Palabras mayores
FÉLIX ARIJA / Maestro jubilado
“Esperanza Aguirre ha sido la peor ministra de Educación, incluyendo el franquismo”
Aníbal Malvar Madrid , 25/09/2019
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Buscando fotos antiguas entre cajas de cartón, al profesor Félix Arija (Burgos, 1944) se le aparece un cuaderno manufacturado y atado con cintas: “Poemas para Merche”. Lo coloca mimosamente sobre la mesa del salón: “Siempre me ha gustado escribir. Son los poemas que le dedicaba a mi mujer”. En las paredes, fotos de sus nietos y cuadros en blanco y negro firmados con su apellido: “Me gusta también pintar”. También algunas caricaturas de su persona en la escuela, firmadas por sus alumnos. Durante más de cuarenta años, ejerció como director del colegio público de un pueblo de la sierra de Madrid. Hijo de los vencedores de la guerra, sus padres vendieron las tierras burgalesas de heredad y se trasladaron a Madrid a los pocos meses de su nacimiento, para poner una frutería en el barrio madrileño de Carabanchel, entonces afuerino y marginal. “No estaba ni asfaltado. Había bar, ultramarinos, cacharrería y poco más”.
Erais la burguesía del barrio.
No exactamente. Pero en mi casa siempre he comido jamón, porque mi padre, cuando iba a Burgos, mataba dos cerdos. En los pueblos había de todo. Claro, relativamente.
El tópico dice que la de maestro es una profesión vocacional.
En mi caso es cierto. Mi padre quería que fuera aparejador. O arquitecto. A mí no me tiraba.
Profesión de represaliados…
Aún se notaba en el ambiente. El mundo de la enseñanza había sido uno de los más castigados por el franquismo. En la Escuela de Magisterio, quitando a alguno, casi todo el profesorado era afecto al régimen. Por eso estaban ahí. Pintaba más el cura, el padre Roca, el profesor de religión, que cualquier otro. Te obligaba a hacer ejercicios espirituales y no se qué.
¿Eras ya anticlerical?
Y eso que mi padre había hecho la guerra con Franco. Somos de Burgos.
¿Llegó a entrar en combate?
Sí. Estuvo en Somosierra, en Jaén… Pero después quedó muy desencantado. Detestaba el favoritismo que gozaban los que habían ganado. Se convirtió en un hombre más bien contestatario. Eso influyó mucho en mí.
Llegas a la Escuela de Magisterio poco después de las revueltas estudiantiles de 1956.
Aquello había sido terrible. Tanta represión. Aún estaba en el ambiente.
¿Te metiste ya entonces en política?
Digamos que hice el gamberro un poco. Estaba en la FUDE (Federación Universitaria Democrática Española nacida del PCE y del Frente de Liberación Popular). Pero no pasé de pegar algunos carteles.
¿Cómo era la formación que os daban a los futuros maestros?
Un montón de marías: formación del espíritu nacional, religión, música, trabajos manuales…
No me digas que consideras la música como maría. Estás insultando a los filósofos de la Grecia clásica.
Hay que entenderlo. Teníamos una profesora de música maravillosa, pero había un solo piano para todos los alumnos. El curso consistía en aprender una canción al piano. Pero yo no pude tocar el piano más que tres o cuatro veces antes de examinarme. Así era la enseñanza entonces.
La FUDE era muy heterogénea. ¿En qué ideología te inscribías tú?
No tenía ideología. Cuando eras jovencito, te fijabas en aquel que se había marchado, un tal Manuel Hedilla, falangista depurado. Todos a los que había echado Franco. Porque tampoco tenías información de otras ideas y otras personas. Fíjate que en la Escuela de Magisterio estaba terminantemente prohibido leer Los intereses creados. No te lo consentían.
No me digas que hasta os tenían censurado al bueno de don Jacinto Benavente.
Se censuraba todo. Los intereses creados quizá ofendía por su crítica a la burguesía. Vete tú a saber. Hablas ahora de estas cosas y te sientes como un marciano. Se decía entonces en la Escuela de Magisterio: si tienes un amigo cura, cuando vayas a las oposiciones métete debajo de su sotana y todo solucionado. Yo no lo necesité. Aprobé a la primera en 1967, estando en el ejército. Como Franco consideraba que los maestros de entonces teníamos que ser cabos primeros, allí me cogió.
¿En la escuela no había miedo a los infiltrados, a los chivatos? Ya hablamos antes de que no estaban tan lejanos los sucesos de 1956, cuando los conflictos universitarios acaban obligando al régimen a decretar el estado de excepción.
Sí que sabíamos lo que había pasado en el 56. Aquello había sido horrible. Yo era muy joven, y lo que tenías era miedo. Daban cera a saco y le podía tocar a cualquiera. Aunque yo era bastante follonero en lo político. Quizá por influencia de mi padre. Mi padre no tenía ideología clara, pero sí reverenciaba la palabra libertad. La falta de libertad era lo que no soportaba mi padre del franquismo, y eso que había peleado con ellos. En cuanto a lo de los chivatos, sí había, pero los detectabas enseguida.
Háblame más del profesorado.
Imagínate. El franquismo había depurado a todos los maestros que no fueran puro régimen. De hecho, conocí entonces a muchos maestros de cuchara, que así se les llamaba a los que no tenían carrera. Hasta los años 60 no se empieza a profesionalizar otra vez el magisterio.
¿Salíais de la escuela formados para ser maestros?
Ni muchísimo menos. Realmente aprendías después, en las aulas, cuando ya ejercías. Porque tampoco se hacían muchas prácticas.
