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Esta semana ha sido 11 de noviembre. Hace 101 años, el 11 del XI, a las 11:00 se iniciaba el alto el fuego, tras cuatro años infernales, de la I Guerra Mundial. Jamás hubo una guerra igual. Jamás volvió a haber nada. Fue un punto álgido, desmesurado, que quebró las frentes y sembró normalidades cotidianas y escabrosas, que hoy, en su frecuencia, no vemos. He empezado estas líneas para explicarles tres. La primera. Cada mañana, al amanecer, un oficial tocaba un silbato, y los soldados salían de la trinchera a enfrentarse a un arma que se tardó cuatro años en comprender. La ametralladora. Se calcula que la esperanza de vida frente a ese arma, fuera de la trinchera, eran dos segundos. Los mandos, simplemente, ignoraban eso, como ignoraban qué hacer ante una ametralladora. Daban la misma orden que en todas las guerras de los últimos siglos. Salir. Observas algo parecido cada mañana, al amanecer, en el metro, ese punto en el que nunca amanece o anochece. Lo ves en los rostros de esos soldados y mujeres soldado que viajan contigo, sin fuerza para salir, sin fuerza para volver, con el absurdo marcado en sus ojos. La segunda. En el frente francés hubo una huelga de soldados de varios meses. Se solucionó con algunas mejoras de vida y, sobretodo, con fusilamientos aleatorios. En cada regimiento se sorteaban las personas a fusilar. Habían hecho lo mismo que todos sus compañeros, pero su suerte sería distinta. Ves algo parecido en las calles, repletas de comercios dedicados a la suerte, y a la creencia de que el azar existe. La creencia de que todo puede cambiar en un instante, pues tu destino no está sellado al de los otros. La tercera sucedió sólo una vez, y durante 24 horas, precisamente el 11 del XI, antes de las 11:00. En las últimas horas de guerra, los mandos aliados decidieron, espontáneamente, sin cálculo, aprovechar al máximo las posibilidades de la promoción por méritos de guerra. Enviaron a sus tropas a la muerte y a conquistar espacios ridículos. Ese día, el 11 del XI, fue por tanto uno de los de mayor mortandad en aquella guerra de gran mortandad. Ves algo de ello desde entonces, continuamente, cada cierto periodo. Cuando todo va a acabar, se produce la violencia más caótica y las órdenes más absurdas. Llevamos años así, diría.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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