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Nunca he estado en la guerra. He estado cerca. Visto así, la guerra es como un país en el que siempre sucede lo mismo. Y al que vas, al que no vas, o al que te acercas. He estado, por tanto, cerca de ese país. He visto su clima. Es el sospechado. Si bien, de repente, emite otro calor, no calculado. Junto al asco y la muerte suceden explosiones esporádicas de sus contrarios, con igual desmesura. Quizás, por contraste, brillan más. O, al menos, mucho. Recuerdo que nos llevaban en un transporte. De pronto, con violencia, el vehículo se desvió. Todo en él se aceleró. El traductor nos gritó lo que todo el mundo le gritaba en otra lengua. Bombardeo. En efecto, escuchábamos bombas. Lejanas, como siempre. Llegamos a una suerte de refugio. Se produjeron gritos y golpes hasta que alguien abrió la puerta. Entramos. Nos sentamos con un grupo de hombres y mujeres, todos uniformados y serenos. Volvieron las bombas. Lejanas. Rítmicas, con una cadencia de segundos. Se acercaban. Cada ritmo era más próximo. Quizás estábamos a unos segundos de una explosión ya definitivamente próxima. En ese momento todo el mundo se calló. Nos mirábamos a los ojos, esperando el siguiente estallido. Fueron, tal vez, cinco segundos eternos. La explosión, finalmente, no llegó. Pero, a pesar de ello, su espera proseguía, densa. Dimos por finalizada la tensión de la espera cuando una mujer habló. Dijo algo, con los ojos de cuando alguien habla para sí, y que todo el mundo dio por acertado. Era algo que no tenía que ver con las bombas, pues todo el mundo la miró con la mirada de cuando no se hablaba de bombas. Con sus palabras desapareció la situación y el grupo, que empezó a salir del habitáculo. Al abandonar el refugio, el traductor cogió un par de palomas muertas. Le pregunté por lo que había dicho la mujer del refugio. “Cuándo él se fue, había momentos en los que creí que moriría si no lo volvía a ver en los siguientes cinco segundos. Pero pasaron esos cinco segundos cientos de veces, y seguí en cierta manera viva. Si sobrepasas esos cinco segundos cientos de veces no mueres”.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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