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No sé cómo será la vuelta al cole en otros oficios, pero en este del arte es divertidísima. Cada septiembre, las galerías de Madrid arrancan el curso poniéndose de acuerdo para inaugurar a la vez. Si ustedes no son del gremio, quizás se imaginen una velada llena de gente con boina y gafas redondas, fumando cigarrillos con boquilla (esas varillas largas, como de supervillano). La troupe que sale en Los Simpsons cuando Homer se hace escultor por accidente. Algo de eso habrá (el que esté libre de cretinos, que tire la primera piedra), pero, por lo general, es una cosa bastante distendida. Todo el mundo medio se conoce y medio se lleva bien, y es muy agradable darse un paseo un jueves por la tarde e ir saludando a los amigos a la vuelta del verano. La inauguración conjunta y en horario extendido es muy habitual en las grandes ciudades europeas (a esto se le llama gallery weekend), porque resulta útil para atraer a coleccionistas, artistas, críticos, comisarios y aficionados venidos de todos los rincones del imperio.
Lo habitual es que las galerías nos ofrezcan en Apertura (que es como se llama el gallery weekend de Madrid) propuestas contundentes. ¡Artillería pesada! Si consultan la web de la asociación de galerías, contarán que cuarenta y nueve arrancaron la temporada a la vez; esto sin contar espacios alternativos que no aparecen en la lista, pero que también programaron eventos. No les voy a mortificar con cincuentaitantas reseñas, pero sí quisiera comentar algunas de las exposiciones que me han parecido más interesantes.
Posiblemente, la exposición más brillante de esta nueva hornada sea la de Francesc Torres en la galería Elba Benítez. En «Colisiones en la autopista de la historia», Torres rescata las pinturas que Josep Maria Sert hizo para la catedral de Vic, dañadas durante el incendio que padeció el templo durante la Guerra Civil. Vistas de cerca, estos paneles parecen obras abstractas, porque están pintados muy groseramente, para verse desde la distancia. El artista plantea una reflexión interesantísima a propósito del papel que juega «lo roto» en la historia del arte: cómo la tradición ha asumido las mutilaciones y los daños como parte de las obras. «No lloramos por los brazos ausentes de la venus de Milo por la misma razón que no pensamos que a la Victoria de Samotracia le “falte” algo. Le faltará algo el día que alguien le rompa una de sus alas y se la lleve. Echaremos entonces en falta esa ala, pero no su cabeza inexistente». La exposición incluye, además, este texto, del que extraigo un fragmento, y una garrafa de gasolina dorada y totemizada.
Justo al lado, en Heinrich Ehrhardt, Julia Spínola presenta una instalación de piezas de papel plegado que se reparten por dos tercios del suelo de la galería. Son pequeños volúmenes frágiles y mullidos, que parecen alas, piedras, olas o nubes (la hoja de sala, que es exasperantemente lírica, abunda en referencias bucólicas y contemplativas). Es elogiable que (en una galería con tanto peso y en una fecha tan señalada) una artista se atreva con una propuesta tan delicada. La exposición la completan, en salas anejas, una escultura de cartón hilvanado en un tornillo enorme y unos carteles perforados adheridos a la pared. La pieza de cartón es de una solvencia admirable (pertenece a la familia de Lubricán, que pudo verse en el CA2M), porque crea un volumen casi violento, abombado, un poco arisco, con unos elementos sencillísimos y precarios. Los carteles encolados, naranjas, negros y perforados, me parecen puramente anecdóticos; un añadido, como si Spínola creyese que lo que ha colocado en la sala principal no fuese suficiente.
Luisa Lambri expone en Parra & Romero una discreta serie de fotografías sobre arquitectura (esto, como se sabe, es un género en sí mismo), en las que explora formas geométricas y cambios de luz en edificios de Marcel Breuer y Álvaro Siza y en esculturas de Donald Judd y Nancy Holt. Son una curiosa mezcla de minimalismo e impresionismo que da un resultado elegante.
