaraciones de políticos tan trascendentales como el ultra-Vox Iván Espinosa de los Monteros. Podía haber hecho periodismo de verdad y colocar un micro delante de la gente que en la calle quería que su voz se oyera. Pero, paradójicamente, los medios de comunicación que llevan décadas asegurando que trabajan para nosotras, en realidad lo hacen para otros. Por lo tanto, Unidas Podemos tendría que buscar como ejemplo al personaje de The Wire que sí escucha a la gente y la anima a alzar la voz, Prez.
“Nadie gana. Un bando pierde más lentamente”.
Roland Pryzbylewski
Algunos pueden pensar que ese podría haber sido el bandido anarquista Omar, muy querido por los fans de la serie. Pero la verdad es que no puede competir con el personaje que se mantiene más interesante y más real durante las cinco temporadas. No porque suela escuchar a Johnny Cash, activista por los derechos de los más débiles, que también, sino por su evolución. Evolucionar y aprender son dos verbos fundamentales si quieres vencer al sistema. Te sirven para negociar y para cambiar pequeñas cosas que pueden ser muy grandes. El detective Pryzbylewski, al que todos llaman Prez por razones obvias, así lo entiende cuando se mete a profesor de la escuela pública tras su paso por una policía de calle para la que no sirve, y por una de investigación para la que sí. Prez desenmaraña una madeja de hilo que el resto da por imposible. Prez no se conforma con que las cosas sean siempre del mismo modo. Pero, sobre todo, Prez comienza la cuarta temporada escuchando a la gente que está en riesgo de caer en el sistema, o que desgraciadamente ya ha caído, los chavales de Baltimore oeste, que se comportan como lo que ven en las calles, cuando en realidad están deseando encontrar otros modelos, unos adultos distintos que les demuestren que su futuro no tiene por qué estar ligado a ese sistema que rinde culto al dinero. Pues bien, Prez es ese adulto que les enseña a salir del sistema.
Lo que hace es educarlos, ya que entiende que educación no significa hacer integrales o aprenderse las capitales. Eso es tan falso como una “trucha de lago sin trucha ni lago”. También es falso que esa escuela se preocupe de las chicas y los chicos que faltan a clase: solo les exige que vayan un día en septiembre y otro en octubre para poder cobrar la subvención. Una práctica tan falsa como prometer a tu socio preferente un Ministerio de Vivienda sin competencias en vivienda. Al final, esos chavales pierden, los menos abocados al absentismo más lentamente que los que más lo están, pero en realidad nadie gana. Así es como Prez se da cuenta de que tiene que hacer algo, lo que nunca se ha hecho. Se curtió junto a Lester Freamon en el arte de las escuchas y ahora su destino es irónicamente parecido: tiene que saber escuchar para arrancar el sistema del interior de unas criaturas que parecen ya perdidas.
Porque no hay más bandos que la gente y el sistema, y este segundo es quien siempre sale beneficiado en detrimento del primero. La gente piensa que todo va a seguir igual, que todos son iguales, que todas buscan lo mismo, porque le importa una mierda las carteras, las competencias, las palabras difíciles escritas en las pizarras y decididas en los despachos. La gente no quiere la política de siempre, está tan harta de ella como de las series procedimentales de polis, médicos y abogados, todas muy entretenidas excepto cuando aparece la terminología complicada en su vocabulario. Hay que actuar, no sentar cátedra. Las intrigas del ajedrez, donde, como diría D’Angelo Barksdale, “el rey sigue siendo el rey”, no son lo que importa: lo son las piezas, hechas de materiales palpables como las escuelas, los hospitales, las viviendas, las infraestructuras, los contratos, la seguridad y la protección contra el odio. Prez demuestra que conoce todas esas piezas y que lucha junto a ellas. Y, sobre todo, y como su mentor Lester Freamon asegura, lo que hace Prez es poner en práctica, de forma efectiva y sencilla, aquello de que “todas las piezas importan”.
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