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Persona en silla de ruedas.
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Ni igualitario, ni inclusivo. El mercado laboral español aún arrastra numerosas deficiencias y fallas, muchas de ellas relacionadas con la desigualdad que sufren determinados grupos de población por razón de sexo, edad o procedencia. También si se tiene alguna discapacidad, tal y como corroboran los datos publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística. Según los últimos registros, correspondientes al año 2017, este colectivo tuvo un sueldo durante ese ejercicio un 17% inferior al de la población que no tiene ningún tipo discapacidad.
Esto significa, aproximadamente, una diferencia salarial media de 4.000 euros brutos al año. La brecha se mantiene si se usa como referencia el sueldo por horas, que en España asciende para una persona con discapacidad a 12,9 euros brutos frente a los 15,2 euros del resto de la población. Además, y pese al aumento del sueldo que experimentó este colectivo entre 2016 y 2017, cercano al 2%, las personas con discapacidad siguen teniendo una mayor concentración de trabajadores en torno al los bajos salarios.
Los datos del INE señalan además que las desigualdades laborales que sufre este grupo encierran en si mismas otras inequidades, aunque en la mayoría de los casos menos acentuadas que en el resto de la fuerza laboral. Así, una trabajadora con discapacidad tiene un salario casi un 16% inferior que el de su homólogo masculino, mientras que en la población que no tiene discapacidad esta brecha supera el 22%.
También existen diferencias de ingresos muy importantes en función del tipo de discapacidad que tiene cada trabajador. Durante 2017, las personas con discapacidad intelectual y mental recibieron salarios muy inferiores –38% y 17% menos, respectivamente– a la media de ingresos del colectivo. En el extremo contario, la personas con discapacidad sensorial fueron las que percibieron mejores sueldos.
También, y como efecto perverso de algunas políticas públicas encaminadas a mejorar la inclusión y fomentar el empleo, las personas con discapacidad que disfrutaron de alguna de estas medidas fueron a su vez las que menos ingresos tuvieron dentro del colectivo.
Pero el salario no es, ni mucho menos, la única brecha que afrontan las personas con discapacidad en el ámbito laboral, con niveles mucho peores de inserción en prácticamente todos los indicadores: su tasa de actividad –el porcentaje de personas que trabajan o buscan empleo– apenas llega al 35%, 42 puntos menos que la de población que no tiene discapacidad.
En el caso de la tasa de ocupación, la diferencia también es muy acusada: apenas una de cada tres personas con discapacidad está empleada, una proporción que en el caso de las personas que no tienen discapacidad asciende a los dos tercios. En los índices de paro, por su parte, existe una diferencia entre los dos grupos de cerca de 9 puntos, con más de un cuarto de los trabajadores con discapacidad desempleados.
Otras variables analizadas por el INE señalan que las mayores brechas salariales –por encima del 26%– se concentraron, principalmente, en empresas de tamaño medio. Por ámbitos de actividad, la desigualdad de ingresos entre personas con y sin discapacidad se comportó de forma parecida en todos los sectores.