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Mileuristas de élite
Son estrellas en su deporte, pero el sueldo apenas les permite llegar a fin de mes
Albert Solé Sabadell , 18/12/2019
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Se levanta tarde porque el día anterior tuvieron partido en Madrid y llegó a casa pasada la una de la madrugada, pero tampoco demasiado, porque tiene que terminar un trabajo para la UOC que debe entregar hoy mismo. Antes de las 11 ya está en el club porque toca el entrenamiento de la mañana. Termina hacia la una, come en diez minutos y se pone a estudiar, en una sala del mismo club, para el examen decisivo de la próxima semana. A las cinco llegan los primeros niños del curso de natación. Hace tres turnos seguidos y a las ocho vuelve a tener entrenamiento. Llega a casa sobre las once y mientras cena repasa los apuntes. Así es un día cualquiera de una jugadora de un deporte minoritario de División de Honor. No cobra nada, aparte de una compensación por la gasolina y las horas de monitora. En este país hay muchísimos deportistas que sacan horas de sueño, de trabajo y de estudios para competir con un club que nunca les podrá compensar este esfuerzo con dinero. Lo suyo es puro amor al deporte. “Somos un equipo profesional porque lo hemos decidido nosotras, pero, en realidad, somos amateurs”. Quien habla es Cristina Barceló, más conocida como Motxa, capitana del Club Patí Voltregà. En marzo pasado levantó la sexta Copa de Europa para el equipo de Osona. Ni Motxa ni ninguna compañera suya cobran un sueldo, solo tienen ayuda con el material y los desplazamientos, y solo unas pocas jugadoras que no son de la comarca pueden vivir en dos pisos propiedad del club. “Todo el mundo tiene su vida y cuando esta termina, entrena [de 20 a 22h todos los días]”, explica la capitana y también trabajadora social de la Asociación de Discapacitados Físicos de Osona. Esta es la realidad de muchos clubes de la División de Honor femenina de hockey. Por eso, cuando equipos como el Voltregà tienen partido de competición europea, estos se juegan en fin de semana. La liga regular, la OK Liga, no se detiene, sin embargo, cuando hay competición europea, y entonces los equipos que juegan fuera tienen que recuperar sus partidos, pero no pueden hacerlo entre semana porque las jugadoras trabajan. ¿Resultado? Muy a menudo tienen que jugar dos partidos de liga seguidos, sábado y domingo, sobre todo cuando toca desplazarse a Asturias o Madrid, donde hay dos equipos en cada comunidad. “También lo hacemos para ahorrarnos desplazamientos, lo hacen todos los equipos de la liga”, apunta el presidente del CP Voltregà, Ramon Sitjà. De hecho, este año, como vigentes campeonas de Europa, las del Voltregà tendrán que jugar la final de la Copa Intercontinental en Portugal, lo que les costará 15.000 euros no contemplados en el modesto presupuesto del equipo (185.000 euros para toda la temporada del equipo masculino y femenino). “Tendremos que hacer cosas especiales para conseguir el dinero, ¡hasta el entrenador tendrá que vender Lotería!”, destaca Sitjà. Es innegable que el deporte femenino en general ha dado un salto en los últimos años, “pero al hockey femenino aún no ha llegado esta ola”, lamenta Motxa.
A donde sí ha llegado esta ola es al waterpolo femenino. Años atrás solo el CN Sabadell (CNS) podía pagar sus jugadoras. En 2019 ya son cinco los equipos que han decidido empezar a profesionalizarse.
Hay muchísimos deportistas que sacan horas de sueño, de trabajo y de estudios para competir con un club que nunca les podrá compensar este esfuerzo con dinero
“Cobramos una nómina doce meses del año, con contrato y seguro, pero cuando yo empecé aquí me daban 90 euros cada mes en un sobre…”. Mati Ortiz es una de las jugadoras más veteranas del CN Sabadell y ha vivido en primera persona la apuesta del club por el waterpolo femenino. “Fuimos pioneros en profesionalizarnos para que [las jugadoras] puedan alargar su carrera más allá de lo que lo harían si fueran amateurs”, recuerda Xavi Balaguer. El director del Área Deportiva del CNS celebra que otros clubes hayan decidido seguir el mismo camino.
En la mayoría de los deportes, si se quiere rendir al máximo nivel europeo o mundial se debe entrenar cada día, y en dobles sesiones de mañana-tarde. Por este motivo, lo que cobra el deportista es para poder compensar esta exigencia que en muchos casos se complica al combinar deporte con un trabajo. “Es casi imposible trabajar y entrenar”, explica Mati Ortiz, que tiene sesión cada día de 11 a 13h y de 19 a 21h, menos los miércoles por la tarde. Por este motivo ha decidido estudiar para estar preparada el día que esto se acabe. Tiene la carrera de Periodismo y ahora está estudiando la de Psicología.
