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El desempleo de larga duración tiene efectos graves sobre la salud mental de las personas, hasta el punto de que puede llegar a convertirse en un factor de riesgo para la recuperación económica de un país. Así lo asegura un reciente estudio de los investigadores Lídia Farré, Francesco Fasani y Hannes Mueller, donde se analiza la incidencia de los trastornos mentales en el contexto de la crisis y en uno de los ámbitos que más sufrió las consecuencias de la recesión, el de la construcción.
De esta forma, los datos recogidos en la investigación revelan cómo, entre 2006 y 2011, por cada 10 puntos que aumentó el desempleo en este sector los problemas de salud mental de los trabajadores que perdían su puesto lo hicieron, paralelamente, en 3 puntos porcentuales.
En total, durante estos años el paro en el sector de la construcción creció un 26%, mientras que los desórdenes mentales de los trabajadores expulsados de este sector se intensificaron un 6%.
Según los autores, este impacto tan negativo de la explosión de la burbuja inmobiliaria en la construcción –un tercio de los 3,8 millones de despidos de aquellos años se concentraron en este ámbito– ofrece un mapa muy completo de hasta qué punto las situaciones relacionadas con el deterioro del mercado laboral pueden convertirse en un asunto de salud pública y generar obstáculos para el despegue de la economía.
El documento, elaborado con datos de la Encuesta Nacional de Salud, señala que, entre 2006 y los meses posteriores al estallido de la crisis, los problemas de salud de los trabajadores de la construcción se concentraron en desórdenes como el estrés crónico, la falta de concentración o la sensación de agobio y tensión.
Además, durante aquellos años, y al mismo tiempo que la construcción perdió cerca del 60% de su fuerza laboral, el paro de larga duración se multiplicó en el sector por 18, cuatro veces más que en el resto de la población. Esto, apuntan los investigadores, también ha demostrado una incidencia muy significativa en la salud mental de los trabajadores.
Las respuestas de la Encuesta Nacional de Salud coinciden, según el estudio, con las distintas fases emocionales que caracterizan este tipo de desempleo y que afectan a la salud mental: pesimismo, luego angustia y por último impotencia.
Los efectos tan destacados del paro sobre el bienestar de los trabajadores se potencian, además, por el propio contexto socioeconómico. Un decrecimiento económico muy acusado y un periodo tan largo de recuperación del mercado de trabajo son factores para que se asienten y agraven los problemas de salud mental y que se alargue el tiempo que se tarda en volver al trabajo.
Una situación que “podría llegar a ralentizar la recuperación económica de un país que dependa mucho de este sector”. Un fenómeno conocido como histéresis y para el que los autores proponen políticas encaminadas a acabar con el desempleo de larga duración y atender a las zonas en las que se concentra más el desempleo y donde los problemas mentales producen más estragos.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el artículo ¿El desempleo daña la salud mental?, de Lídia Farré, Francesco Fasani y Hannes Mueller, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.