La agricultura como arma arrojadiza en el sistema neoliberal
Mientras que Occidente banaliza la actividad primaria como sector productivo, en las batallas comerciales la agricultura siempre está en el centro de la discusión
Sergio Molina García 26/11/2019
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Desde el siglo XX, existe la impresión generalizada de que las economías y las relaciones comerciales se sustentan en la tecnología, la industria y los servicios. En las campañas electorales de los países occidentales, gran parte de los discursos políticos están dirigidos a esos sectores. La gran olvidada suele ser la agricultura, pues en la actualidad es relegada a las zonas más desfavorecidas y menos pobladas.
Pese a esa idea, si se realiza un estudio pormenorizado de los grandes conflictos comerciales se puede demostrar que el sector agrario está en el centro de los debates internacionales. La subida de aranceles norteamericanos anunciados contra China se debe, según Donald Trump, a que el país asiático no ha cumplido la promesa de importaciones agrarias. El acuerdo entre MERCOSUR y la UE del pasado mes de julio ha tardado más de dos décadas en firmarse. Algunos países agrícolas europeos, sobre todo Francia, se habían negado hasta ahora a que sus exportaciones de productos primarios sufrieran la competencia de países como Argentina. Por último, la relación de Estados Unidos y de España se tensó en agosto de 2018 debido al aumento de los aranceles norteamericanos a la oliva negra española.
Estas situaciones no son nuevas, en realidad. En las décadas de los setenta y los ochenta, cuando aumentaron las transacciones internacionales, surgieron los primeros conflictos de esta índole. La adhesión de España al Mercado Común se retrasó, entre otras cosas, por miedo a que su agricultura acabase con el sector primario de Francia. Y una de las primeras crisis entre EE.UU. y la CEE también se debió a problemas agrícolas. En 1986, el Gobierno de Ronald Reagan no aceptó que la integración española en las instituciones comunitarias supusiera un descenso de sus exportaciones de cereales y cítricos a la CEE. Ante esta situación, las relaciones comerciales quedaron bloqueadas, hasta el punto de que Estados Unidos dejó de comprar algunos productos europeos como la pasta italiana. Finalmente, la concesión de ciertos privilegios a los productos americanos permitió desbloquear la relación bilateral, aunque con ciertos costes en las instituciones comunitarias.
En definitiva, pese a que los países occidentales no tratan la agricultura, como una prioridad, esta se encuentra en el centro de muchas batallas comerciales. Esto ha provocado una situación paradójica. El sector primario en Europa y en EE.UU. se minusvalora y se intenta trasladar a los países africanos o latinoamericanos como ha pasado, por ejemplo, con las naranjas. La UE firmó un acuerdo comercial con Sudáfrica en 2016 de venta de cítricos. Las naranjas de ese país, poco a poco, están sustituyendo a las naranjas valencianas. Al mismo tiempo, la Política Agraria Comunitaria (PAC) cada vez tiene menos relevancia en los presupuestos comunitarios. Esa situación, junto con el aumento de la mecanización, está provocando que disminuya el número de personas dedicadas a este sector, poniendo en riesgo la continuidad de la vida rural. Y, mientras Occidente banaliza la actividad primaria como sector productivo, en las batallas comerciales actuales la agricultura está en el centro de la discusión.
Otra consecuencia indirecta del abandono del sector es la despoblación de los entornos rurales. El descenso de empleo en la agricultura ha provocado que muchos pequeños municipios se hayan quedado sin su principal fuente de ingresos, obligando a la población más joven a emigrar a la ciudad en busca de trabajo. En los últimos años, la publicación de libros como el de Sergio del Molino (La España vacía) y el surgimiento de movimientos como los chalecos amarillos han abierto un debate sobre el problema de la distribución de la población. De hecho, Podemos, por ejemplo, en la propuesta del pasado mes de julio al PSOE, pidió dirigir un ministerio de nueva creación denominado Ministerio de Agricultura, Pesca y España Vaciada. Pese a la actualidad de estas noticias, son escasas las voces que vinculan el problema del mundo rural con la agricultura.
La UE, los países que la conforman y también el resto de los estados occidentales deberían legislar a favor del sector primario. La agricultura no puede ser solamente un arma arrojadiza del neoliberalismo, pues todavía sigue siendo una actividad económica importante, además de la base de la alimentación humana. Uno de los sectores más débiles (y a la vez más necesarios) no se puede dejar sin protección legislativa en un contexto comercial en el que prima la ley del más fuerte.
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Sergio Molina García. Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición/UCLM.
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