Balaguer señala que aunque los sueldos de las jugadoras son mileuristas, como máximo, esto supone un esfuerzo muy grande para el club. “El waterpolo y la natación son deportes que no generan ningún retorno tangible, pero sí un intangible en imagen. Si tuviéramos que pagar en publicidad la visibilidad que el waterpolo femenino aporta al CN Sabadell, no la podríamos pagar”. El CNS es un club social con más de 20.000 socios que pagan una cuota para utilizar las instalaciones, y los beneficios no han de ser devueltos a ningún accionista, sino que se invierten en el deporte profesional. Pero en el waterpolo femenino no todos los clubes son como el CNS.
El CN Rubí también tiene a si equipo femenino desde hace años en División de Honor. “El año pasado empezamos a pagar 150 euros a las jugadoras mayores de edad por los desplazamientos, y este año hemos subido a 175. No podemos pagar más”, lamenta David Ortiz, presidente del club rubinense. La exigencia para estas jugadoras es la misma que para las del CNS, ya que también entrenan cada mañana y cada tarde. “Estar en la División de Honor y trabajar es muy difícil; de las chicas del primer equipo ninguna trabaja”, añade Ortiz, que recuerda, sin embargo, que los estatutos del CN Rubí dicen que los jugadores tienen prioridad para trabajar en el club como monitor, entrenador o socorrista, como compensación a su dedicación. El CN Rubí ha hecho una apuesta, en la medida de lo que puede, por el equipo femenino. Así, el masculino, que juega en la Primera Nacional –una categoría por debajo de la División de Honor– ya ha renunciado dos veces a disputar el ascenso porque les supondría tener que triplicar su presupuesto.
Otro ejemplo de equipo femenino que se ha profesionalizado en los últimos años es el Spar City Lift Uni Girona. Tener incorporados los nombres de varios patrocinadores es importante, porque fue a raíz de su llegada en 2014 cuando comenzó un proceso de profesionalización de toda la plantilla de baloncestistas que le ha permitido además poder disputar la liga, como sucedió el año pasado, al todopoderoso Perfumerías Avenida de Salamanca. “Las jugadoras, aunque cobramos, sabemos que lo que ganamos no nos servirá para vivir mañana y nos debemos preparar”, explica Helena Oma. De hecho, a muchas compañeras no les da con el sueldo de ocho meses, lo que dura la competición, y tienen que buscar complementos, como ir a jugar a la NBA femenina o a Sudamérica en verano. No es el caso de Oma, que aún vive con sus padres y está estudiando una carrera, pero a distancia: “Hacerla presencial es imposible con entrenamientos mañana y tarde, y viajes europeos larguísimos”. El día de la entrevista telefónica Oma estaba a punto de coger tres aviones (Barcelona-Milán; Milán-Munich; y Munich-Varsovia) para jugar un partido de Euroliga en Polonia. Cayetano Pérez, presidente del club y propietario de la empresa de ascensores City Lift, admite las dificultades para que sus jugadoras estudien. Por eso pretenden llegar a acuerdos con la Universidad de Girona para ayudarlas a compatibilizar estudios y trabajo, y que esto sea un activo más para atraer talento al equipo de baloncesto.
El club que desarrolla esta línea desde hace tiempo es el BM Granollers de balonmano. “Aquí todos los jugadores tienen contrato, pero trabajamos la carrera dual y hacemos bandera de ello”. Josep Pujadas, presidente del club vallesano explica que tienen acuerdos con la UVic, la UAB y el Tecnocampus de Mataró (adscrito a la UPF) para que sus deportistas tengan una serie de facilidades a la hora de estudiar una carrera mientras practican un deporte de élite. También tienen acuerdos con empresas patrocinadoras y colaboradoras para que los deportistas puedan hacer las prácticas, e incluso alguno hay que ha acabado trabajando en ellas. Además, el BM Granollers participó en un programa de la UE llamado Erasmus +, que busca precisamente la inserción laboral de los deportistas de élite. “El objetivo es que no dejen de hacer deporte para trabajar, ni dejen de trabajar para hacer deporte”, concluye Pujadas. Un ejemplo de ello es el jugador del primer equipo del Granollers Edgar Pérez, que desde hace cuatro años trabaja de preparador físico del propio club, ha estudiado ciencias del deporte en el INEFC y está estudiando un máster para poder ser profesor de secundaria. Cuando Pérez estaba todavía en el filial y no cobraba nada, estudiaba la carrera mañana y entrenaba cada tarde, e incluso algunos días hacía sesiones dobles porque tenía proyección de entrar en el primer equipo. “Llegó un momento que me dije si no subo al primer equipo, tendré que dejarlo porque no me puedo permitir otro año así”. Combinar la práctica de un deporte con exigencia profesional pero desde el amateurismo no es fácil, y si además hay que combinarlo con un trabajo es casi imposible. Pérez tuvo suerte, pero ¿cuántos buenos deportistas se habrán perdido por el camino?
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Albert Solé
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