La propuesta de Pablo Rasgado en Formato Cómodo tiene su interés: un muro donde el artista ha pegado multitud de fotografías de lugares que le son familiares. Al colocar una sobre la otra, se genera un espacio –un bulto– que evidencia todo lo que hay y todo lo que se oculta. Detrás, un carro de diapositivas relata el proceso, en un gesto un tanto absurdo: si me tapas las imágenes, ¿para qué me las enseñas? La exposición finaliza con una cata de un muro, suspendida en el aire mediante una varilla transparente, haciendo literal (¡explícito!) todo el discurso en torno al estrato que plantea la exposición.
«Así pasen los días» es la primera exposición de Miguel Marina en The Goma. La obra en papel de Marina (el grueso de su producción de los últimos años) es de una delicadeza apreciable: una técnica exquisita y una finura formal elogiable. Montada con una disposición especular, los papeles blancos y verdes (la exposición recoge las impresiones estéticas del pintor en el Tíber y en el Manzanares) proponen un itinerario que se mueve a través de los reflejos, de las similitudes y de las variaciones. Se trata de una exposición muy contenida y, en buena medida, extraordinariamente sobria y clara en su propuesta, lo que sorprende tratándose de un pintor tan joven.
André Romão ofrece en García Galería una de las exposiciones más interesantes de Apertura: un juego formal y semántico entre lo natural y lo artificial, categorías que se mezclan y confunden en objetos cuidadosamente diseñados. Una pata leonina a medias entre el remate de un mueble y una extremidad animal, un pie de escayola del que sale una flor, etcétera. La disposición de las obras, a distintas alturas sobre una tarima blanca, genera un ritmo singular, que lleva al espectador de obra en obra, subrayando de un modo sutil y efectivo la propuesta del artista.
Regina de Miguel lleva a Maisterravalbuena «RISING ANXIETY», una exposición atiborrada de obras de distintas series: una mesa con objetos de laboratorio pintados de negro y piedras de obsidiana «que registran gráficos estadísticos de las múltiples formas de violencia ejercidas [¿contra?] las mujeres en el estado de Guanajuato», una serie de acuarelas que remeda (me parece) a un herbario, acompañada de unas placas de cobre que mezclan cartografía terrestre y celeste y, finalmente, una serie de fotos sobre las minas de Río Tinto. Este batiburrillo está hilado a través de un discurso de preocupaciones ecologistas («Rising Anxiety se sitúa entre las turbulencias internas de la alienada subjetividad moderna y las perturbaciones de una atmósfera igualmente desequilibrada») escrito en una prosa árida e ininteligible.
Al final de Doctor Fourquet (o al principio, depende si se va cuesta arriba o cuesta abajo) nos esperan dos exposiciones maravillosas. En Galería Alegría se muestran las últimas pinturas de Humberto Poblete-Bustamante, una serie de ejercicios pictóricos construidos a base de añadir pintura una y otra vez. Los cuadros de Poblete-Bustamante están hechos mediante negaciones: ir prescindiendo, poco a poco, de todo aquello que no sea simplemente pintura hasta crear una superficie empastada, donde no hay delante ni detrás, ni arriba ni abajo. Enfrente, en F2, expone Jacobo Castellano, que es, posiblemente, uno de los grandes nombres de la escultura española contemporánea. Aunque las tres grandes piezas de la sala principal son excepcionales (la poética de los elementos que usa Castellano es fascinante, y su trabajo, a caballo entre lo lúdico, lo pobre y lo violento, requeriría más espacio del que tenemos hoy aquí), no termino de entender la caótica disposición de las obras de la sala principal y la sala aneja. Tampoco ayuda la falta de una hoja de sala, que ha sido sustituida por un dossier con imágenes del archivo del artista, que parecen haberle ayudado a la hora hacer las piezas (una circunstancia absolutamente habitual en todos los artistas, y que esperemos que no sustituya las hojas de sala o terminaremos por no enterarnos de nada).
Aquí terminamos este resumen sumarísimo –¡sintético!– de las exposiciones con las que nos recibe Madrid a la vuelta del verano. Tenía una admirable galería de fotos con las que glosar este artículo. Lamentablemente, de camino a casa, un malvado pero habilidoso maleante me robó el móvil. Luego dirán que la crítica de arte no es un trabajo arriesgado.
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Autor >
Joaquín J. Sánchez
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