¿A los 20 años, qué futuro le augurabais al franquismo?
La verdad es que muy poco. Ya entonces daba la impresión de que todo estaba desmoronándose, y mira cuánto tuvimos que esperar. Aunque ya percibías lo que se demostró después: que el régimen no tenía tanto apoyo social, por mucho que Franco lo dejara “atado y bien atado”. Fíjate lo que se comió después tu paisano Manuel Fraga cuando llegó la democracia. Nada. Un colín.
Te pasas toda la vida profesional en el mismo pueblo.
Pasé un par de años en Madrid y luego me destinan a Manzanares.
¿En qué barrio de Madrid diste clases?
En Lucero, lo más marginal de Madrid. Pero la gente, magnífica.
¿Empezaba ya la plaga de la droga?
Sí, allí había mucha droga y mucha prostitución. De los cuarenta alumnos que yo tenía, por lo menos diez o doce eran hijos de prostitutas. Pero no había problemas. A los maestros nos tenían entonces mucho respeto. Quizá, precisamente, al ser gente de muy bajo estrato social, nos trataban con una educación que ni siquiera tenían, esmeradísima. A veces, cuando había conflictos en el barrio, nos escoltaba la guardia civil. Pero yo estaba encantadísimo, porque la labor que hacías la notabas cada día. Los fines de semana nos llevábamos a los chavales a los campos de fútbol del Retiro, que era donde también entrenaban los juveniles del Real Madrid, y allí se jugaban torneos entre colegios. Los chavales allí tenían el aliciente de que por unas horas eran iguales a cualquier otro. Yo sentía que todo aquello tenía gran importancia, y hasta me hice entrenador regional de fútbol. Después, por las noches, un grupo de maestros nos organizábamos para dar clases a los gitanos de la colonia de Pan Bendito. Gratis. Era gente que a lo mejor se pasaba el día haciendo pifias por ahí, pero a nosotros nos trataban con un respeto enorme.
Era la época de los curas rojos. ¿Los maestros rojos también erais perseguidos?
No, porque éramos mayoría. Los maestros del régimen estaban en la recta final. Ya se iban a ir.
Después llegas a un pueblo de la Sierra de Madrid, Manzanares el Real. Supongo que el cambio de atmósfera política es enorme. Es zona de vencedores.
Pues no te creas. En cuanto llegué, a finales de los 60, lo primero que hicimos el cura y yo fue organizar audiciones nocturnas en las aulas. Escuchábamos a Quilapayún, a Víctor Jara, que estaban prohibidos, y hablábamos de política. Aquel cura era hasta más anticlerical que yo. Nos hicimos grandes amigos. Pedro, se llamaba. Nunca tenía un duro. Lo daba todo. Un día que vimos a un mendigo le dio su anorak, con el frío que hacía.
¿Y no se mosqueaba la guardia civil con vuestras noches culturales?
Pues lo mismo. Sabían lo que hacíamos. Pero éramos el cura y el maestro.
¡Las fuerzas vivas!
Claro. A ver quién se metía con nosotros. Un día un sargento nos protestó: ‘Tú preocúpate de lo tuyo y déjanos a los demás’, le contesté. Y nunca volvió a meterse en nada.
¿Estaba masificado el colegio?
Yo tenía tres aulas para 70 alumnos: párvulos, chicas y chicos. La enseñanza primaria estaba totalmente desasistida. El régimen no se gastaba un duro. A secundaria solo pasaban los que tenían dinero. Al resto los ponían a trabajar en el campo, con las cabras, en albañilería o donde fuera, en cuanto acababan primaria con 14 años.
Tú has defendido la necesidad de la enseñanza concertada en alguna época, cuando sirvió para dotar de colegios a zonas donde no llegaba la pública. Todo eso hoy está pervertido.
Totalmente. La concertada nace porque la pública había estado totalmente abandonada. El Estado pagaba a estas cooperativas de maestros con la condición de que hicieran lo mismo que en la pública. Pero la Iglesia se hizo con el melón…
Hoy día, el 68% de la concertada está en manos de los curas, ni más ni menos.
Aquí en Madrid, sobre todo desde que llega Esperanza Aguirre, se lo llevan todo. En otras zonas, no. Por ejemplo, en tu tierra, en Galicia. Allí, como la población está mucho más diseminada, la concertada no da dinero. Pero es que, además, no se desarrolla con el espíritu con que se creó. La concertada también nació para ser gratuita, y ahora cobran lo que les da la gana.
Yo soy muy perverso mentalmente, Félix. Y cuando pienso en la educación de pago, siempre digo que nuestras leyes hablan de que la educación ha de ser gratuita, y que por tanto los padres que pagan están privando a sus hijos del derecho a estudiar gratis.
La educación en la que yo creo es la de Gran Bretaña o Alemania: allí es privada o pública, sin este territorio sin ley de la concertada que hay en España. Depende de la voluntad gubernamental: el 90% de los alumnos alemanes estudian en la pública. Porque es excelente. La cuidan.
Llevas retirado casi tres lustros. ¿Piensas que las condiciones de los maestros en los años 90 eran mejores que ahora?
Sin duda. En la época del ministro socialista José María Maravall, el propio Gobierno nos insta a los directores a apoyar a las asociaciones de padres. Eso ayuda a la democratización de la enseñanza. Los padres son los que permiten al maestro tener un verdadero contacto con la realidad. Sin eso, no eres maestro ni eres nada.
¿Cuál es el peor ministro de Educación, contando los franquistas, que has sufrido?
Esperanza Aguirre, sin duda.
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